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ABC MADRID 07-09-1955 página 3
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ABC MADRID 07-09-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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D I A RI O I L U S T R A D O P E I, NFO R M A C i O N G E N E RA 1 fUNDADQ EN 1805 POR DON rQRCUATQ LUGA DE TENA DIARIO 1 LUS T. R AD O DE 1 N FO RM AC 1 O N G ENE RAL que nadie tenga todo el idioma, cada uno tiene el suyo, Y me acude a las mientes el recuerdo de otro maestro y amigo, Antonio Machado, que declaro no amar los afeites de la actual cosmética y dijo cómo quería dejar su verso según deja el capitán su espada: famosa poi la mano viril que la blandiera, rio popel docto oficio del forjador preciada. Y ahora vuelvo a mi Baroja y me gozo la felicidad del retorno. En estos días, hace muy poquitos, volví a leer en éstas, columnas de A B C la reproducción de un cuento suyo titulado Ehzabide el Vagabundo qué es una narración, corta- -r- sólo un hombre ue se enamora de na mujer y una mujer que se enamora de un hombre- que pudiera serlo mucho más, como pudiera ser larguísima sin detrimento de su belleza, porque la pro lijidad es atributo y licencia de todo buen novelista, y Pío Baroja es de los que no aburren nunca, como lo más reducido y angosto logra hacerse grande y ancho en 1 pensamiento, y lá extensión de las cosas no es la que tienen en la realidad sino la que ven los ojos de nuestra fantasía y de nuestro pensamiento Y me pareció que en esta narración había una síntesis de todo él arte de Baroja, y pedí á mi librero inmediatamente los nueve volúmenes de su obra completa, y ahora, cuando estoy a media lectura, ya no puedo contener el impulso, de mi admi- ración hacia este gran narrador, perer grino incansable que anduvo por todos los caminos llevando en su mano el espejo de Sthendal. Acaso sea el camino lo primero que ve, y en el camino brotan los personajes, que sólo describe en su figura y fisonomía sin pretender explicarnos a priori su alma, porque el alma sé revela con los hechos. Así no; tiene estiló, porque tiene siempre el estilo de sus personajes, que es el mejor estilo del verdadero novelista que oye hablar a sus criaturas y las mira moverse y hace que la novela viva por los hechos que en ella ocurren y no por las ideas del autor! Releo ahora mismo- ¡oh delicia de releer 1- -las últimas ocho líneas del cuento que me ha servido de acicate: En derredor brillaba la noche, llena de misterios: en el cielp palpitaban los astros. Elizabídé el Vagabundo con el corazón ahogado de sensaciones inefables, sofocado de felicidad, rnirafia con los ojos mujr abiertos una estrella le ana. muy lejana, y le hablaba en voz baja. Y ahora digo para mi capote de este gran escritor realista: bendito sean los realistas que hablan con las estrellas He querido saludar a Pío Baroja, come pienso que es todavía el maestro ñt todos nuestros novelistas, y este adverbio todavía, seguirá siendo siempre para mí ¿Que si es un novelista nuevo? jAy, qü sé yo! Las cosas nuevas se hacen bue ñas con el tiempo, que es la demostración y la garantía de su verdad, y cua do ya tienen; tiemoo, dejan de ser nuevas para hacerse inmortales. -Felipe SASSONE E p a r e cer ia natural q u e cualquier lector me preguntase a qué viene eri el epígrafe este endecasi labo antiguo, en elque sustituyo caprichosamente al nombre del gran Emperador romano- ¡y sevillano! -el del gran novelista vasco. ¿Es una broma? Tal vez sí porque la urdo con alegría; pero no en son de burla, sino jugando con ésa gran seriedad que ponen en sus juegos los artistas y los niños, aunque yo- -pobre de mí- -haya dejado de ser niño y no haya conseguido ser artista. Don Pío Baraja es el único gran escritor español de mi tiempo con quien ncThe tenido la honra de cambiar un saludo Durante mi medio siglo de vivir en España, a donde llegué henchido de amor y bien nutrido de su literatura, como así me enseñaron desde la cuna en mi Lima natal, procuré siempre acercarme a los maestros, y alcancé la vejez luminosa de don Benito Pérez Galdós, Jacinto Benavente fue mi primer protector y mi mejor amigo, y Ramón del Valle Inclán me sentó muchas veces a su mesa cara a cara los dos solitos; y mientras se le llenaban de migas de pan. las barbas de chivo, se le llenaban taita bien de luz los ojos y de bellas palabras la flor de su sonrisa, y oí de labios de doña Emilia Pardo Bazán sabios consejos, útiles para la profesión que no he aprendido, y reproches amargos, severos y encendidos, que a mí se me antojaban caricias, de don Miguel de Unamuno, ruiseñor con cabeza de buho, y alguna felicitación del maestro Azorín y de todos conservo en ñ archivo unas poquitas cartas únicas sombras de laureles n la aridez de mi camino. Pero de don Pío Baraja nada tengo escrito de su mano ni ésta pude estrechársela jamás. Hace treinta años, en tardes de invierno, solía verle por la calle o en alguna librería de lance, tocado con una boina, las manos en el bolsillo del gabán y, al parecer, a la vez, de unas cosas curioso y de otras distraído: tenía una mirada profunda y lejana, tras de unas cejas foscas, y le asomaban por. encima de Una bufanda una nariz de perro dogo- -la nar ríz de Emilio Zola- -y unos pelos barbitaheños, de barba corta y redonda, de viejo militar francés- a la boulanger y parecía esquivo y gruñón. Nunca me atreví a acercarme a él. Ya había leído sus novelas y de ellas deducía cómo debía de ser hombre que no estaba a gusto con su circunstancia ni con su vida, y pues que por esto precisamente me atraían sus narraciones, y algunos compañeros me aseguraban que escribía muy mal, a mí en el fondo me irritaba la admiración casi inconsciente que, lograba despertar en mí Un enemigo de la sintaxis. Porque yo entonces- -y hasta, hace muy poco- -era un maniático del estilo, sin saber lo que era el estilo, como si éste no fuese lo personal de cada escritor que tenga el suyo, y aspiraba a ser un estupendo gramático y un gran réto rico, y en todo lo escuchado o leído prefería más que lo que se decía el cómo se decía. Hasta que un día, a raíz de unas M PÍO, FELICE TRIUNFADOR BAROJA recientes discusiones eri torno a lo gra tnatical y correcto, tras de cazar palabras como si fuesen mariposas y clavarlas por el corselete para su clasificación, con lo que ya no volaban, me di cuenta de lo vano de mi tarea. Y de lo fácil, cuando releí en Ánatole Fránce la estupenda ironía con que exclamaba ante un buen pensador que escribía mar? Quel escriyain vous feriez, si vous aviez moins d idées! Lo cual no era un reproche, ciertamente, y me llevó a recor- dar otra ironía de aquel inolvidable doctor en Medicina, más doctor en Literatura, Vital Aza, que abandonó a las enfermeras para irse con las Musas: Pero la ¡dea n $i mporta nad ouando se sabe versificar. Claro que no importa, cómo es muy cómodo escribir sin decir nada, porque los juegos malabares del lenguaje se hacen con gran desahogo cuando las palabras son como pompas de jabón y no pesan por su contenido. Pensar y decir bien lo que se piensa, acaso sea más labor de crítico que de narrador, y es siempre milagro rarísimo, como el de dbn José Ortega y. Gasset, que piensa hondo y escribe a maravilla, con gran belleza, sin casticismo reductor, -sin esclerosis gramatical y sin retorica postiza. Porque la mejor de las retóricas es la que no se ve. Y aunque algunos más pudiera citar, me acuerdó ahora de un amigo poeta a quien admiro y quiero, Agustín de Foxá, que escribe divinamen te mal con palabras y giros que para sí quisieran los que escriben horriblemente bien. Llevo, pues, cosa de, un mes nacido á una nueva luz que acaso más me deslumbre que me caliente, y en. ella afirmo que el idioma nace del pueblo, que es quién lo inventa v lo sabe, y no es de nadie porque es de todos; pero aun-

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