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ABC MADRID 11-12-1955 página 23
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ABC MADRID 11-12-1955 página 23

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página23
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NA gran cantidad de españoles, quizá la mayoría, dedica una considerable parte de su tiempo a quejarse de España, como si perteneciesen a otro pais, y como si la entidad denominada España tuviese poco que hacer con ellos. No me reñero a los que hablan mal de España, para usar la consabida frase de Bartrina; éstos, por fortuna, son menos de lo que a primera impresión parece. Basta con profundizar un poco y rascar en la epidermis de sus palabras, para convencerse de que la diatriba es una alabanza enrevesadamente dicha. Comento ahora el abundante caso del español que se queja de este país mirándolo desde no sé qué inverosímil zona extraterritorial en la que él, cada uno de ellos, se aparta de los defectos generales y elude su responsabilidad en los sucesos desfavorables. Usté tipo de exclusiones me parece torpe, y para evitarlo desde el principio, voy a incluirme en esa innumerable muchedumbre de españoles quejumbrosos. Se diría que al formular la frase este país despectivamente, nos consideramos pertenecientes a otra nacionalidad, más aún, habitantes de otro planeta, ya que no bastaría con poner unas fronteras por en medio, para que no llevásemos con nosotros a España en todo aquello mediante lo que somos españoles. Contando los que oigo hablar así, sin excluirme sino parcialmente, llego a la convicción de que el 90 por 100 de los españoles lamenta, grita o ironiza los males que atribuye a España, sin incluirse para nada en ellos y apartando de antemano toda participación en lo que le producé tan enfado y molestia. Un seudopatriotismo comodísimo le permite colocarse en las afueras para renegar de la ciudad en cuya miseria o gloria ha estado participando y; volverá a intervenir 1 al cabo de un rato. j Esta costumbre (no hallo mejor palabra para encajar tal actitud) española, repetida sucesivamente en varias generaciones, obedece a un prurito de saneamien- U to que prescinde de la primera etapa ineludible en todo proceso de corrección y mejoría: la etapa personal. Si se hubiese llevado una estadística de quejas y protestas desde 1898 hasta hoy (para ceñir al tiempo de algún modo) el resultado sería- que de todos los males de España han tenido la culpa media docena de españoles, y que el resto no ha hecho sino mirar con enojo la obra de aquellos privilegiados, unilateralmente dañinos. Esto sería absurdo, sobre todo si tenemos en cuenta que la queja es permanente, y la protesta, consuetudinaria, año tras año, régimen tras régimen. Ignora cada español quejumbroso que en él hay una parcela de España con la que tiene que cumplir, y con la que, en la mayoría de los casos, no cumple, aunque no haya siempre culpa en esta falta, sino muchas veces desidia y algo de yanidad refunfuñona. Si cada español, dada uno de nosotros, dijese cada mañana: Hoy voy a cumplir fielmente con la parte que me incumbe de responsabilidad española, hoy voy a cultivar la parcela física, intelectual o moral que de España me corresponde otro gallo nos cantaría, y las, quejas irían terminándose en lo que tienen de inútil y superfluo, para mantenerse (con verdadera eficacia) en lo que tienen de justo o de sincero. ¡Hay un argumento contra este modo de cumplir. El repetido No me dejan que no ha pertenecido solamente a las: épocas de regímenes autoritarios, sino, con igual intensidad, a los momentos más liberales. Muchos españoles encuentran que los otros españoles no les dejan cumplir. La excusa es falsa y hasta cierto punto cobarde. En aquella parte personal, intransferible, en la que cada español tiene que cumplir con España, no puede intervenir ninguna fuerza exterior a la propia persona, sino con poderes muy limitados y transitorios. La parcela de España que pertenece a cada español no puede ser intervenida por los otros, ni siquiera por la compulsión. Quizá la única excusa me- dianamente válida sea la decepción, el hastio, pero esto demuestra un menguado y pobre concepto, en cada español quejumbroso, de la zona en que su actividad moral puede realizar su trabajo. Si cada cual tratara de ser lo que es con la mayor eficiencia e intensidad a su alcance, el tono de queja adquiriría inmediatamente un valor irrefrenable. Cada español existirá como tal, y contribuirá como tal al desarrollo de España, en cuanto no intenté ser otra cosa distinta de lo que es en tal momento histórico de su propia vida o de la vida nacional. Las llamadas clases sociales persisten en tanto que las otras clases siguen dándolas importancia (y, por ende, existencia) La aristocracia seguirá mientras la. burguesía aspire a ser aristocrática, y la burguesía subsistirá en tanto que las obreras, quieran llegar a vestirse como burguesas. El día en que cada clase se dedicara a ser lo que es sin aspiración a ser otra (a lo mejor más caduca que ella) el aire vital del mundo habría cambiado. Al español debiera bastarle con su afán español de cada día. Esto no quiere decir falsa resignación ni admisión de una igualdad imposible. Todo progreso exige estímulo, y todo movimiento histórico exige un reto, un dssafío anterior, como ha dicho Toynbee sin mayor novedad conceptual, aunque con gran novedad expositiva. El ideal de cada español (dada nuestra Idiosincrasia nacional) sería encontrar el equilibrio entre el sentido de la soledad y eí de la comunidad; No digo, precisemos, entre lo individual y lo social, sino entré la tendencia de cada uno a ser lo que es, la inevitable soledad de cada destino, y el sentido de pertenecer a ún conjunto que aniamos, España, de cuya naturaleza no podremos desprendernos, por mucha rabia que nos den sus defectos. Nuestros propios defectos. José ¡Miaría (Dibujo de Lorenzo Goñí.

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