Archivo ABC
ArchivoHemeroteca
ABC MADRID 03-11-1955 página 8
ABC MADRID 03-11-1955 página 8
Ir a detalle de periódico

ABC MADRID 03-11-1955 página 8

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página8
Más información

Descripción

Uno de los últimos ren- aiot del Insigne plnior, S E cumplen ahora diez años de la muerte de don Ignacio Zuloaga. Diez años parecen lapso de tiempo suficiente para que nuestra mirada hacia su obra pueda disponer del alejamiento perspectivo que conviene a un juicio sereno. Pero si alguien piensa que no hemos conseguido aun esa distancia y que dos lustros no bastan para dar alejamiento y sobran para quitar actualidad, diré que me encantan los temas inactuales situados en la zona del inmediato pasado, los que ofrecen a nuestra consideración su sabor pleno, algo asi como la fruta madura. Acaso sea, entre otras muchas cosas, por carecer del excesivo sentido reverencial- -de la superstición al menos- de lo inmediato noticlable; quiero decir, del culto servil al suceso en candelero SI Zuloaga ha entrado ya en la Historia, es precisamente en ese umbral divisorio donde quien esto escribe, acaso por obra de su perezosa curiosidad, comienza a sentir acrecida la comezón del enjuiciamiento. De lo que, en suma, llamamos la crítica. Pero no he de tratar aquí de hacerla respecto de Zuloaga, entre otras cosas porque creo haber cumplido ya con ese deber. Deseo solamente dedicar en este decenal aniversario un recuerdo al giran artista y al fabuloso español. Zuloaga era ambas cosas en medida cumplida para merecer siempre nuestra atención objetiva y respetuosa, por encima de las veleidades del gusto y de los cambios de la moda. En lo que al hombre se refiere, es bien seguro que su memoria no se apagará fácilmente entre los que le conocieron. Llegó a escribirse en ocasión de su muerte que, en la evocación estimativa de su personalidad, pesaba más el hombre que el artista. Consideración errónea, en cierto modo, porque si no hubiera habido artista no nos hubiéramos ocupado del hombre. Zuloaga impregnó fuertemente de su personalidad poderosa tanto los pasos y sucesos de su existencia como la realización estética de sus cuadros. En sus obras quedó plasmada una peculiar interpretación de la vida, del mundo, del hombre y de España, con la que se puede no simpatizar, pero de la que no será fácil ol- Toreros de pueblo cuadro de Zuloaga. vidarse. ¡Qué tremenda energía, qué enearamiento viril con un mundo áspero! ¡Qué tensa, desilusionada y tónica consideración del mundo en que le tocó vivir! Zuloaga se acercó, pincel en mano, a un tipo de realidades de las que quiso y logró extraer la máxima potenciación expresiva; así nos dio sus discutidas visiones pictóricas, sus síntesis cerebrales -como él diría- -de una España esencial que él sintió y amó como pocos, a su ruda y exagerada manera. Cada vez percibimos mejor la honda y radical coincidencia, en lo que esas interpretaciones comportaban y en algunas de las calidades de sus versiones expresivas, con otros grandes españoles de las promociones contemporáneas del pintor. Esos grandes españoles que, día a día, a lo largo de los últimos años nos van abandonando para hacernos sentir, con su desaparición, el escalofrío admonitorio de una amenazadora soledad. No es hora, pues, de frivolidades; peor para el que las deje deslizar estultamente sobre unas generaciones que no han tenido par en la Historia española desdecios días, soleados del Siglo de Oro, Zuloaga conoció desde los días de su juventud una hostil y agresiva reacción por parte de los que le tildaban de pintor para extranjeros La realidad era que el artista pintaba, más o menos, los mismos temas que otros muchos artistas de su tiempo; pero los motivos, Intrascendentes en esos otros, de la España de pandereta, se cargaban en Zuloaga de una energía fabulosa y se imponían como símbolos inesquivables. ün creador de mitos dijo de él Ortega, y era su mejor elogio. No fabrica mitos quien quiere, sino quien puede. Sus daifas, gitanos, toreros y demás figuras simbólicas del retabld zuloaguesco encarnaban la hispánica voluntad de pervivencia- -la voluntad de incultura, se dijo también- y la esencial e impávida energía que laten de modo sobrecogedor y ambivalente en el fondo de muchas realidades españolas. Asi representados, endurecidos en su d e n s a y bien definida materialidad -la frase es, asimismo, de Ortega- las figuras de sus cuadros juveniles nos imponían su existencia como en una acusación y en ello residía ese matiz de homilía flageladora que sublevaba a los conformistas y que se hallaba impregnado de lo que pudiéramos llamar el espíritu del 98. Con razón escribió ¡M e l c h o r Fernández Almagro: ¿No equivalen los cielos tormentosos, los pueblos hostiles, los paisajes agrios, los tipos extraordinarios de Zuloaga a ensayos de Unamuno y novelas de Baroja? Si las intuiciones estéticas de Zuloaga se apoderaban inesquivablemente aún a los más renuentes, no era por su contenido literario- -otros aspiraron a ello sin conseguirlo, y ya están olvidados- sino porque supo expresarse en un estilo propio, épico, monumental y coherente; porque supo hallar la expresión plástica que convenía a sus visiones cerebrales. La rítmica ordenación que da aliento a sus vas-

Te puede interesar

Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.