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ABC MADRID 24-08-1955 página 3
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ABC MADRID 24-08-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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Dli fcRIO I L U sTR A D O D E I N FO R M A C 1 O N hütá GE N E R A L J É l p DIARIO ILUSTR A DO DE 1 N F O RM A C I OJs G E NER A L FUNDADO EN 1806 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA la se unda parte: después de inventar y descubrir, recordar. Recordar para iio olvidarse. Porque recordar- -y no es esto insistir en lo ya glosado- -es vivir plena y conscientemente nuestra vida. ¿Podría nadie clavar los ojos en lo pretérito sin estar viv en lo actual? ¿Podría distraernos lo que fue, sin temer lo futuro? No se corta la vida más que en lo que es nuestro, cuando dejamos de vivirla. Y aun entonces sigue hilvanada, prendida en las vidas de los demás. Forzosamente Jpára vivir hemos de ir levantando emociones nuevas sobre las emociones vicias. Muchos llegan a figurarse que nacen cada día. Nacemos todos, o renacemos, cada hora, cada segundo. Y así como conservamos memorias y recuerdos del tiempo que se ha ido en nosotros mismos, la humanidad tiene y conserva su memoria universal déí tiempo que se le fue. Todo es cuestión de querer arañar en ella para ver a distancia. Se trata, al cabo, de resolver un problema de perspectiva fácilmente asequible, no de un privilegió ni de una excepción. 1 Hemcs de recordar, mirando lo pasado con los ojos de los que lo vivieron- y nos lo legaron, en páginas, tendenciosas o serenas, frías c. calientes; pero lo miramos con nuestros ojos saturados, átinque nos pesara, que no nos pesa, de modernidad. Así, las historias están presentes en nosotros. Lo que de ellas nos es propio en su punto de partida se fue, o se va, o se alejará con cada segundo que adelantamos, con cada movimiento espiritual que acabemos de hacer. Está en ncsotros en la primera palabra que escribimos, y con el tiempo nos huye cuando terminamos de escribir la última. Entonces todo lo escrito ya no nos pertenece. Luego, pues, de inventar lo ya invende hallar realmente y, dela memoria lo ya olvidado. Y si esos olvidos eran injustos, mayores honestidad y eficacia las del remedio. He aquí, por ejemplo, los olvidos que padecen unos y otros de nuestro teatro de los s i g l o s XVI y XVII, q u i z á del XVII! y del XIX; y si mucho nos apuran, del XX que respiramos. En esto nuestros padres y abuelos supieron ser mejores que nosotros, porque no olvidaron tanto como nosotros. Desde luego, en el infausto siglo XVIII comenzó a ponerse en pie el teatro espa- Hs aquí Ei OLVIDO DEL hflATRO ESPAÑOL lí srsa importantes. Pero no basta esa ñol antiguo, representándolo puco; y no labor de recuerdo. El volumen, la exbien, cierto; pero discutiendo, editan, tensión de nuestro teatro llamado -cládo y divulgando casi por completo sus sico exigen más atenciones, más proobras más populares y señaladas, Los be- tección y más ordenados y sostenineméritos nombres de López de Haro, dos estudios. Valen y pesan con auVázquez, los Leefdael, Hermosilla, Nava- téntico valor los análisis, ediciones, texrro y Padrino, en Sevilla; de Alonso del tos restablecidos, bibliografías parciaRiego, eñ Valladolid; de la Imprenta de la les y críticas realizadas desde 1850 hasSaírtq Cruz, Toxar, Torres, García Ono- ta ahora. Pero, ¿qué puede representar rato y Villagordo, en Salamanca; el de todo ello si en esos cien años no se ha Martínez Aguilar, en Málaga; el de Mur- mejorado ni ampliado el Catálogo de La guía, en Cádiz; los de Serra y Nadal, Barrera, ni se ha llevado a efecto el ínCentené, S u r i a y Burgada, Estivill, dice total de nuestras obras teatrales, ni Ouasch, Gibsrt y Tuto, Escudé, los Pi- se han publicado en edicicnes correctas ferrer, Sapera y Campíns, en Barcelona; y claras las importantes colecciones comlos dé Peris, los Orgas. Domingo y Mcm- pletas de nuestro viejo teatro? Intentepié, en Valencia, y. los de Sanz, héredé- mos aventurar unos datos interesantes ros de Medel, los Cruzados, Ruiz, Blas para nuestros lectores: concretemos en Román, Joseph González, López, Teresa mil cien la cifra de autores dramáticos de Guzrñán, los Quirogas, Espinosa y de España durante doscientos cincuenta Navarro, en Madrid, para no citar sino años. (siglos XVI, XVII y primera. mia los más importantes, sostienen en ese taddel XVIIIK Fijemos en cuatro mil siglo, mal estudiado y entendido en lo y que se refiere a estos particulares, bue- trescientos la cantidad de comedias dedralos na parte del edificio de nuestro teatro, mas clasificables, en quinientos la y quinacional con sus originales ediciones de autos sacramentales; en cuatro mil menor obras sueltas, en series y al alcance de nientas la de las piezas de teatro todas las fortunas. El maldito si- a la mano, en cerca de dos mil las de las glo XIX limpia, fija y da esplendor a piececillás por examinar. En conjunto, estos nobles recuerdos, y levanta la con- vnas once mil y trescientas obras retinuación de aquel teatro, creando, ade- presentadas Van incluides en estas sumás, el suyo propio, extensísimo y en mas los índices de La Barrera y los de muchas ocasiones excelente. Serán unos manuscritos de la Biblioteca Nacional. poces hombres, ilustres eruditos- y, mo- -Pues bien, ochocientas veinte comedias destos, quiénes lo saquen adelante: los no llevan ios nombres de sus autores, ni tres Fernández- Guerra especialmente don lo expresan tampoco cerca de cuatro mil Aüreliano; don Cayetano Alberto de la piezas de teatro menor. ¿Qué indica esta Barrera, Hartzenbusch, Cañete. Rosell, cantidad de comedias o dramas anóniMenéndez y Pelayo y don Emilio Cota- mos y no atribuidos? Indica que muy ñecos estudiosos se han dedicado a restablecer los textos y a restituir con aut o r í dad, científicaStfifcr mente, esas obras a sus verdaderos padres y autores. La edición de la Aca- RUMBO A NUEVA ZELANDA, -Tr hombres- ntp ellog un muchacho de dieolslet artos que hasta hora nunca vio I mar- -h o sátldo a bordo del pequeño yate de do torsaladas. 4 ell ¡eu haola Nueva Zelanda. Aqui aparscen M I puerto de PIymoulft (Inglaterra) haciendo lo últimos preparativos antes da emprender la primera etapa de tu dilatado y pai yyso cruéwa, (Foto Cifra. ahora. Nadie se ha atrevido a publicar las Partes Escogidas y de diferentes Autores, ni las de Partes de cada autor. Y las aut é n ticas ediciones, primeras, son rarísimas y no manejables. Pero la ocasión y el espacio no n o s p e r miten subsanar tantos olvidos. Mañana seguiremos recordando, porque, en f i n de cuentas, la conciencia del olvido ya es el recuerdo, y 1 r e c u erdo puede ser- la enmienda tle- nuestros errofes. Joaouín MONTANER

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