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ABC MADRID 01-06-1955 página 153
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ABC MADRID 01-06-1955 página 153

  • EdiciónABC, MADRID
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QUIROMANCIA- -Tiene utted grande dltguttos oon una mujer. -t a verdad. DK 8 DICMAS lt- -Ayer, con el pie en ef estriño, me grltiba! of- ¡No tengo máe que verle a ueted la mano! -teto na ee nada. ¡Lo que hay que ver ei la oara de Ha! ¿t n el Mtríbo? ¿fe que te marchaba de vlajeí- (No, hombres K ete 4 u tenemoe en el oído Reanudé la ascensión, pero al contar el peldaño 21 me encontré con que se habla acabado la escalera, y hacia donde quiera, que extendiese los brazos no había más que pared. Para llegar otra vez al portal tuve que bajar cincuenta y seis escalones. Esto era bastante para enfurecer a cualquiera; pero aun conservé mi tranquilidad. En mi nueva tentativa, la escalera se transformó por completo, y todos los peldaños eran desiguales. A lo mejor, cuando iba a asentar el pie, crecía uno de ellos hasta alcanzar la elevación de un metro, o bien desaparecía bruscamente y se quedaba al nivel del anterior, formando rellano. En cualquiera de los casos mi pie daba un golpe que retumbaba como un cañonazo y yo me detenía con el corazón estremecido. Había perdido la cuenta exacta de los escalones; pero comprendí que habfa subido doce pisos. Me senté a descansar y subí quince pisos más. Debía de estar a una terrible altura sobre los tejados de Madrid. Entonces procuré razonar serenamente: -Mi casa- -pensé- -no tiene tantos pisos; luego yo no estoy en mi casa. Evidentemente me había equivocado. Esto no era difícil, ya que mi estado espiritual, o mi debilidad nerviosa, o como ustedes quieran llamarle, me hace Incurrir en frecuentes distracciones. Me había equivocado; era notorio. Ahora se hacia preciso averiguar en qué casa estaba. -Veamos- -me dije- ¿qué edificio hay en Madrid que tenga veinticinco pisos? Veinticinco pisos... veinticinco pisos, Ss me abrieron los ojos con el espanto, latid fuertemente mí corazón y crucé angustiosamente las manos al darme esta terrible respuesta: ¡No hay ninguno! No. Estaba seguro. No hay ningún edificio de veinticinco pisos en todo Madrid... ¿Comprenden ustedes... ¿Se dan cuenta de lo que esto significaba... Siendo así, no existiendo en Madrid ninguna casa de veinticinco pisos... ¡yo no estaba en Madrid! Mi emoción fue tan intensa, que me vi obligado a sentarme. Mi sudor era frió. ¡Calma, calma! -me exhortaba a m (mismo- Procura recordar... ¿Qué hiciste? ¿Dónde has tomado el tren? -Ni hoy, ni ayer, ni en este mes, ni en este año he silbido a ningún tren- -me contestaba. La idea del rascacielos se formuló en mi, y esto me sugirió una sospecha. -Me encuentro en Nueva York- -suspiré- -No sé cómo, pero me encuentro en Nueva York. Estoy perdido! Sentado en la escalera hundí el rostro entre las manos y me entregué a una sombría meditación. Mi vida estaba deshecha para siempre. Ignorando el inglés resultaría dificilísimo, casi imposible, que yo pudiese abrirme paso en aquel país, crearme una posición aceptable. Y aunque pudiese volver a España, ¿qué conseguiría, si yo era. por lo visto, un hombre tan profundamente desquiciado que me marchaba del Uno al otro hemisferio terráqueo sin darme cuenta de ello, por lo menos sin detenerme a reflexionar acerca de las trascendentales consecuencias de tal conducta? Ya en Madrid, cualquier SORPRESA- ¿Desea utted... Ah, perdone! Yo venta a ver si aquí vivía, melor dieho. el Vive... ¡Pero, nol ¡Va veo que aquí no puede vivir nadie... Ik OAUVO- Yo alempre he tenido un pelo preoloto. ¡Sf que ee verdad! lee de la derecha, ¿no?

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