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ABC MADRID 13-07-1955 página 51
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ABC MADRID 13-07-1955 página 51

  • EdiciónABC, MADRID
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RECORDATORIO DE DON MARIANO DE CAVIA EN SU CENTENARIO N este año se cumple el centenario del nacimiento de don Mariano de Cavia, y en el dia de hoy- -13 de julio- -el XXXV aniversario de su muerte. Centenario y aniversario que deben servir para recordar y exaltar la personalidad y la obra de uno de los más completos y adjnirables periodistas españoles de todos los tiempos. Nace en 1855 en Zaragoza, que era entonces baluarte del liberalismo romántico, en plena época revolucionarla y cohstitu- yente. Cuando él vino al mundo, aun sonaban allí los aplausos frenéticos con que había sido aclamado Espartero a su paso hacia Madrid para hacerse cargo de la revolución de Julio del 54. Cavia empieza a escribir muy Joven en ei Diario de Avisos de su ciudad. natal. La revolución, vencida el 56 por CDonnell habia vuelto triunfante el 68, y asi Cavia se inicia, casi adolescente, en el caótico hervor de la Gloriosa Pronto descuella y viene a Madrid para irigresar en El Liberal pero retorna la capital aragonesa el año 81 con el destino de director del Diario Democrático un perlodlquito provinciano con nostalgias de la Niña del 73. Pero aquel marco le resultaba estrecho y mezquino y por eso no tardó en volver a la Villa y Corte, a su puesto de El Liberal Él plácido vivir del fin de siglo termina poniendo escepticismo en sus ilusiones políticas. Cavia deja de ser lo que se llamaba entonces un periodista político y se convierte, poco a poco, en el cronista nacional de fama imperecedera. Su pluma penetra y desentraña todo el amplio temario de la vida española: Academias. Parlamento, toros, comidas, sucesos, literatura, costumbres, relaciones internacionales... Es, además, un escritor a quien preocupa la limpieza y encada de la herramienta dé su oficio: la lengua. Y escribe sofcre Gramática y estilística... En El Liberal abre su sección Chachará Una, pura delicia, en la que, con cierta apariencia frivola, llega a bordear los problemas más hondos. Y al lado de la Chachara ligera, los artículos mejor pensados y dichos que se publican en la Prensa. Bien conocido es el titulado Incendio en el Museo de pinturas Por aquellas fechas el Prado se hallaba en un descuido casi criminal, sin instalaciones que le defendiesen del peligro del fuego. Y Cavia imaginó un gran incendio en la primer pinacoteca de España. Las escenas fantásticas tienen, en su prosa, un realismo escalofriante. VelázqUez, Goya, El Greco crujen entre el crepitar de la pira. Muchísimos madrileños, al leerlo, sienten un estremecimiento de horror e indignación y corren hacia el Museo. Afortunadamente todo ha sido una Invención literaria, que queda en un susto. Pero de fecundos resultados, pues el ministro de Fomento, señor Linares Rivas, ordena inmediatamente la instalación de un eficaz servicio contra incendios en el palacio neoclásico del Prado. Cavia amó lo popular, lo directo, lo entrañable. Es un bohemio que- -eñ cierto desordenado contraste con sus ideas- -vive como un hidalgo de los antiguos tiempos, y hasta tiene un criado que lo sigue a todas partes, con aire de escudero de novela picaresca. Se recrea en los típicos cafés y es un asiduo oficiante de esa gran insti- E tución de lá buena Europa que se llama tertulia (que es donde más se aprovecha el tiempo, contra lo que creen ciertos utilitarios arbitristas) Pero en la tertulia no es uno de esos dandys intelectuales, que tan bien habría de retratar años después don Antonio Machado: y pertnnlonos al pafin, (fue miran, callan y piensan ijHP- sntwn, porque no beben el virio de las tabernas. Cavia ¡justa de la taberna, otra gran Jfi Don Mariano de Cavia y facsímil de institución, que ya reconoció nuestro irsocijante Baltasar de Alcázar: porcjuí; delicada fue la invenekin üe la taberna. De pitón a pitón verdadera cátedra de buena tauromaquia y buen idioma. Pué, con Galdós y Menéñdez y Pelayo, tan distintos entre si, uno de los españolea que mejor entendieron e interpretaron a su pueblo. SU popularidad fue inmensa. Sus crónicas se leían y se comentaban en todo el ancho ámbito de España. En Madrid era uno de los tipos más conocidos, más queridos y mas admirados. Le saludaron los duques y los cocheros, las chulillos y las grandes señoras, los ateneístas y los menestrales, los ministros y los ordenanzas. Su entierro fue, como el de Galdós, hacia la misma época, una auténtica manifestación nacional. Hoy no nos explicamos (o sí nos explicamos) coma un periodista, sólo periodista, podía alcanzar esa enorme devoción de la multitud. Don Mariano siente, vive y ae identifica con el dolor del tei rrible año La frase- -tan certera- -es suya. El terrible año es el 88, cuando España, b a j o un Gobierno pesimista y pésimo, lucha contra lo imposible, y, ultrajada por u n o s y abandonada por todos, ve desaparecer su Imperio de Ultramar traR una lucha heroica y triste. El año terrible arranca de Cavia un grito es, tremecidel y estremecedor, que alienta y excita a los héroes lejanos que se baten en la manigua, entre andrajos de rayadillo, para que el sol siga siendo luminaria perenne de tierras españolas. Y cuando retornan, c o m o espectros macilentos y trémulos, los últimos repatriados, él fustiga su tremenda acusación a los culpables del desastre. Su artículo, dedicado a los soldados negros ¡pobres y leales soldados negros españoles, nietos de esclavos! que, fieles a las banderas juradas, venían con. asombrados ojos a la su firma Madre Patria, es una muestra insuperable de lo que debe ser el periodismo al servicio de las grandes emociones de una nación. Ningún otro sentimiento que el de la pura admiración al periodista puro y magnífico, me mueve ahora a decir estas cosas sobre den Mariano de Cavia, muerto en olor de popularidad, hace hoy treinta y cinco años, cuando yo era muy niño todavía. El, hombre de la generación del 70, y yo, de la del 36; él, maestro desde el primer día, y yo, aprendiz hasta la hora de la muerte; éí, en la eternidad, y yo, en el siglo; todo un mundo dé ideas y sensibilidad nos separa. Pero, a través de ese río sin vado, mi boina colorada y mi pluma guerrillera se honran ai rendir honores a la pluma del maestro don Mariano de Cavia, difunto, que en gloria haya. J. E. CASARIEGO Quizá los mejores artículos de Cavia estén escritos, a vuela pluma, sobre el pino de las tabernas y el mármol dé los cafés. Esto tal vez escandalice a los catones malhumorados, pero es ciertísimo. Uno dé sus lugares favoritos era una antigua tienda de vinos del viejo Madrid- -allá por el barrio del teatro Real- que él bautizó con el nombre arqueológico y sonoro dé Taberna vinaria de Próculo Su amor a lo popular y lo castizo, a lo que es pueblo y tiene casta le llevó a escribir de toros. Don Mariano fue Sobaquillo y publicó crónicas magistrales sobre el abolengo, arte y donaire de nuestra fiesta grande, y con ellas, libros como aquel

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