ABC MADRID 11-11-1955 página 3
- EdiciónABC, MADRID
- Página3
- Fecha de publicación11/11/1955
- ID0000506793
Ver también:
DIARIO ILUSí T R A DO D E IN- F O R M AC I O N G E N ER A L í t D Í A R IX 1 L UST R A D O DE INF O R ívi A C I 0 M G E N E R A IH FUNDADO EN 1903 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA AY, sin duda, coincidencias sobre el mismo tema, en distintas personas y preocupaciones semejantes. A veces se coincide a través de épocas más o menos distantes, con parecida o con muy diferente valía en la aportación. Aun sin inspirarse en un texto anterior, quien va después se beneficia de algo imponderable; ocurre que sin conocimiento concreto del predecesor se ha nutrido de su pensamiento que permanece en el aire de la cultura. Otras Veces las coincidencias se dan al mismo tiempo, pues todos participan de esa común atmósfera cultural a qué me rei fiero. Me había preguntado uno de estos días por qué entre nosotros, el escritor, siendo como tal español abierto y propenso a la confidencia, no es, en cambio, dado al cultivo del diario y de la autobiografía. Y he aquí que en el A B C del domingo 16 dé octubre veo confirmada mi preocupación en dos escritores: Gregorio Marañón y Joaquín Montaner. El autor de Antonio Pérez escribe en el prólogo al libro de Víctor de la Serna Nuevo, viaje de España El punto flaco de la literatura española son los viajes, las memorias y los epistolarios; es decir, todo lo que mira a la propia personalidad. Los tomos de cartas de Ribadeneyra se refieren, én buena parte, a epístolas escritas pensando en el público y no en un interlocutor, y carecen, por ello, de verdadera intimidad, incluso algunas de ías maravillosas de Santa Teresa. Sobre la rareza de las memorias en n u e s t r a bibliografía se ha disertado reiteradamente. Al español lé gusta contar lo que ha visto, que es (una forma de hacer historia o periodismo, pero no lo que le pasa a él. LITERATURA E INTIMIDAD que se entregaron algunos escritores españoles. A mi parecer, éstos dan rodeos a lá autobiografía y acaban por confundirla con su obra de imaginación; (Habría que hahablar mucho de x la imaginación en la obra literaria; apenas existe; contraponer realidad a imaginación es harto problemático. 1 ¿Cómo delimitarlas? En cuañto a lo autobiográfico, ya se sabe que en rigor todo cuanto se escribe lo es. El; escritor español no afronta la autobiografía directamente. Sin embargo, se cultivan los recuerdos de lá niñez, variante curiosa en éstos últimos años. Libros dé Carmen Conde, Julián Ayesta, García Pavón, Rafael Montesinos, lo prueban. l. También me respondía por; entonces, entre otras cosas, que el recuerdo y la memoria son indispensables a la creación, pero lá manera de aprovecharlos, varía tanto como los temperamentos y estilos literarios. Hay una memoria esencial que sirve a algunos escritores a lo largo deL tiempo y que desdeña cualquier menú- déncia o detalle concretos. Con otro- ma- tiz pudiera llamársele memoria cordial, la cual fija los sentimientos primordiales y los hace perdurar a través de los años. Se dan tantos fenómenos de transaformación y, traslación- cuantos son los caracteres literarios; cada escritor tras- vasa sus experiencias a su modo. Podemos preguntarnos, en efecto, por qué el escritor español no utiliza, fijándola, esa forma dé. memoria que representa el diario, género tan peculiar, y frecuente en dtras literaturas. Caben muchas explicaciones a esta ausencia; intentaremos algunas: El diario supone, primeramente, una dedicación estricta y específicamente liMontaner- -de quien acabo de leer un magnífico estudio sobre Ventura de la teraria, -que el escritor español no suele Vega- en su crónica de Barcelona, pu- mantener, porque en cierto modo imblicada el mismo día y alusiva al ani- plica una servidumbre que le amputa dé versario de la muerte de don Eugenio otras actividades vitales a las que consivd Ocs, dice: Dos géneros muy impor- dera más importantes o, al- menos, más tantes escasean en la literatura castellana la autobiografía y las memorias. Nunca hemos sido los españoles aficionados a contar nuestra vida ni a dejar a la posteridad curiosa la propia e s e n c i a de Aüíiit s m todov nuestra personalidad. Y añade Montaner más adelante: Un libro como las por me Confesiones de Rousseau, sería algo la Edssióü tan raro como un elefante azul en nuestra literatura. Lá coincidencia en el Aérea de mismo ni mero de A B C no puede ser más significativa, salvo que. el doctor Marañón incluye el epistolario entre aquellas omisiones literarias, y Montaner hace la salvedad de s cartas a las en consonancia con su manera de ser, y. que, finalmente, serán la sustancia de su obra. La realidad le solicita de tal suerte que necesita bebería a grandes tragos, por así decirlo. Esto no significa que no se asome a su propia intimidad, dejación, por otra parte, imposible para cualquier persona que pretenda interpretar el mundo y las cosas. Lo que sí posee el escritor español es una especie de pudor hacia ciertas formas de la intimidad que oculta cuidadosamente a los demás y que, si llega a confiar a las cuartillas, lo hace trari sfiriéndola a unos personajes de ficción. Topamos, por lo tanto, con un problema decisivo de actitud moral, unido a una disposición escasamente literaria, si se tómS lá expresión en el sentido que puede llegar a ser sinónimo de rutinaria y oficinesca. El escritor español no suele; comprometer su yo íntimo en ése oficio, aunque lo adopte con plena vocación y con, todas las consecuencias profesionales y éticas. En este sentido, el español siente repugnancia por ciertas actitudes literarias a las qué considera narcisistas y deli- cuescéntes. Respeta, por otro lado, la intimidad de los demás, retazos de la cual siempre quedan prendidos én: nuestra propia alma. Y así resulta casi imposible hablar dé nosotros mismos, sin que los demás no descubran algoi de su intimidad, a cuya revelación quizá no tengamos derecho. Es raro suponer en un escritor español la disciplina, la minuciosidad y, en. cierto modo, la cicatería que se precisan para llevar un diario. A veces, en cambio, se da el cultivo de los diarios en personas que no tienen con la literatura sino contactos, ocasiones, tangenciales. Se trata, entonces, de una forma refinadamente ociosa, autocontemplativa, en la que dejar testimonio cotidiano da sí y de quienes nos rodean forma parite del conjunto de las cosas que se quieren conservar, de la historia familiar y social. Naturalmente que- estas anotaciones, llevadas a cabo con ánimo extraliterário, dan lugar en ocasiones a textos ilustres. Depende, en éste como en tantos casos, de la inteligencia y buen arte de quien realice la labor aparentemente humilde. Estos párrafos míos únicamente pretenden subrayar los de ambos escritores mentados. Conforta el ser corroborado, aunque sólo sea episódicamente, por personas a quienes se est a; da confianza en que somos originales. La originalidad a que aspiro consiste en seguir a los mejores. y. Eusebio G RCTA- LIJENGO