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ABC MADRID 08-10-1955 página 27
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ABC MADRID 08-10-1955 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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¡YA ESTA EL TORITO EN LA PLAZA! I Las plaxac de antaño- -en este caso, la de Roña -vieron también toritos TRA vez un artículo taurino? Sí, señor, ¿por qué no, si lo prometí y nunca me llamé andana y nadie me lo prohibe? Además de que estas cosas del arte taurómaco- -y conste que digo arte y no quito ni tanto así- -constituyen la única fiesta alegre del mundo en que se arriesga la vida- -como los españoles estuvieron siempre enamorados de la muerte- -y de ella gusto y pretendo entender, porque en España y en su amor, vivo. jYa está el torito en la plaza! Y dirá el aficionado, por descontentadizo, misoneísta, que bien hago en hablar del torito de hogaño cuando no puedo hablar del torote o del toraco de antaño, que por no salir al ruedo ni siquiera constan sus aumentativos en el Diccionario de la Lengua. Mas yo le diré, cómo aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor lo atribuyó Manrique a nuestro parecer pues que en verdad a la alegría de los años que nos faltaban nos referimos, como ahora a la tristeza de ios que nos sobran, y así no era el tiempo el mejor sino que éramos nosotros los mejores, porque estábamos en flor y no marchitos. Por lo demás, también ahora, de cuando en cuando, suelen salir por el toril reses hechas y derechas, según antaño salían. toretes, y fue precisamente uno de los más grandes toreros de la historia, y el mejor, sin disputa, de su época, fines del siglo XIX, Rafael Guerra Guérrita nada menos, el que exigió e impuso el toro terciado que ios críticos exigentes llamaban becerro. Y Guérrita no era ni mañeruelo ni medroso; sabía que el toro no pesa ante el torero ni por el trapío ni por el tamaño, sino por la bravura y la forma de embestir. Y también por la edad, sí, señor, pues que el toro viejo y con casta se entera muy pronto de la burla, y se hace de sentido y cuando coge, recoge y se ensaña, y no rebrinca, y sigue viaje y deja a su víctima como el becerro ligero y retozón. Pero conste que la primera cornada la da igual el becerro que ha lanzado ya las bellotas; porque lo que itrmorta son las astas, esto es. la punta del puñal, y no la fuerza de quien lo esgrime. El refrán que se aplica al caballo, caballo grande ande o no ande no puede aplicarse al toro que ha de andar y correr y acudir con prontitud y fiereza a todo lo que se mueva delante de él. E! toro muy grande y muy gordo, y muy cornalón- -que puede no tener casta- -impresiona al público que imagina más riesgo y más valor en el torero, y puede también influir en el ánimo del lidiador a quien el miedo le entre por los ojos. Pero esto pertenece a la que llamé en o t r o artículo emoción fisiológica y sentimental, distinta de la emoción estética, y de ello volveré a hablar cuando se tercie. En cambio, el aficionado que atiende más a la belleza del lance en sí que al peligro, y el buen torero, como lo era Guerrita preferirán el toro adulto, pero no viejo; el cuatreño bien críado, no rechazable por su trapío, largo de cuello, correoso, enjuto, ágil y fuerte, que acuda sin vacilación y se revuelva con prontitud, que se prestará mucho más al lucimiento del torero, que el toro gordo y grande, tardo y pesado, de los que dan sólo media arrancada y se quedan quietos después de cada lance y hay que porfiarles para qué vuelvan a embestir. Y conste que al referirme a aquél, no me refiero a ese estilo de toro, bravo también, pero suave, lento, a veces tardío, que hemos dado en llamar pastueño sino al que tiene fiereza, codicia y celeridad, que ése. aunque embista derecho, es, al fin y a la postre, el más difícil y peligroso para el torero que no sepa colocarse en su sitio, graduar la distancia del cite, templarle la violencia de la arrancada, acompañarle en el viaje procurándoselo muy largo y llevándole siempre toreado, para desgranar la faena, y escandirla, y darle ritmo y belleza, sin qus el toro lo arrolle, lo roce ni le tropiece siquiera la muleta. Con un toro de éstos, que no era una mona ni un elefante, ni el bs cerro de oro ni el buey Apis, pero bravo y bien encornado, acabo de ver hace pocos días, en la plaza de Madridejos, la lidia más hermosa y brillante, como nunca la vi antes en mí larga vida de aficionado. Y digo la lidia y no tan sólo la faena final, porque aquel que debía matarlo adivinó las condiciones del toro desde que le vio salir de los chiqueros, y se jugó la casualidad de su adivinación al primer lance de capa, antes de que nadie lo corriese, y tras el lanceo primoroso, armonioso y ceñido, ya no de. tó que lo tocase peón alguno, y él sólito lo llevó a los caballos, tirando de la res por delante, sin rozarle con el caoote los ijares, sin torcerlo, enseñándole a embestir. Y él sólito hizo los quites, y le puso desoués tres pares dé banderillas y fue a desafiarle con muleta y espada cuando aun embestía con fuerza y prontitud, y le fue disminuyendo con temple y dominio la violencia de la embestida oara darle al trasteo la tentitud y la majestad de un andante bien cantado. Y no oaró allí la cosa, porque como el toro tenía bravura, el torero Quiso alargar la faena. Todavía se. alejó de él, para volverle a alegrar, y le dio Fue, nada menos, Rafael Querrá Guerrita quien exigió e impuso el toro terciado, que los críticos exigentes llamaban becer. ro. hasta media docena de pases por alto, para que el toro volviese a levantar la cabeza y tomase aire, y luego reanudó otra serie de naturales, y acto seguido, en los medios del ruedo, citó a recibir, recibió y le metió a su enemigo todo el estoque entre las mismas péndolas, con lo que cayó el bruto sin puntilla patas arriba, y se puso la plaza entera bocabajo. Y todo esto... ¿decía usted algo señor don Antonio Bienvenida? ¿Nada? Ah. usted perdone, creí. Como le vi a usted sonreír... Pero volvamos al torito que ya está en la plaza. ¿Qué hacemos con él? ¿Lo que hacían antes? ¡Ay, no! No son los mismos los gustos del público; no es la misma la lidia, que se efectuaba de otra suerte, y no es el mismo toro que era antes. Pero conste, y se lo demostraré, que este de ahora es generalmente más bravo, pero mucho más, que el de antes. Para esto hace falta tiempo y espacio y habrá de ser en otra ocasión. Mientras tanto, dejemos que el torito, que siguiendo el nuevo uso y la nueva orden de lidia- -mal uso y mala crden- -ha salido a la plaza antes que los picadores, y está solo en los medios, míentras los peones le hacen desde lejos señales telegráficas con los capotes como banderas, se vaya enterando de todo! o que no debe. ¡Le digo a usted, guardia! Felipe SASSONE

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