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ABC MADRID 29-11-1955 página 27
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ABC MADRID 29-11-1955 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página27
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nae -así los llama el poeta, a la manera clásica- -son el toro y el buey que se mencionan y la muchedumbre que llena la plaza. Mientras aquélla pide a voces otro toro, el sobrero y el manso platican. Este dice: Prepara empuje, cuernos y pellejo; lia llegado tu turno. Ira salvaje, banderillas y picas que te acosan, aplausos al verautro; al fin, la muerte. Y arriba, la Impasible y solitaria. contemplación del vasto firmamento. Yo, ridículo y ruin, soy el paciente esclavo. Soy el humillado eunuco... El toro bravo responde: ¡Libertad! ¡Aire y sol! Yo era el robusto sefior de la planicie, donde el aire mi bramido llevó, cual son de un cuerno que soplara titán de anchos pulmones. Con el pitón a flor de piel, yo erraba un tiempo en el gran mar do verdes hojas, cerca del cual corría el claro arroyo dondo apagué la sed con el belfo ardiente. Luog o fui bello rey de asta agudas; a mi vo respondían las montañas, y mí estampa, magnífica y soberbia, hiciera arder do amor a Pasífae... Hoy aguardo martirio, escarnio y muerte. El buey lamenta su triste vida sin brillo, y añora su juventud: i la pezuña, el torero que me engaña. ágil y airoso... ¡Olí. nada más amargo! A mí los labios del arma fría que me da la muerte; tras el escarnio, el crudo sacrificio, el horrible estertor de la agonía... La muchedumbre sigue pidiendo otro toro. Y el sobrero dice que no hay martirio mayor ni más atroz sentencia que la que le aguarda. A lo que el manso le responde que peor que la muerte brava son la impotencia y el yugo. Este poema de Rubén tiene un aliento de epopeya, un haló homérico, en el que el mismo toro- -toro- héroe- -que exalta nuestro vate pronuncia el fulgor cósmico que presidirá su lidia y acabamiento bajo el arte del espada: En tanto que el azul sagrado, Inmenso, continúa sereno, y en la altura el oro del gran sol rueda al poniente en radiante apoteosis. Quizá no se haya compuesto un poema taurino de tan amplios y remotos ecos como éste, de luces tan intensas y libres. Ahora que se aproxima el cuadragésimo aniversario de la muerte del poeta, hemos creído oportuno exhumar este maravilloso canto, en el que se vinculan el nombre de Rubén Darío y nuestra brava fiesta, evocada bajo el sol de las tierras colombinas. Dan cierre a la lírica escenificación; como arriba hemos apuntado, dos angustiosas interrogantes del toro, satisfechas ad rem por el bovino eunuco: ¿Qu 3 peor que este martirio? -La impotencia. Y qué más negro que la muerte? -El yugo, José VEGA del Instituto de Estudios madrileños Rubén Bario Yo he sido en mi llanura soberbio como tú. Sobre la grama bramé orgulloso y respiré soberbio. Hoy vivo mutilado, como, engordo, la nuca inclino. E L toro bravo tiene un destino sangriento; pero este destino es la aureola de su grandeza, el penacho de su consagración como animal enardecedor de muchedumbres. Por un milagro o complejo de nuestra raza- -o de nuestro aglutinante étnico- -el toro de lidia posee un atributo soberano, al que podría adscribírsele un antecedente de símbolo creador: el rapto de Europa por Júpiter convertido en cornúpeta. Como el toro bravo el dios hubiera preferido la muerte al yugo, si bien, al decir del poeta de que vamos a hablar, la pena de los dioses es no encontrar la muerte No; sugiere e s t a s lineas aquel raro poema de Rubén Darío que lleva por título Oesta del coso ¡Qué virtud adivinatoria e hispana la del cantor nicaragüense! Este encuadra su dialogo poético- -o preludio escénico en verso en el siguiente conjunto: América. Un coso. La tarde. El sol brilla radiosamente en un cielo despejado. En el anfiteatro hay un inmenso número de espectadores. En la arena, después de la muerte de varios toros, la cuadrilla se prepara para retirarse triunfante. El primer beluario, cerca de una huella sangrienta, está, gallardo, vestido de azul y oro, muleta y espada bajo el brazo. Los bande rilleros visten de amarillo y plata. En las chaquetas de los picadores espejean las lentejuelas al resplandor de la tarde. En el toril han quedado: un toro, hermoso y bravo, y un buey de servicio. Son de clarín. Los dramatis perso- 1 toro le replica: Para ti el fresco pasto, tranquila vida, agua en el cubo, esperada vejez... A mi la roja capa del diestro, reto y burla, el ronco griterío, la arena donde clavo un tora, hermoso y bravo, y un buey dé servicio

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