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ABC MADRID 09-11-1955 página 27
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ABC MADRID 09-11-1955 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página27
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íContínuaddn) f ron muchas cosas en la vía aei joven Algueró. Al mismo tiempo que concluía su carrera de música con un premio de honor, concluía también el Bachillerato oficial. Ya había escrito inñnidad de composiciones y arreglado bastantes otras de carácter lírico y popular. Y comenzó a estudiar Derecho. De pronto, dejó de ir a la Universidad y habló con su padre: -Mira: es inevitable. Voy a dedicarme a la música. Aquel día su padre se puso muy nervioso y pasó un disgusto morrocotudo. Precisamente tenia que terminar un trabajo y se, acostó sin mirarlo siquiera. Pero al volver por la mañana se encontró c o n el trabajo concluido y, a d e m á s le gustó H a b í a en aquella parte un aire de inspiración fresca y puiante. -Bien- -le confesó a Augusto- me has vencido. ¡Ojalá no te pese! El muchacho creció, cumplió veinte años y trabajó ¡sin cesar, haciendo arreglos para discos y componiendo nuevas creaciones. Al poco tiempo vino a Madrid el director de una importante productora para la que t r a b a j a b a AJgueró. padre. Este director escuchó varios arreglos y, entre ellos, tres o cuatro de Álgueró, hijo. -i Aquí está la clave! -levantó los brazos al escucharlos- ¿Q u i é n ha creado esto? -Augusto- -dijo el maestro, con un poco de miedo y, al mismo tiempo, de ansiedad. ¿Y quién es Augusto? -Mi hijo. De allí salió un encargo de más de 20 arreglos orquestales para f o r m a c i o n e s sinfónicas. El joven Algueró se dio a conocer en América a base de continuas repeticiones y peticiones. Y en el estudio del la palle de Tetuán se recibió él siguiente cable de Nueva York: Tengo que dar un recital en él Carnegie Hall. Deseo que venga a concer tar mis números. Se lo ruego 1. Me entusiasma su música, imperio Argentina. Augusto Algueró se encontraba a las puertas del servició militar y no pudó ir, Pero su padre creyó en él. Y se entregó a él con toda la emoción de que es capaz. Llegado a esta parte del reportaje, me dedico a conversar con el nuevo compositor. No hay en él ni siquiera un resabió de orgullo o engreimiento. Las noticias salen a fuerza de una actitud parecida a 3 a súplica. Ojeo montones de cartas y de peticiones de contratos. Algunos vienen de las más importantes productoras cinematográficas del mundo. Desde Guatema- la escribe la 1 señora Yurrita: Sus pasodobles me devuelven la ya casi olvidada perspectiva de mi Patria. Me hacen llorar. La reina de la radio y la televisión cubanas ha dejado una tarjeta; Vaya usted a Cuba, por favor. Le esperan el triunfó y el dinero. Escucho unos discos de la partitura para la película La flerecilla domada Me entero de otras películas que han sido decoradas musicalmente por Augusto Algueró, júnior Y siento la satisfacción íntima de pensar en la juven- do de firmar voluntariamente. su destitución; como si estuviera echándose a un lado para dejar pasar lo qué viene hacia uno vertiginosamente. Su felicidad sin embargo, no tiene precio. Y me cuenta la última faena i- -En diciembre del año pasado tenía yo un compromiso con Sagi- Vela para estrenarle una obra en Barcelona. Llegó el artista a Barcelona y, antes de nada, nie dijo que deseaba ver a mi hijo. Lo conoció y se hicieron amigos, Augusto le dejó e s c u c h a r algunas obras suyas. ¿Sabe usted cuál ha sido el resultado? Pues que ya no estrenaré en Barcelona; estrenará mi hijo en Madrid dentro de unos días. Todo Ib arreglaron entre los dos. SagiVela escribió el libro, mi hijo escribió la música, y yo dejándome pisar tan ricamente. E s t o y seguró de que ¡Ella, el amor y el peluquero u n a obra lírica, con toda la. curiosidad que despierta por la novedad de sus autores, es el más sabroso pisotón que le podrían haber dado al maestro Augusto Algueró. G. f. tud que surge arrebatando la gloria, preparada para ella, quemando las etapas, contra reloj, igual que en las competiciones deportivas. Ahora, el servicio militar- -comenta el próximo recluta- Después, quién sabe. Amando tanto a España, quizá concluya en América. No tiene más que tomar la pluma y escribir su nombre debajo de cualquiera de los contratos que le han enviado. ¡Es tan fácil! Allí está, íunto a nosotros, su padre, a quien no le cabe en el cuerpo una alegría tan grande, pero el que me despierta un sentimiento melancólico, algo así como si en medio de tanta alegría hubiera acaba- Luis Saoi- Uela.

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