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ABC MADRID 01-11-1955 página 25
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ABC MADRID 01-11-1955 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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ABC. -MASTES í BE NOVIEMBRE BS 1955. EDICIÓN DE LA MAÑANA, PAG. 2 f ter, femenino de hermosura p u e d a desorientar la evo- cación que persigo. La excelencia del v a r ó n superlativo sopla en una direcc i ó n divergente a los m ó d u l o s de la feminidad. Las cualidades del varón que arrebata nos empujan como un nisus trashumante hacia una aventura cuyo término está siempre más allá de él, en nuestro propio destino. Si la mujer nos sedu ce con su hermosura hacia ella misma, el hombre, con su poder innominado, nos pide, como Pindaro, llega a ser el que eres Cabe pensar que haya personas opacas y cuya presencia no revela su contenido interior, pero yo más bien creo al que dijo: Nada hay dentro, nada hay fuera, lo que hay dentro eso hay fuera. La irradiación de Ortega era el vivo ejemplo de esta verdad, y por ello su presencia convocaba tantas perfecciones. Lo que la humanidad de Ortega ponía en actualidad con su aparición era la gran riqueza interior de su persona de modo casi transparente, envuelta en una fuerte y contagiosa tonalidad emocional. Pero ese contagio simpático no era siempre cómodo; el tirón ascendente que tiene el contactó con lo óptimo nos eleva, pero con ello, si hemos sido débiles, la conciencia nos acusa acremente y nos hace ver que sólo hemos logrado ser una caricatura de nosotros mismos. Quizá esto explique las ausencias que se producían en su tertulia, donde, a decir verdad, no concurrían cuantos podían hacerlo. En estos últimos años, quizá porque ía experiencia hacía más denso el halo magnético de su intimidad, acusaba Ortega un refinamiento insuperable en su capacidad dé acertar siempre, con el gesto, con el juicio, con el acento o el silencio; con ese don que aparecía siempre sin residir en nada y que su muerte ha borrado de la realidad. De su actuación universitaria sólo alcancé su último curso, hace veinte años justos y cuando él llevaba a su espalda cinco lustros de docencia, que por entonces se conmemoraron; psro luego, sus posteriores estancias en Madrid rae han ocasionado el privilegio de su proximidad hasta el triste y doloroso- contactó del í eso de sus restos en la ultima vea que podía acompañarle. Desdé la cátedra o la tribuna, en su trato, sr especialmente en la tertulia, que tanto le importó siempre- -dijo alguna vez que le gustaría morirse en ella y casi lo ha eonssguido, pues el 24 de septiembre aún bromeaba intrépidamente acerca de su operación- la influencia intelectual de Ortega bromaba, a través de esos elementos imponderables que no quedan porque eran lo absolutamente suyo y que a conciencia de intentar lo imposible he querido conjurar en estas lineas. Ese don de 1 a palabra oportuna y el ademán justo hacían ostensible, por su profunda unidad, que su poder dé irradiación no procedía, claro está, de ninguna inspiración inexplicable, sino de la interna consistencia de su sensibilidad mental, de la razón viviente que en él ha tenido- el descubridor y ¡a demostración visible. El ha sido el ejemplo de lo que puede llegar a ser un hombre: un instrumentó de precisión en el gestó y en el concepto, en la mirada y en la cordialidad. Y toda esa actualidad de Ortega ya no existe en ninguna parte, con éi ha desaparecido irremisiblemente. Al pie de su tumba, ante la fresca corona de laurel que las juventudes universitarias le han traído al paso y cruzando las calles madrileñas, bajo el tibió sol de otoño, -que tanto le gustaba apurar y del qi e Un día me dijo que nos acariciaba el rostro como la mano gastada de un párroco viejo si queremos buscar ese aura r erdida, que ni siquiera sabemos, nombrar, rio la en contrámos y hemos de recordar, una vez más, a la Hermosura, pues di querer cobrarla yo, no puedo, ni Id llevas, ni yo con ella quedo. Paulino. G A R A G O R R I Si el hombre es hijo de sus obras, como pensaba Don Quijote con r a r a agudeza, la herencia que Ortega deja en la hora de su muerte le asegura una progenie vigorosa, un renacer ininterrumpido mientras a los hombres importen los frutos inútiles de la Filosofía y de las Letras. Cuando la obra entera que ha trazado con su pluma y su palabra se imprima y queda, compacta, al alcance público, se verá en su legado literario una de las cumbres más imponentes de la cultura europea, y su nombre, como el de Goethe o Platón, excederá toda clasificación pre cisa por alcanzar, esa zona límite en que moran los paradigmas de la galería humana y merced a los cuales los humanos se consuelan o redimen de la estupidez congénita, de la tosquedad espontánea de su especie. Pero la obra de este linaje de hombres gigantescos- que de lo oscuro hacia lo claro aspiran -no tiene su riqueza más importante en el contenido, que consta y que podemos encontrarlo y volver a él, una y otra vez, sino como nueva avenida tendida en el futuro. La. riqueza de! una herencia no está en el inventario de lo aue registramos de hecho en ella, ni tampoco en las incitaciones que directamente nos despierte, sino en lo que se puede llegar a hacer gracias a la virtualidad de se legado, a su poder demiúrgico de crear posibilidades. Entiéndase esto con todo rigor. Recordaba Zubiri en estas páginas que muchos españoles, de no haber sido Ortega quien fue, hubiesen sido otros; pues bien, creo que el tesoro de su existencia tiene su filón más rico en los tantos españoles del futuro que se encuentran, gracias a su obra, herederos, no ya de las cosas qué él ha hecho, sino de las cosas que él ha hecho que sean posibles. Es sabido que la riqueza de un hombre no está en la ciíra de su numerario, sino, como bien dice el pueblo, en tener posibles en ser hombre de muchos posibles Sin embargo, ni su pensamiento explí- cito, ni aun su siembra de posibilidades, agotan en su enumeración lo que de veras ha sido la presencia real, la actualidad de Ortega. Si las he aludido es para señalar que las excluyo y deslindar el perfil de otras cosas más huidizas y sutiles, muy, difíciles de enunciar y, por desgracia, imposibles de transmitir en modo alguno. Quisiera referirme aquí, precisamente, a lo. que no. queda. Son notas o rasgos de su persona- -destellos o vibraciones, más bien- -casi inefables, porque no dejan huella que pueda conservarse, pues su naturaleza es una forma Cambiante, fugitiva, inasible. Aludo a esa elocuencia tácita que irradiaba de su presencia física. El don Biás impagable que. nos da con su presencia el maestro, el gran hombre, no reside en su modo de ser cosa ninguna determinada, por excelente qué sea su grado, sino su modo de ser cualquiera y toda cosa que le sucediera. Serla inútil el intento de sugerir enunciando matices y cualidades aquel su modo de ser y hacer cualquier cosa; si decimos que era veraz, prudente, justo, elegante, cordial, austero; que tenía donaire, garbo, gravedad; qué imponía respeto, confianza, moralidad, limpieza... no, es inútil. No hay forma ni concepto que evoque eso que no queda, lo que definitivamente hemos perdido. Quizá el recuerdo de una fábula poética pueda, en la ocasión, ayudarnos. En El gran teatro del mundo el formidable auto de Calderón, quien, como tantos españoles, gustaba de anticipar el Juicio Final, se nos describe cómo los seres que van naciendo a la vida reciben los atributos precisos para representar el oficio que les corresponde en el repertorio de la condición humana; pero al término de la existencia, cuando a través de la se- pintura se encaminan al juicio definitivo, cada uno ha de devolver el ornamento que le prestaron. El mundo va reclamando a los mortales el ropaje que les dio la ilusión de identificarse con el personaje que han representado, Pero hay un mágico y rebelde personaje con quien el requisito es imposible: el paso por la vida consume su virtud a la Hermosura, a la que no puede despojarse de su apariencia porque es toda ella en sustancia, un puro aparecer, estar presente. No puede devolver la corona, como, el rey; ni el azadón, como el labriego; o sus joyas el rico: no puede desnudarse de nada que quede aparte de ella porque actúa en su propia aparición y ss agota en el hecho de su existencia; como un fuego que no deja ceniza. Pienso que esa genial intuición condujo al poeta a enfrentarse con la cima de lo humano y su mejor símbolo. Y no hallo ejemplo más expresivo, aunque el carác- iraevaménta al servicio del público, totalmente reformado, nuesr tra casa de SALUD, 21 semiesauina a GRAN VIA E EN ESPAÑA Marqués de VaWéiglesiasj 6 Plaza del Callao, 1 AVda. José Antonio, 45 Góya, 21 rnani, 17 San Sebastián Nerviosos y mentales- Ambos sexos Asistido por Hermanas Carmelitas Director: Prof. J. J. LÓPEZ IBOE MADRID (CÁRÁBANCHEL ALTO) Teléfono 28 86 07 (C. S. 1,534.

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