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ABC MADRID 06-10-1955 página 19
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ABC MADRID 06-10-1955 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
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ka isla CÍM, n su parta Sur, dond la atlintloat rugan oemo vaoas. (Peto n temible y sus abismos llenos de monstruos. Con barcas forradas de cuero recorren el vasto Océano... Tartesios, gaditanos y griegos, buscaban febrilmente el plomo y el estaño que encerraban, ricas, las Kassitérides Eran los wolíramistas de entonces, aunque sin teléfono, haigas televisión y aviones como los de nuestros días. Al principio se denominaron Kassitérides -como afirma García Bellido- -a las costas occidentales de Galicia e islas contiguas. Mas tarde a otros lugares en los que se encontraba- -semiagotados ya los primeros yacimientos- -el estaño, con abundancia o a ñor de tierra. Podemos hablar de varias Kassitérides en el tiempo y en el espacio, desde nuestras islas Cíes y Ons, a la Armórica, Gales e Irlanda. Ascendemos por la isla rumiando su historia, porque las Cies tienen historia, y buena. Los primeros celtas, llegados en el VI a. d. C. a Galicia, portadores del hierro, del culto a la serpiente y de la cultura de Hallstatt, arrojan a los oestrymnios de sus tierras, según el propio Arleno nos relata. Precisamente en las Cíes se refugian, desesperados, grupos dispersos, como mas tarde han de refugiarse los fugitivos herminios, perseguidos por Julio César desde la lusa Serra 4 a Estrela César, que hace conocer a la celtía, en palabras de Hubert, la ultima faz Que le conoció la humanidad: su faz de muerte Los indomables Herminios, tras cruzar el Miño, se atrincheran ante las altas, y brillantes rocas de las Cíes, rechazando asalto tras asalto. Par reducirlos, César bloquea las islas hasta hacerlos perecer por hambre. Luego han de alzarse cenobios benedictinos, en los que los monjes tienen que mantenerse tensamente armados, para repeler los ataques de los Wlkingós asoladores de nuestro Noroeste y de los piratas berberiscos o turcos. Los mismos piratas que después de haber fondeado en las Cies asaltan, en la mañana del 4 de diciembre de 1017, la abierta villa de Cangas, arrasándola, quemándola y pasando inmlseriCordes a cuchillo a sus habitantes, pese a su heroica defensa. Los propios benedictinos que tanto nos recuerdan- -en estas islas- -a los caballeros templarios, supieron más de una vez del frío sabor de la espada o el cuchillo largo en la garganta para perecer al fin, definitivamente degollados por Drake en 1589, después del fracaso de la Invencible. Fue cuando el ennoblecido pirata dijo que se retiraba muy satisfecho por haberle quemado las barbas al Rey de España La verdad es que se retiró porque el señor de Salvatierra, don Luis Sarmiento, al frente de improvisadas fuerzas, le obligó a ello, y aun colgó, a vista de la escuadra, un buen racimo de herejes en el Castro de Vlgo. En esta misma Isla, donde fondeaban las flotas ahgloholandesas enemigas del Imperio español, fue otorgado en mayo de 1201 por Alfonso IX, el Fuero que confirma las libertades de la antigua Erlzana, cuyos fuertes contactos comerciales se extendían, en la Alta E d a d Media, por Gascuña y LA Socuelle. Sayona, la primer porción de las Bspañas, que tuvo noticia del milagro del descubrimiento al a r r i b a r a ella la maltratada nao de Pinzón... Pero la historia desaparece de pronto al llegar cimeros al enorme cantil, que constituye la mejor balconada de toda la provincia de Pontevedra, para contemplar la maravilla del Atlántico. El sol, como una gran ascua, se sumerjo lentamente en la mar, sobrevolada por millares de gaviotas y m a s o a t o s que lo despiden con gritos inarticulados y agrios. Por veces nos parece oír su chisporroteo al contacto del agua, como hierro en fragua de herrería. Una nubes, asíntonas y finísimas, se incendian de pronto como una apoteosis. Se columbra el rayo verde, mientras el mar aplacado lame los cantiles, que tantas veces saben de naufragios, de espantos y de muertes. Luego, las primeras estrellas, obedientes y exactas a la suprema farolería, comienzan a encenderse puntualmente y una inmensa y noble paz nos invade. Cuando se aloe un parador en las Cíes, aconsejo qué vayan allí los que de veras padezcan angustia o aurmenaje Para el mal del siglo aseguro a ustedes, honradamente, que no conozco, no creo que haya, sanatorio ni tratamiento mejor. Las altas gaviotas asi lo proclaman desde la mar mayor. J. M, Q.

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