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ABC MADRID 22-10-1955 página 30
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ABC MADRID 22-10-1955 página 30

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C Ü 5 ABAB 0 ZZ D E O C T U B R E Í 3 E 1 S 55 EMO 1O N 53 1, A MARAÑA. PAG. 3 Antonio M a r t ín de la Escalera llamó a la guerra de África l a g r a n apoteosis d e i romanticismo español Bastará recordarla a través de Pedro Antonio de Alarcón, de aquella nube de poetas que leían engoladamente sus versos desde el prestigioso sillón de la Academia, o encaramados en una simple farola, de los maravillosos cuadros de Fortuny o de los recibimientos apoteósicos a las tropas victoriosas, para comprobarlo. También ss le ha llamado, y en este caso no con propiedad, la guerra grande de la paz chica Como es consiguiente, esta afirmación exigía la precisa y clara delimitación de cuáles eran los rosultp. cios que se querían obtener y cuáles los m realmente se obtuvieron. Respecio al calificativo de grande, nos conviene también matizar el concepta para no llegar a conclusiones falsas; grande fue en ella todo lo. popular, los soldados, los genéralos del tipo de Prim, los voluntarios catalanes y vascongados. 121 Estado se mostró inferior a su tarea, imprevisor en la preparación de la guerra y en los medios pava hacerla, en la ponderación de les obstáculos internacionales, en los motivos de exaltación patriótica y, en una palabra, en todo aquello que significase reflexión y previsión, ausentes en nuestra vida política dsl XIX. La empresa de África se montó artificialmente para servir un objetivo interior; lograr ia unión, efímera de les españoles en torno a una empresa exterior y vestir- a ésta con todo el aparato de una tradición que resultaba ya sin eficiencia. a Rsina doña Isabel 31 ofreció sus joyas, en gesto paralelo al c ¿ue se atribuye a lá grcn Reina, sin comprender cuántas y cuan varias distancias de todo orden debían ser guardadas. En Tetuán, una mezquita ss transformaba en iglesia católica para el culto de Nuestra Ssñora de las Victorias, bisando así el gesto del cardenal Cisnoros e: a Oran y olvidando también cuánto habían variado las circunstancias. Ss quiso dar a la guerra un carácter de cruzada religiosa, de lucha entre el Islam y el Cristianismo, de la cruz y de la media luna, de guerra al infiel marroquí, porque el sentimiento religioso, tan arraigado en el español, aunque sea bajo íormas tan originales y a veces tan extraiias, permitiría que se inflamara el entusiasmo del pueblo, tarea fácil de lograr en los españoles, pero que lleva consigo el peligro de desviación hacia el patrioterisjrto infecundo y, sobre todo, de lo fugaz y muchas veces estéril de su duración. Ni los gobernantes- conducían con acierto la empresa ni los animadores de la opinión pública tenían idea de lo que significaba Marruecos para España; ctro día volyerernos sobre el tema, ejemplar, de los pintorescos poetas españoles de la guerra de África, que creían, entre otras cosas, que las arenas del desierto empezaban al pie de las murallas de Ceuta. En aquella guerra Marruecos no adquirió sus contornos claros más que para el pueblo, que lo sentía dentro de sí, aunque no hubiera sido preparado para comprenderlo; sus reacciones exactas le permitieron, entonces y siempre, actuar de factor de corrección en las desviaciones o en Tos errores de bulto de los gobernantes. Recuerdo que, a semejanza del epispdio de las joyas de la gran Reina, cuantío visitó D. Alfonso XIII Meliüa, luego de la campaña de 1909, algún palaciego, tan ayuno de conocimientos de Marruecos como afanoso de adulación, dijo al Soberano: ¡Señor: óeaúc los Reyes Católicos, ningún monarca español ha conquistado tantos terrenos en África como Vuestra Majestad! Sin embargo, ya el africr- nismo español había sentado muchos años antss, recogiendo el sentir auténtico de España, que en Marruecos no había más que jn objetivo que conquistar: el corazón di los marroquíes para que los tíos pueblos se miraran como hermanos a ambos lados dsl estrecho, cumpliendo ima raigón que cada día se hace más trascendente. ¿Por qué era, pues, chica la paz? ¿Era por ventura el objetivo Marruecos? Cier- nísrnq, no alcanza a definir la misión que, sin embargo, entrevé, al afirmar que va allí por el tamente, no. Ya se sabía, Pedro Antonio convencimiento de que en África esde Alarcón ya lo había de recoger en su taba el c a m i n o de aquella verdadera Diario de un testigo que la conquista grandeza nacional que los españoles perde Marruecos era una empresa colosal, dimos p c r resultas del descubrimiento porque había que culminarla centímetro de América... el ver tan claro como la a centímetro y porque, sin ejército regu- luz del sol que la política exterior de la lar, la derrota de unos contingentes arma- nación española debía reducirse a una dos no significaba, ni mucho menos, el constante expansión material o moral, término de la guerra. Ya nos advirtió In- guerrera o política, comercial o religiosa, glaterra que ni siquiera a Tánger nos de- civilizadora, en una palabra, hacia aquel jaría llegar, porque ella, muy amiga de continente, fue, por último, el temor de Marruecos en teoría, lo subordinaba todo que, en otro caso, Francia o Inglaterra, o a su propio interés: Tánger no podía ha- las dos juntas, nos arrebatarían esa micer nunca sombra al peñón de Gibraltar, sión providencial... inglés, en el Estrecho. Y al final ds. la Como de guerra, ni siquiera la ilusión del Tetuán deja algosíntesis sin su vida de campaña, fugaz, continuidad conquistado; salvado el honor de las ar- ta, sin antecedente definido. Es inmediamas, no sentíamos ninguna apetencia por tuitivo, que le sale del alma como algo incristaliun territorio en el que, en definitiva, des- zación de tan opuestas y variadísimas imde un ángulo materia! nada teníamos que presiones cerno allí recibiera. Pué un pehacer. Y así, Tetuán fue sólo una garantía riódico, El Eco de Tetuán del cu. ai no en la que tampoco España había de ha- había de aparecer más que un número, cer gran hincapié porque nada ambicioaparición tenía trascendennaba, en ese aspecto, de su contacto con peroy cuya importancia queuna escapaba al cia una no Marruecos. cronista de la guerra de África. Si en el orden material la paz era chi- Hoy- -decía. -es un día solemne- para ca ¿sucedería igual en el espiritual? Pe- el Imperio tíe Marruecos. Hoy ha empedro Antonio de Alarcón, que va a ser el zado a funcionar en esta, tierra bienhetestigo por antonomasia de la guerra de chora la máquina de Guttemberrr. Hoy na África, que sentía en granadino el africa- aparecido aquí el primer número de un periódico titulado El Eco ds Tecuán Cabe para España la gloria de haber sido la primera que ha traído a Marruecos siquiera en tímido y pasajero ensayo, ctrft de los mayores inventos de Ja civilización. Mañana, acaso, se habrán de borrar cus huellas; pero el hecho moral subsistirá siempre. Quiero que los futuros tiempos, cuando este país despierte ele su mortal letargo, cuando entre en la comunión cié GURO ES COMO UNA los pueblos, cuando aprecie y ams todo la qus hoy aborrece, cuando sea, en iin, imanación culta, civilizada y amiga de la, humanidad, se diga por la raza que lo habite que en el año 1380. pasó por acuí un ejército ds españoles, y que esta ejercita no sólo tendió los hilos eléctricos y las vías férreas sobra las llanuras del ITad el Jelú y surcó las a. uas de este río con barcos de vapor, sino que imprimió un periódico dentro de los mures ds Tet ián. España adquirió en la guerra del 60, 3 si guerra de África de nuestros abuelos, na prestigio rai. Marruecos que- luerío h bí- a ele malgastar. Pero, además, CE; rasrrt puso al descubierto la clara re ioad á -s loa sentimientos que unían a los dos pv- v lolos tan distintos y opuestos a a. uellcsi ue, en una deformación del auténtico Een i tir da España, aparentaban ser. Por curioso contraste, la juventud marroquí había de sufrir, rr. ás de medio siglo, después, una deformación SDniejante. Hace poco más da veinte años se celebró el centenario del nacimiento ú. 3 Ff ¡ch- o AnFUNDADA EN 1916 tonio dé Alarcón; Tetuán no podía estar ausente en el recuerdo a aa fisura liteMADRID SERRANO, 12 raria tan destacada, que llevó por ol mundo las iranresionss de una guerra civil entre españoles y marroquíes y ave. compendió sus sentimientos creando SI Eco de Tetuán el primer periódico que vio la luz en el Imperio tíe Marruecos. Por análogos deformados motivos craa los gobiernos españoles de 1359- 60, Ion m? rroquies más sensibles a la idea nacional sufrieron el espejismo ele ver en Alarcón el cantor de una guerra que había sido desafortunada para Marruecos. Espejismoera, como espejismo fuá el carácter de SALONES para BANQUETES cruzada crue en España se quiso dar a esa Y MESAS BE ENCAKGQ guerra. El día en que España y I- íamseoa sinteticen sus recuerdos de acuella H Í 5 a CALLE ARENAL, 9- TELEF. 32 20 97 civil en eí 3, símbolo tíe El Eco tía Tetuán aníbes pueblos tendrán la visión juste, de cómo fue ele beneficiosa la paz y cónio ríe chiquita la guerra, Como lo supieron vsr- jn cuarto de sivendo o permuto por piso o pisos en Maglo más tarde los africanistas eápañelas drid desalquilados; valor, 600.000 pesetas. gracias a esta valoración justa de los s. nAPARTADO 781. timier. tos de Marruecos y de España, mi fue, en ¿eñnitivs, y a través de tan ve rl: s facetas y de tan diversos acori c -imientos, el auténtico fruto de aa asila BRUSELAS VII, BUENA OCASIÓN uerrn 6o África de nuestros abneL. Tomás GARCÍA ETCrüEROA. a, 23 1. I M I U. t H. llfn- -fcf L,

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