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ABC MADRID 03-07-1955 página 15
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ABC MADRID 03-07-1955 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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POLIT CA DEL AVESTRUZ IUDAD del Cabo. (Crónica de nuess tro corresponsal. Lleva fama el avestruz de que, cuando le amenaza un peligro, esconde la, cabeza bajo el ala. l a segunda de sus fainas e s t á relacionada con las gentes ostentosas, cuando se dice que sa adornan con plumas de avestruz. Al primero que vi por estas tierras me lo topé en el Museo de Animales de Ciudad del Cabo, y no relacioné con él ninguna de las dos ideas antedichas, p o r q u e lo único que me asombró fue su enorme tamaño y su descomunal fealdad. Visto de cerca, con su cuello larguísimo y pelado, sus desproporcionadas zancas y su alta carita de mala uva, es realmente repugnante. Pero cuando vi al segundo, varié de opinión. Fue allá, en el semidesierto de Calvinia. Acaba de pasar unas montañas desoladas, a cuyas últimas rocas se ascmaban los grupos de baboons unos animales con cuerpo de mcno V cara de perro, que, acaso en tiempos leíanos, dieron lugar a las leyendas c e los navegantes antiguos que halaban de tierras habitadas por hombres de canina faz. Pero cuando yo los vi sobre laa releas, mientras un ave de ¡presa se arrojaba centra el motor del coche, me parecía estar en una de las primeras montañas del mundo, en la que uno era un intruso. Y asi, cuando salí nuevamente a tierra llana y vi el segundo avestruz de mi vida corriendo con una ligereza de brisa, esbelto y distante, con un fondo de ancha soledad, me pareció una maravilla de gracia y de belleza. Pues bien; tanto cuando vi al primero como cuando admiré al segundo, no m acordé de lo de la cabeza bajo el ala ni de lo de las plumas. En cuanto a lo primero, perqué no creo que sea verdad el tonto miedo que se le adjudica, y en cuanto a lo segundo, porque hasta hace poco estaba en desuso el adornarse con las mencionadas plumas. En cambio, me pareció ló gico prestar atención a su peligrosidad evidente: a que su patada suele ser capaz de atravesar una respetable plancha metálica. Generalmente suelen alcanzar a los seres humanos en el vientre, matándolos. Otras veces lanzan su peso, de unas 300 libras, y son capaces de desmontar a un jinete y patearlo en el suelo. Verdaderamente, el gesto de su carita está confirmado por los hechos. C do de entonces hacía de sus plumas. Era la épeca dorada de Moulin Rouge y del champagne alegre de las madrugadas; de las medias negras y. los abanicos de avestruz al son del can- can Cuando los grandes duques andaban por Baden- Baden entre condecoraciones y reverencias con una música del vals al fondo. En Beaufort West se reunían las plumas para que se abanicase Europa. En 1913, la exportación de plumas llegó a producir cerca de 3.000.000 de libras esterlinas. Cualquier campesino de Oudtshoorn tenía sus 600 ejemplares, y el acre de aquellas tierras llegó a valer 1,200 libras. Pero, cerno ya digo, después vino la decadencia y, con ella, la bancarrota. Tras de la primera guerra mundial, Europa dejó de abanicarse y adornarse. La fría ráfaga de la tragedia quebró el pausado compás de sus movimientos, y las plumas de avestruz se almacenaron de tal forma, que, para darles alguna salida, tuvieron que dedicarse a otros usos. Se hicieron con ellas flores artificiales y plumeros de limpieza. Melancólica lección! ¡Los abanicos de Mculin Rouge quitando el polvo a una vida de postguerra fría y esquemática! Pero todo pasa en el ir y venir de esta vida, y sabido es qus no hay mal que cien afics dure. Lo digo porque si la decadencia hizo que en 1940 los avestruces en cautividad llegaran a ser solamente 2.000, en la actualidad su número sobrepasa a les 50.000. ¿Qué razófn hay para ello? La Este bicharraco ha estado en decaden- moda, siempre la moda. Cuando la Reina madre de Inglaterra cia hasta hace poco. Ya está lejana la prl- mera época de su auge cuando los boers hizo su último viaje a Nueva York, llevó de Beaufort West decidieron comerciar con un abanico de plumas de avestruz, y las ellos, en vista de la. demanda que el mun- elegantej de allí nc tardaron en imitarla. El resultado inmediato fue que la libra de plumas comenzó a valer mis de cuatro esterlinas. A partir de entonces han vuelto sobre las siluetas femeninas nc- sólo los abanicos, sino las capas de avestruz. Con ello se abre de nuevo una gran fuente de riqueza para este país. ¡Pero no sólo por las plumas. Hoy hay que contar con el avestruz entero. Y no sólo para Europa, sino para América. Los reyes de la elegancia ya han impuesto los bolsos y los zapatos de ¡piel de avestruz. También los coches de lujo irán tapizados con dicha piel, que, al parecer, es fresquísima. Sus temibles zancas se convertirán en ceniceros. Los huevos y la carne son apreciadísimos por los indígenas. Y con sus huesos se fabricará harina. No; el mundo de hoy no se limita a abanicarse. Para dar idea del negocio, diré que un avestruz de una semana vale dos libras y media. Muere a los quince o dieciocho meses. Y sólo un bolso de su piel vale en Nueva York unas 35 guineas, o sea unas 4.000 pesetas. Aquí, una piel vale seis libras. La última cotización de las plumas Indica que la libra de ellas está a 15 esterlinas. En 1940 valía solamente una. Hay para volverse loco y para volverse rico. Son las cosas de la vida. O las cosas de la política, si asi se quiere. Porque estoa bichos son como algunos países. Esconden la cabeza cajo el ala cuando vienen maldadas, y luego resulta que el ala es económicamente fuerte como un telón de acero. Y bajo ella sueltan la patada capaz de desmontar al jinete incauto o de matar al paseante que se detuvo demasiado para admirarlo, bello en la soledad y ligero cerno la brisa. José SALAS Y QWTIIOR

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