ABC MADRID 21-10-1955 página 8

E la plazuela de Santiago al Altillo de Palacio iba antaño la calle dé la Cruzada, llamada así poraue en ella estuvo desde sus principios el Tribunal de la Cruzada. Una rúa corta, escondida y silenciosa, en forma de ese, y en la que hace medio siglo habitaba don Gaspar Núñez de Arce, el insigne poeta de La ¡visión de fray Martin en el palacio que hace esquina con la calle de San Nicolás, donde tuvieron su cuartel los Reales Guardias Alabarderos. Y en la acera de enfrente de la casa de don Gaspar, tocando la esquina, una taberna- -que aun existe- -en la que su abigarrada clientela, señoril y popular, tejió un ¡pedazo de Sistoria y otro de novela, pues que tan famoso recinto fue visitado, más de una noche y de incógnito, por nuestro Rey y señor, cuya simpática llaneza gustaba de conocer, y aun de frecuentar, lo típico y pintoresco. Bello rincón este del Madrid lejano, como tantos otros. En esta plazuela había D una de la parroquias más antiguas de la Corte, la de Santiago- -todavía existente- -que al quedar derruida y Juego reedificada anexionó la de San Juan. En ella, en su bóveda, que da a la calle de Santa Clara, estuvo expuesto el cadáver de Larra, de Fígaro él gran satírico, que la noche antes se había suicidado por amor a una mujer y desamor de ésta, luego de haber dado con su pluma de escritor tan dignos ejemplos de ecuanimidad y fortaleza de ánimo; que una cosa es el hombre y otra, muy otra, su obra. En la taberna de la Cruzada también el amor había urdido más de un episodio novelesco. ¿Y dónde no, desde que el mundo es mundo? í? or este paraje cuántas veces hubo de sonar la planta, -inquieta y romántica, de Larra, él de la barbita puntiaguda entre las perillas al uso de la época, y años después el eco de los pasos, más sosegados, de don Gaspar, el de la barba ya burguesa. Hasta aquí llega algunos días el rumor ¿e unos ryiólines: son los profesores del Real que ¡viven en jas callejas contiguas y que están ensayando. En la vecina vía de Santa Clara y en la misma acera donde habitó Mariano José, un siglo después del suicidio de éste, algunos de sus nietos literarios, poetas y periodistas en plena lucha por la vida y el triunfo, comían, cuando comían, en el figón de Próculo que llegó a hacerse famoso. Por todos estos rincones, como por to-