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ABC MADRID 27-05-1955 página 27
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ABC MADRID 27-05-1955 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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Gftbfiti Wfi. lles. Gabriel, muy retraído, de vida patriarcal y hogareña, llevaba prendida en. su pluma la admiración de... los escritores, Y esto, que lo admirasen y hablasen de él con entusiasmo los de su mismo gremio, era... eunorme como hubiese di- 1 cho Flaubert. Sus ñguras físicas destacaban arrogantes y perfectas. Entre tanto fenómeno y tipo desgarbado que pisaba y pisa los redondeles, la majestad anatómica de Manolo elu una rara vis Todavía se contemplan con gozo estético sus retratos. Cuando enterraron a Gabriel, dijo un escritor que era la primera vez que veía una estatua griega dentro de un ataúd. Asombra pensar qué lugar hubiera ocupado Manolo en el toreo, de vivir hoy, cuando hizo lo que hizo con aquellos dinosaurios con astas que se mataba entonces. Y lo que la exquisita sensibilidad y la humanidad callente de Miró hubiesen realizado, pluma en ristre Gabriel, hasta estos días. Las Parcas, avariciosas de estas vidas geniales, se las llevaron prestas. Como a la gloriosa madurez de Valle- Inclán, Y nos dejaron en los anillos tauromáquicos al becerro inofensivo y al camelo vestido con traje de luces. Y en las arenas de la literatura, al tremendismo la bazofia... y verdaderas toneladas de traductores supersónicos José ALFONSO COLUMPIO EL MES DE MAYO, MANOLO GRANERO Y GABRIEL MIRO IM ANOLO Granero y Gabriel Miró! Fui buen amigo de ambos y se afincó su recuerdo en mi mente para toda mi existencia. Los dos poseían- -por lo generosos, bondados y cordiales- -altas calidades humanas. Conocí a Granero durante mis años estudiantiles en Valencia. Nos unió de un modo intimo el broche de dos aficiones: la del billar y la taurina. Practicábamos las carambolas en el café de España y jugábamos al toro con otros muchachos, en los deliciosos parajes de la Alameda. Sentíannos una pasión arrolladora por Belmonte y no perdíamos ninguna de aquellas novilladas famosas de Valencia, en las que se encumbró Terremoto Asistíamos, para perfeccionarnos, a una escuela taurina, Manolo estudiaba solfeo en el Conservatorio. Yo andaba a puñetazos mentales con el cuarto curso del bachiller. El pallzón de un eral me apartó una tarde de las rutas táuricas, pero no a Manolo, que siguió terne en su vocación. Marché a Madrid y a los pocos años sobrevino el triunfo apoteósico de Granero. Días inolvidables con él, remachada nuestra antigua amistad, saboreando su gloria terrestre. Después, ya en la cima de la fama, la tragedia imprevista. Se fue, haciendo buena la trillada sentencia de Menandrft de que los amados de los dioses mueren jóvenes, tras impregnar de arte limpio, de luz y de alegría, los cosos ibéricos. Y dejó una estela de perenne dolor en mi cora zóri. A Gabriel lo conocí allá por el año veintitantos. Aunque ya admiraba yo fervientemente su obra, no había cruzado aún la palabra con el glorioso autor de las Figuras Y un día fui a Polop, su retiro veraniego, con una tarjeta del maestro Azorin Allí se Inició mi relación personal con Miró, amistad que continuó cálida y cordial hasta su muerte. Otro golpetazo de la Descarnada, imprevisto como el de Manolo, se llevó a Gabriel en plena lozanía dé su intelecto. 1 Qué obras hubiese podido escribir todavía Miró, redundando madurez y maestría! ¡Gabriel Miró y Manolo Granerof Por su dulzura humana tenían que morir en el mes de las flores. Y un mayo se fueron hada los reinos de donde ya no se retorna. En Alicante aun se recuerda el milagro atmosférico. El día que falleció su escritor, aquellos cielos tan puros y tan azules se entenebrecieron con luto de nubes y le lloraron con lágrimas de lluvia. De noche, alumbraron por el alma de Gabriel las mariposas de las luciérnagas. Así patentizaba la Naturaleza su dolor y su amor hacia uno de sus cantores más egregios. ¡Inolvidables Manolo Granero y Gabriel Miró! Se marcharon los dos en la plenitud de su arte. Fueron flnos artistas plásticos, que asombraron a España con sus estilos. En ellos se condensaban las más puras esencias de Levante. Y llevaron la luminosidad mediterránea a todos los ámbitos. Todavía recuerdo la sonrisa de Manolo en las plazas, en momentos en que los lidiadores están tétricos y medrosos, que lo alegraba todo, que lo iluminaba todo, Y las lumbraradas de la prosa de Miró, que, según prtega, había de leerse con. la mano en los ojos, a manera de pantalla. Manolo y Gabriel fueron fundamentalmente buenos, rñuy nobles, sencillos y simpáticos. Manolo, más popular, era aclamado en los ruedos y jaleadp por las ca- Manolo Granero.

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