ABC MADRID 28-07-1955 página 3
- EdiciónABC, MADRID
- Página3
- Fecha de publicación28/07/1955
- ID0000501829
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D 1 1 M R I O I L U S T R ADO D E INFO R MA G I O N G E N ERA L FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA U A N D O regresando a Síadrid en un día caluroso de julio veía desde mi coche cultivar los campos bajo tanta inclemencia y desamparo, vino a mi memoria una de mis visitas a los países que en el corazón de Europa tienen bien ganada fama de trabajadores. A las nueve en punto, los empleados están en sus oficinas. A las nueve en punto, llegaba yo también, y ni un solo día dejé de comprobar que, con afán digno de mejor causa, se empapaban de la Prensa diaria directores y subordinados hasta muy avanzada la mañana. Los labradores españoles, que sonríen a la crueldad del clima y a la aspereza de la tierra, pasan por el mundo como hombres fáciles a la holganza. Los pimpantes oficinistas de las naciones a que me refiero aceptan orgullosos el dictado de trabajadores y activos. En un caso, los que reciben la censura vuelven cotidianamente al campo para que esa tierra, madrastra y suegra a la vez, brote en primavera y les compense- -no siempre- -de sus fatigas. En el otro, hasta el periódico les favorece, llenándoles la mente de ideas prestadas. Las oficinas, en todas las latitudes, salvo excepciones, tienen idéntica psicología, pero los campos y los menesteres son en algunos pueblos martirio y esfuerzo, mientras que en otros pueden ser delicia y tolerancia. Los agricultores de las verdes praderas sajonas o francesas, cuya esmeralda no apaga ni el estío, miran a sus compañeros del otro lado del Pirineo como gente perezosa y antigua. Pero en un agosto andaluz, los obreros llenan las fábricas, intensifica el minero sus faenas, se encorva sobre el terruño el cortijero, ruge la fragua, se pone en marcha el horno, se levanta una nube de azules. en la cúspide de una falange de acero, canta el martillo de los calafateadores y se desliza al ritmo previsto una unidad naval, buscando el alivio del Océano... Nada se paraliza. Cuando la sombra en la alta Andalucía regala sus 45 grados, la queja del que labora bajo ese pequeño infierno está mezclada a su picara 1 suerte o aliviada con una copla: Sol de agosto. ¡Cómo quema! Pepo se pone encarnada tu carita de azucena... D 1 A R IO IL U sT R AD O DE 11 F O R íA A C I 0 G ENE RA LM tuídos públicamente en sociedades mercantiles. Bastaría que recordáramos aquel comercio prohibido que ciertos pueblos practicaban con el aliento y protección de sus Gobiernos. El hombre español no despreció el trabajo, sino el tipo de los que entonces lo ejercían; no la condición social, sino la moral; las tretas y engaños que se tenían por lícitos en los negocios. Le repugnaba el sentido utilitario, que sustituía al anhelo en un mundo mejor. El amor al dinero, basé de las transacciones, era de mal gusto para el nacido en nuestra Patria. Todavía quedaban en sus oídos las palabras de Erasmo: La clase más necia y mezquina de todas es la de los comerciantes, porque todo lo tratan con sordidez y con razones más sórdidas aún, pues a todas horas mienten, perjuran y engañan, defraudan, roban, y con tanto, estímanse como la clase más prin cipal del mundo. Hay que reiterar asimismo que en la raza latina el usurero y el prestamista han sido sujetos colocados al margen de la sociedad Tawey ha demostrado qué después de la Reforma, el cortar cupones y la especulación con valores se hicieron respetables, y recibieron la aprobación eclesiástica. Porque el prestamista fue el que levantó la prohibición canónica del préstamo con interés, rompiendo con ello el último obstáculo teológico opuesto al capitalismo No es ajeno, pues, a cuanto decimos, el espíritu religioso. Flandes, al abrazar el calvinismo, se descargó la conciencia de viejos impedimentos. Por la pluma de algunos de sus escritores recordaba España a los rebeldes que Hermes en la antigüedad era el dios de los mercaderes, pero también el de los bandidos. Como lógica consecuencia de todo ello, John Erigí, muy entrado el siglo XIX, defendería en pleno Parlamento que la adulteración de los productos podría ser admitida legalmente en la venta sometida a competencia. El alma española, además, es de antiguo anticapitalista, y se nota al través de sus pensadores y políticos. El campesino de la parda Castilla, como el de Aristófanes, quisiera ignorar el vocablo comprar. El trabajo actualmente responde en todas sus manifestaciones al elevado concepto que lleva consigo y poco a poco ha ido ganando a las clases españolas. Si es un mandato divino, aceptémosle reverentes, pero no lo exaltemos como i más importante virtud humana. Que tá un medio y nunca un fin; una ob i; gación que hay que soportar con alegría mediante la que proporcionamos al espíritu más elevadas satisfacciones, pero que jamás constituya el motivo de la vida misma. Otros son los paisajes del ánima que pueden darnos horizontes y auroras. Que haya tiempo, en fin, para el ocio inteligente y la meditación. Ocio al estilo clásico y meditación al medieval, tan necesarios en este mundo de vértigo y nadería. Dr. C. BLANCO SOLER c EL TÓPICO DE LA PEREZA ESPAÑOLA pueblos dé toda calaña recibían una lluvia de dólares, no siempre empleados en nobles actividades, la Península compensaba con la sola voluntad de sus hijos la pobreza de sus medios. Desolada la tierra, paralizados los talleres, mudos los astilleros, sin máquinas las minas, como consecuencia de una guerra civil larga y penosa, todo se puso en marcha. Y no pudieron evitarlo ni la sequía que agosta el corazón y el cuerpo, ni la riada que ahoga y desilusiona, ni las incidencias inhumanas de los países que siguen haciendo de la libertad divisa y propaganda. Cuando los dólares llegaron con el reconocimiento del error y de la infamia, España había superado ya su amargura, y agradeció más el gesto de disculpa que la ayuda material que le brindaban. El español no despreció jamás el trabajo. El problema es mucho más complejo de lo que espíritus interesados han venido presentando al mundo. Por su idiosincrasia cristiana sabía y sabe el nacido en la Península que es un castigo que lleva implícito el pecado original. Si guardaba cierto reparo para el trabajo manual no lo era por pereza o desidia, sino por el origen de cuanto con el trabajo mismo se relacionaba en el otoño de la Edad Media y los albores de la Moderna. En pleno siglo XIII, salvo Venecia, la mayoría de los señores veían en el comercio una forma de pillaje. El capitalismo bancario se inicia en Europa en el trescientos, y Barcelona, antes que la República del Adriático, requiere de la autoridad de la Taula de canvi a fin de ordenar el caos de sus empresas mercantiles. Doscientos años desoués, un español llamaría operaciones infernales a cuanto rodeaba a préstamos y a usuras. A reyes y emperadores se les confiaba el dinero al n por ico, recordando aquellos cambistas del foro romano, que dejaban sus monedas hasta el 48 por 100. España, jugando a lo divino y habiendo hecho realidad su sueño de grandeza, se enfrentó en los siglos XVII y XVIII con países de mercaderes, donde la piratería llegó a convertirse en verdadera institución, explotada por- comerciantes consti- Esa leyenda de la holganza española tiene viejas raíces, manejadas por la maldad de unos y la ingenua credulidad de los más. Nadie en nuestra Patria puede dar pábulo a semejante infundio, como no sea el que, teniendo una idea econcebida. le violente arrancarla de su cerebro. El esfuerzo y la alegría que ponen en sus quehaceres los hombres de hoy y la poca recompensa que reciben en muchos casos, es espectáculo corriente. España ha merecido en los once años últimos que la borren de su haber- el estúpido dictado de poco trabajadora. Esos once años de injusto exilio no interrumpieron su camino ascendente. Mientras el musido por medio de la Eúkléñ ABC