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ABC MADRID 24-11-1955 página 16
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ABC MADRID 24-11-1955 página 16

  • EdiciónABC, MADRID
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Paisaje óleo de Cristóbal Rui INTRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL PAISAJE S E habla del paisaje; se discute sobre do ignora el paisaje. También la lírica. tan sólo trasfondo de la figura (Pietro de él: del literario, del pictórico. Es Cuando la mirada del poeta se extravierte la francesca, Velázques, Giotto) e incluso natural: el paisaje constituye una- -él prefiere mirar hacia dentro- se ñja la escuela holandesa, considerada como de las ultimas aportaciones del hombre a en lo inmediato: rosa, mesa, mujer, y si paisajista, no ha hecho más que pintar lo habla de la alta cumbre (que no conoce) que se ve desde la ventana, y Rembrandt, la cultura. El arte moderno posee mayor equilibrio la compara con la boca del lobo (que tam- su pintor más completo, ni tan siquiera se de lo que a ciertos ojos parece. Así como poco conoce) El poeta, cuando abandona asomó a ella. El paisaje en la pintura surge con el el día no es sólo luz, sino también t ¡nie- su intimo canto, se desliza por una órbita impresionismo, pero no de manera total, bla (la noche constituye una parte suya, de adivinación. su necesario contraste) el arte de hoy Acerquémonos a la novela. Nuestros dos ya que ni Monet, ni Manet, ni Cézanne, ni conjuga psicoanálisis y paisaje, como la novelistas absolutos: Cervantes y Galdós, Kenoir han quedado en la historia del arte sombra y la llama, de su entidad estable. sienten un cierto desdén por el paisaje. El como paisajistas, y el genio de Picasso apeUna de las primeras conquistas del hom- primero, en la frase inicial del Quijote nas ha interpretado la tierra por él pisada. Ha llegado el momento de citar al hombre fue la casa (tal vez, simultánea al amor nos da todo el misterio de la invención, iny a la mano de otro hombre) La constru- concretando razones externas, uno y otro bre que, a nuestro juicio, inventó el paiye y la habite. Pues bien: en ella y en tor- usan la tierra simplemente como espacio saje: Colbert. Consideramos la aportación no a ella, nace y se desarrolla el arte, la necesario por donde han de caminar, so- de Colbert a la historia del arte y de la gran simulación divina. Bajo techo, en el fiar o vivir sus personajes. No calan en ella literatura como importantísima. Es curioaire que entra y sale por la puerta; en las ni la matizan. ES campo es campo y la era, so el que un hombre que no vibró de sentimientos estéticos haya abierto una nuecosechas, en el ganado y en los árboles era; nada más. a próximos. En la casa y en sus espacios doEl paisaje entra en la literatura en el va posibilidad no esas disciplinas, de cuyo conocemos más que los másticos, alumbra la fogata de la crea- siglo XVEX Y en España, de forma plena, alcance aun principios. ción artística, y allí se mantiene encen- con la llamada generación del 98. El ministro Colbert, al surcar la dulce dida durante siglos. A veces, bajo cielo Esta demora es una consecuencia de ias claro; otras, atravesada por verdes, ama- cualidades intrínsecas de toda creación. y a veces ensangrentada tierra francesa rillos, negros fantasmas. El artista retra- Ei arte y te literatura casi siempre se ins- por carreteras sólidas y espaciosas, inicianuevo ciclo artístico. Por esas carreta al hombre. Le reúne con otros hombres piraron en lo que el ¡nombre había cons- ba un que él abre, se internan sin teras o plasma lo que el hombre come (manza- truido anteriormente. El artista apenas se gentes. Entre ellas va el artista. miedo las Se apea nas, cebollas) los utensilios que usa (tré- sirve de lo inédito. No usa lo que estaba del carruaje, Contempla: matorrales, tupibedes, Jarras) o los instrumentos que le intacto al llegar éi: ei mar, el bosque, la dos bosques, grandes masas de piedra. Esa deleitan (arpa, laúd) En cualquier caso desolada duna. Prefiere recrear no por contemplación ahora ya no es peligrosa. -retratos, escenas, bodegones- la pintu- humilde, sino por impotencia. Sabe que sin Con riesgo, nada positivo se: puede sentir. ra no salta la cerca casera; el artista no un mínimo de comodidad, de seguridad, La amenaza, 1 gravitar sobre nosotros, nos nada puede intentar. Por eso utiliza la inhibe de cualquier otro sentimiento. Pero quiere dejar de oir la voz humana. Por entonces, sólo el guerrero se aden- poyatíira de lo que ya tiene un volumen, ya la ley impera en la carretera, como rige tra en el paisaje; pero sus ojos no están una luz, un espíritu determinados. Volu- en las calles de la ciudad. El artista, el esserenos, los nubla la turbia congestión del men, luz y espíritu, medidos anteriormente critor, puede libremente sorprenderse privivac; la muerte le acecha y él acecha la por el nombre utilitario. mero apasionarse después. El paisaje, en ¡os grandes maestros, era vida de otros hombres. La épica del munDonde antes acampaba el rencor, la

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