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ABC MADRID 11-11-1955 página 19
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ABC MADRID 11-11-1955 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
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pescadora de Tirso, un fuego que consuma al universo. Casi nos atrevemos a decir que los dos términos de este drama son Dios y Don decir el diablo. Y el conflicto se UNQUE nacido en el barroco, Don la ciega naturaleza. Pero desde el nena Juan, esobstinadamente entra la apelación plantea Juan ei un personaje específicamen- cimiento el mundo de los instintos y de las a la divinidad de la criatura que se entrete renacentista. Su arritmia tempo- savias está adscrito al mal y tiene calidad el me lo fiáis del gozador ral es parecida a la de Don Quijote. Aquí demoníaca. Cada arrebato que sigue a la ga y no tan largo eternidad. En tanto que la la visión descomunal del caballero pro- ley de las sangres conculca algún precep- que la teme a el rendimiento es una formujer oede del desajuste con su, época, del plan- to. Y Don Juan va siguiendo sus ansias parade hacer el amor imperecedero, para ma teamiento de un personaje cuatrocentista inextintas, ciñéndose de una muerte cada Don Juan el goce no libera instantánea ¡on un algio de retraso. Don Quijote es vez más apremiante. Su pecado de vora- mente de ese amor. Junto a las promesas un caballero medieval, pero tratado con cidad espanta a las criaturas. Y cada una las huidas. Y allá realismo de tipo humanista. Y, Don Juan de sus aventuras aumenta el cerco de su piafan ya los caballos delos brazos rígidos queda la víctima con Apostrofa a las tumbas, según tradiciones soledad. (En el Don Juan renacentista, con esa exigiendo justicias implacables. de romanees góticos, pero con una Jac ¿Cuál es el motor de ese frenesí de desdualidad tan típica de la espiritualidad tancia declamatoria y una rebelde altivez, de signo renaciente. Sus anteceden- trentina, el crimen y el condigno castigo dichas irremediables que arrebata a Don tes medievales sirven para situar al per- van unidos. No hay Margarita que lo sal- Juan? Hay en ese tan alerta aprovechasonaje más allá de la muerte, conduci- ve en su pureza, ni Inés que le regale miento de todas las circunstancias que do a los Infiernos como en una danza ese minuto de contrición. Cree en Dios y puedan hacer infeliz a una mujer algo gótica de la muerte, por esqueletos ven- en el Infierno. Y su grandeza reside en lo más que una sumisión a la ley de los grangadores y estatuas de piedra. En el dra- absoluto de su libertad y en la inexorabi- des instintos. Ese frío y sutil acecho qus ma de Tirso es imposible desligar el ho- lidad de su condenación. ¡El Don Juan de le permite caer como un felino sobre loa rizonte sensual del ineluctable adveni- Zorrilla se banaliza con su final rosado. minutos descuidados no es la consecuenmiento de las justicias divinas. Sobre el Mientras que el de Tirso se corona de cia de juveniles incontinencias, sino de angozador desenfrenado, planea el pronós- demoníaco poder, al caer muerto entre las sias de pecado. ¿Y cuál puede ser el fundamento de esa culpabilidad que arrastra tico de los fuegos eternos. Este personaje manos de los muertos. El Don Juan renacentista ejemplifica lo mismo ai burlador que a su victima? elemental desmandado sobre sus pasiones, no podía concebirse sino en- una cultura el canon del Concilio de Trento, que nie- Para nosotros Don Juan es un desespera 1 ga la posibilidad de un arrepentimiento do y ésta es la clave de su personalidad como la renacentista, que codesenfrenada. La dimensión locase frente a frente al homteológica que españoliza a este bre y a la Naturaleza. La Natipo dramático reside en su turaleza ha dejado de estar desconfianza de la misericoradscrita a las órbitas divinas, dia divina y en la creencia en y ya no es posible que sus su condenación irremisible. presencias más selváticas y viComo río fuera de cauce, ya ciosas adornen los coros y los las aguas soberbias desbordan capiteles, como en las tallas todas las lindes, y parece que medievales. El Renacimiento su ley es precisamente la em obre todo en su fase trentibriaguez de los atropellos. Don na- -ha seccionado al hombre Juan se posesiona de su pade un universo en cuyas granpel de condenado y cada una des bellezas se esconde el pede sus maldades es un desafío cado. Crea con su soledad, su a toda esperanza de salvación. libertad, y con ella una vía Parece que quiere crear con para sus impetuosos apetitos. sus pecados un campo de malir entre sus instintos y las ledad más extenso que la piedad yes que los encadenan está toInfinita d Dios. Por esto los da la gama de su actitud mocinismos peinan la pluma de ral y, en este caso, de su pergallo de su chambergo y en sonalidad dramatízatele. sus jactancias hay siempre la Es este clima estético y teoinsolencia del jugador que tológico el más propicio para indo lo ha perdido. Y Don Juan terpretar a Don Juan. En marcha por la vida flanqueado nuestro personaje no hay ninpor los dos únicos compañeros guna fatalidad, como en la traque no endulzan su soledad, gedia shafaesperlana, que lo enatoo que la desmesuran: el cadene a sus pasiones. ES ea placer y la muerte. Y en la la soledad de sus ardientes desatisfacción de sus pecados es seos, requerido por el instinto tan importante el daño causa y por la norma, como Don do a la victima como el solaz Juan tiene que resolver el curde los instintos, Don Juan se so encrespado de su vida. ofrenda, sin cesar justificacioEl donjuanismo se plantea nes, a su desesperación, y su en nuestra dramaturgia clágrandeza reside precisamente sica, dentro del problema de en lo voluntario y enconado la libertad, tal como la concide su descarrío. be el Renacimiento. Don Juan La archifamoía escena del sofá eft I que te Intoia la redención del Nos parece por esto que el es un arquetipo, humano des- hurtador. La enamorada novicia- -Ntaetá Dolores Pradera- -esouoha, prototipo de Don Juan se endeliciosamente turbada, las décimas que Don Juan- -José María Seca- cuentra lo mismo en el Enrico amparado de tutelas celestes y primera ex, sinceramente enamorado, de rodilla de predestinaciones demonia- ne- -le recita, por a eua pies (Foto Sam Bermejo. que en el Paulo del Condenay cas. Ese hombre sin nomdos la voluntad de pecar es bre es el símbolo de una dos la volutad de pecar es masculinidad genérica, que sólo ve en la sicut oportet como conviene sin la la misma, la desesperación, de idénmujer una finalidad casi cósmica de la gracia del Espíritu Santo, y Con Juan se ticas consecuencias criminosas, aunque existencia. Estos ímpetu amorosos se ha- encuentra con sus embravecidas pasiones en el último minuto a uno le ayude la cen más ciegos e impersonales cuando el frente a un universo codiciable, desguar- gracia y el otro sólo cuente con la llama goce es consustancial con el engaño. Sólo necido de tutela celeste. Desde su apari- de sus maldiciones. En los dos se encama ción todas sus jactancias brotan en el en la oscuridad de la traición es posible seno mismo del pecado. Es el Caballero sin el Don Juan voraz, cuya vitalidad se idendesindlvidualizar el amor y convertirlo en gracia El desarrollo del gran drama- -y tifica con la conculcación de leyes y de torpeza. Y sólo en las sombras que en- en este aspecto lo mismo ocurre en Tirso recatos. El pecado es la única vía del desesmascaran al violador, en la negra noche que en Zorrilla- -es un crescendo de des- perado. Se precipita en él, como el doliendel fraude amoroso, pueden pronunciarse afueros, una reiteración en el engaño, te en la droga que lo envenena, pero que estas terribles palabras de Don Juan de cuya simple repetición va agigantando su lo desvanece. Y el Don Juan luciferino proTirso: perfil de condenado. Las mujeres burla- cura evadirse de toda posibilidad de saldas no se desvanecen después de olvidos vación profanando el único sentimiento ¿Quién toa de ser? y melancolías, sino que se alzan como consustancial con el perdón: el amor. Un hombre y una mujer. Queda así planteado el tipo de Don Medeas irritadas, reclamando, como la José CAMÓN AJZNAR Juan como una fuerza elemental, afín a DON JUAN O EL DESESPERADO A

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