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ABC MADRID 14-08-1955 página 28
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ABC MADRID 14-08-1955 página 28

  • EdiciónABC, MADRID
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ro. que lo visitan. De la disposición y traza que tenía Aranjuez a fines del siglo XVI con sus edificios, bosques y jardines da cabal idea el plano o dibujo que por entonces levantó un arquero de la guardia de Felipe II, Jean Lhermitte, pieza muy poco conocida y por extremo curiosa. Durante el siglo. XVII los Reyes españoles seguirán disfrutando, de sus encantos, con estancias más o menos prolongadas y mejoras parciales de nuevos edificios y plantaciones. Coi el advenimiento de la Casa de Borbón Aranjuez cobra mayor importancia aún. Como es sabido, cuatro eran los sitios reales en los, que los Monarcas españoles hacían periódicas jornadas al tempero de las estaciones del año. Para los meses calurosos de verano elegíase el bosque de Valsaín; y al destruirse su Palacio por un incendio devorador a. fines del siglo XVII, La Granja, mandada, levantar por Felipe V a imitación dé Versalles. hará sus veces; ¡El Pardo y El Escorial sirven para el otoño, mientras que en los de mayo y junio, es tradicional y casi coligado el traslado de la Corte a Aranjuez, Fáltame espacio para- describir el curioso espectáculo que en aquellos tiempos ofrecía una jornada regia a estos sitios reales, fácil de trazar a la vista de la copiosa documentación que guarda el mismo Archivo de Palacio. En ella se registran todos los preparativos que exigía, desde que el mayordomo mayor trasladaba al contralor la orden de los Reyes señalando el día de la partida, hasta que, por disposiciones muy minuciosas del segundo, se ponía, en movimiento aquella pesada máquina de la servidumbre palatina, con sus coches, carros y acémilas, ora para las personas que formaban parte necesaria de ellar ora para- la impedimenta de los numerosos oficios anejos a las casas del Rey, do la Reina, príncipe e infantes: cocina, cava, sausería, panatería, cerería, relojería, botica, farmacia, eta. y con ellos los mozos de litera y de retrete, gentiles hombres de boca y casa, aposentadores de camino, caballerizos, pajes, músicos y cazadores, etc. todo un mundo, en fin, abigarrado y cortesano que tiraba sus gajes y vivía a la sombra bienhechora de los Reyes, previo estricto cumplimiento de as etiquetas reales, implacables y exactas definidoras áe los derechos y deberes dfi cada una. Ya en Aranjuez, asentada la Corte, no faltaban tampoco, sobre todo en la época. de los Bortones, diversiones y espectáculos, que hacían grata y entretenida u tancia: corridas de toros, representación teatrales, ora serias, ora bufas, yo v compañías de cómicos traídas 1 ae lad 5 d funciones circenses con cabal a: strados, fuegos de artificia. T J S C: Í Í ates del Archivo de Pafecir- aa- ¿vjr a mi- 1 nuciosa de todos, y en ¡i r 1- ílgunos muy curiosos y ex ¿c 5 r- jr ejemplo, en abrí! de ¡T ir, fr mjero pícíe licencia para v in- v máquina de sombras ¡CEI un: -linterna mágica? V; peto su solicitud i- e c í- negada, porque el buen Rey Carlos 111 es enemigo de Tcioru téstenles En junio de 1792 la Corte presencia, embobada, otro espectáculo, nuevo para muchos: la ascensión de un globo aerostático, que tripulan dos italianos, pero- con desenlace trágico, por quedar mal herido uno de ellos al tocar tierra. Entre todos los Monarcas borbónicos ninguno muestra más gusto y cariño a Aranjuez que Carlos IV; no hay apenas año en que deje de hacer su jornada al Real Sities, donde, siendo príncipe aún, edificará la preciosa. Casa del Labrador. nra dé las puertas que daban a esta galería, y ambos palatinos pudieron presenciar el espectáculo siguiente. Venia primero, solo, Carlos IV, gordo, apoplético con su aire bonachón y lentos pasos; algo separado de él, seguía una pareja compuesta por el Príncipe de la Paz y la Reina María Luisa, en acalorada conversación. Godoy, muy alterado, como persona que recrimina a otra con vehemencia y enfado, mientras que la Reina, baja la cabeza, parecía defenderse débilmente de los cargos que le hacía su acompañante. En esto, los ademanes y gestos del Príncipe de la Paz luciéronse más vivos; sus palabras- -que los dos servidores reales no pudieron oír- -subieron de tono, y de pronto, con asombro de éstos. vieron que Godoy alzaba su mano y con ella estampaba, una fuerte y sonora bofetada en el rostro- de María Luisa. AI ruido que hizo el golpe volvióse el Rey, y, preguntó: ¿Qué ha pasado? Nada- -repuso María Luisa- es un libro que se le ha caído a Manuel. Modernamente y por algunos preceptistas de la Historia se pone en duda el valor y credibilidad dé la tradición ora! como fuente histórica. Y sin embargo, este curiosísimo y desconocido episodio llegó hasta mí por conducto de la tradición familiar. Mi madre, siendo casi niña, lo oyó referir a uno de los dos servidores palatinos, espectadores de esta escena, quien solía acudir, muy viejo ya, a la tertulia 3 e mi abuelo, donde la contó; Y añadía que fue tanto el temor que él y su compañero concibieron de que llegara sabsr. se y acusárseles entonces de haber 1o propalado, que nunca se dieron mutuamente por enterados de ella, ni cruzaron jamás palabra alguna sobre tan insólito caso, como si hubieran sido ciepoy y mudos testigos de esta bofetada que no pasó a la Historia. de te Acmírmht l: ni tiiula Agustín Q. DE AMEKOA- La Reina María Luisa En cuál de ellos ocurrió o extraño y desconocido suceso que motiva este articulo? Acaso pudo ser entre 1 05 y 1807, años en los que los documentos de Palacio registran su presencia allí. Eran los tiempos de la máxima privanza y poderío de don Manuel Godoy, que i ñ v a r i a b l e m e r t e acompañaba a los Reyes en. estos viajp; y para quien en 17 de ras- ve. rie 1807 se mandan cem t ÍT dos arcas con sus frasco -vacíos para poner vino por su mandado Asi reza la orden. ¿Sería el Principe de 3 a Paz aroante del dulce licor de Baco, y esta afición explica el color encendido de su faz, tal como aparece en su retrato por Gaya que guarda la Real Academia de Bellas Artes de San Ferna. r. -do? El caso es que cierto ciia, bien de junio de 1805, l ien de mayo de 1806, hallábanse de servicio en los extremos, de una de las galerías del Palacio de Aranjuez dos funcionarios de la Real Casa ¿mayordomos, gentiles hombres, simples ujieres? de forma que, aunque a distancia, podían verse, tanto entre sí, como a las personas, que pasaran por- ello. En esto, abrióse Don Manuel Godoy.

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