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ABC MADRID 20-05-1955 página 32
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ABC MADRID 20-05-1955 página 32

  • EdiciónABC, MADRID
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V I E R N E S 20 D E MAYO D E 1955. EDICIÓN DE pital clínico que nos advierte las más leves del agua y en las brusquedades del Canmutaciones en las almas y en los ambien- tábrico vive España, la España que llevó tes. En la prosa de Concha Espina ruge la autora a tierras de América y tuvo el mar rumoroso de su Montaña natal, me- allí, gracias a su intervención acertada, cen los bucles de aldeanas y señoras, los homenajes filiales de admiración y cavientecíllos montañeses, y en la canción riño. ABC. LA MAÑANA, PAG. 34 sus escogidos- -que se sentía inundada ae una paz maravillosa; pidió que le pusieran sus pendientes y la peinaran para estar arre- glada antes de la gran despedida, y entregó su alma a Dios. Antes de morir escribió, estremecedoramente hermoso, su propio epitafio: una poesía desconocida por todos, titulada La última flor y que no ha sido hallada hasta. después de. su muerte. Esta: LA LUZ SEA CONTIGO ¡Concha Espina, la más bella anciana que he conocido! Porque hay una belleza espejo de serenidad ganada, de madures mantenida, de luz y de sosiego interior, que sólo puede alcanzarse en la vejes; que no tedas las mujeres que doblan la curva de la ancianidad consiguen alcanzar y que en Concita Espina adquiría delicadísima, plenitud. Mas no me refiero a una belleza moral (de ella era la muerta depositaría en muchos quilates) sino a la encarnación física, corpórea de aquella belleza interior que cautivaba a quienes la miraban como si irradiara luz: esa luz, que sus ojos no percibían, porque estaban ciegos y que no necesitaban pues la llevaban dentro. Yo conocí a Concha Espina hace solamente un año. Fui a agradecerle el haber encabezado un documento -Menéndez Piáal, Asarín Pemán, Amezúa, Marañan, Benavente, firmaban tras ella- -con el que cien escritores consiguieron honrarme queriendo favorecerme. Fui a verla a su casa, en Luzmela- -un pueblo de diez siglos creado por ella, pues fue incorporado con este nombre a la literatura antes que a la geografía- Era la antigua villa de Mascuerras, muy próxima a Malacoria, de donde salieron- ¿Recuerdas, compañero? para reconquistar España, los foramontanos. Habíct grandes bosques de eucaliptus rodeando los contornos, y praderas húmedas, de un verde tierno, y álamos y fresnos vetustos, cuadriculando los montes, y casas solariegas con escudos de piedra en cada recodo del camino, proclamando la belleza y la nobleza de aquella tierra de hidalgos. Y allí, en su centro, Luzmela. (Cuando aun se llamaba Mascuerras, Víctor de la Serna, en plena guerra, conquistó el pueblo, él sólo, tres días antes que las tropas nacionales, para reconquistar a Concha Espina, su madre, la que hoy se ha ido. y La casa, pequeña, tenía un jardín interior de altísimos árboles, una fuente antigua, con musgo y nenúfares, una valía cubierta de enredaderas, un tilo y una glicinia colosal, donde acudían las abejas y las mariposas a robar el néctar que aromaba todo el parque acotado. Allí esperamos los visitantes a se recibidos. Había también, como en su dueña, un equilibrio perfecto entre la belleza del verde que alcanzaba la vista y la otra belleza, más sutil, que percibía el olfato y la piel. Olía a flores levemente ajadas por la lluvia y a yedra vetusta y a alacenas con repostería casera, y a ropa blanca guardada entre saquifos de lavando seca. La casa, como su dueña, tenía clima propio: tenía su clima. ¡Qué f ella era, yo lo ignoraba, Concha Espina! ¡Qué sensación de vivacidad y di reposo le daban, a la vez, su inteligencia, no ya curiosa, sino inmersa en la más reciente actualidad política y liter ia; sus Chanos tersas, cuidadas, marfileñas, tan pronto inquietas como sosegadas; su pelo gris claro, peinado con tan pulcra coquetería Como sus escritos! La felicité, pues acababa de escribir en r AB C, a los ochenta y cinco años, un canto. a la primavera. Y hasta le recité de memoria, algunos de sus versos: Voy a naciente, -que ya la aurora es una rosa blanca... Ya el mar se ríe con z. espuma en la orilla sagrada. Voy en busca del sol... -El corazón- -me dijo- -no envejece nunca. Y su ceguera ponía sobre su sonrisa un dejo de involuntaria melancolía. Concha Espina ha muerto como vivió en sus últimos años: cotí la difícil serenidad ganada por quien ha amado ppr encima de toda otra cosa la belleza y ha vivido sirviéndola, sin traicionarla nunca, desde la tierra; quiero decir, sin encerrarse en la torre de marfil de una poesía alejada e imposible, sino desde una viviente realidad. Antes de dejar para siempre a los suyos preguntó si estaba bonita su ciudad natal, ahora que estallaba la primavera y la glicinia de su parque estaría florecida; quiso saber quién era el nuevo presidente de la Diputación de Santander; dijo- -poseída del instinto de la muerte con el que Dios premia a Hay una sepultura de ladrillo que me espera en el suelo arrodillada rojo lecho de tierra calcinada, cuerpo estéril de gélido mantillo. En él ha de torcer un sordo anillo mi pálida ceniza sosegada, bajo el silencio adusto de la nada que resucite su mortal cuchillo. Pero sobre la muerte se desposa la eterna luz del cielo soberano, y sobre la dureza de una losa Que abrigue la negrura de un arcano. ¡habrá el roce amoroso de una mano que derrame el perfume de una rosa! Amante de la belleza y desposada con ella, Concha Espina le ha sido tan fiel, que hasta su propia muerte- -la muerte de la más bella anciana que he conocido- -ha sido hermosa. ¿No es consolador leer en el poema postumo de una escritora ciega: Sobre la muerte se desposa la eterna luz Concha Espina, mi bella amiga ciega, ¡que la Luz sea contigo! Torcuata LUCA DE TENA- SU EJEMPLAR AGO emprende el vuelo seguro hacia la reglón de la luz perpetua. ¡Con qué unción, co: i qué ávida ternura, recogía las palabras prometedoras de la lúa y de la paz del Señor! La agonía la sorprendió iniciando la señal de la santa Cruz sobre su frente, con aquella mano trémula, tan delicada, qise escribió tantas páginas inmortales; y la mano quedó suspensa en el ñire, como un pájaro moribundo, sin concluirla, para terminarla dichosamente al lado fio allá, a la otra banda, bajo la misericordia y el acogimiento de Dios. Cencha Espina ha muerto con la muerte merecida de los justos; ha muerto de su propia muerte, la que correspondía a aquella vida ejemplar, ganada día a día en usa continuada tensión espiritual, quemada en una pura combustión; ha muerto como una iluminada, en la cruz de su flolor, con la conciencia de su sacrificio, y con el presentimiento confiado de que Dios estaba a la vista, de que le iba al encuentro. No podía faltarle a su muerte el signo marinero. Al cabo de tantas navegaciones ha eníi- ado en seguro puerto bajo la mirada de Usos. Sus palabras últimas tenían un asento sincopado de inmensa ternura. Presentía el recobro maravilloso de su vista. ¡Ahora sí que voy a ver- -me dijo, sobreponiéndose a su agonía- -para no cegar más! Yo no Ke visto una energía, más extraordinaria unida a una delicadeza más extremada, a una sensibilidad más prodigiosaLa leyenda- -magnífico mote heráldico que orla el blasonado escudo ñe Cencha Espina es la revejación epigráfica más reveladora de aquella vida entrañada apasionadamente con su obra: Velar se debe a la vida de tal suerte, guo viva quede en la muerte Concha Espina convirtió en realidad lograda y gloriosa la exigencia de ese aforismo, tan castellana y tan noble, que blasona alguna portalada montañesa. Y quien adoptó por lema de su vida y de su pensamiento tan bella y ardua sentencia, sabía bien que podía adoptarla con responsabilidad humilde, y también con arrogancia, que no s soberbia ni elación, sino conciencia fie que su Acabo de presenciar, bajo el dolor y las lágrimas sin nombre y sin número de los suyos, y entre las jaculatorias y oraciones transidas de piedad de la- liturgia cristiana, la partida definitiva de esta mujer extraordinaria. Ha sido la. agonía de un alma justa, penetrada de fe, encendida de esperanza. ¡Qué avidez de luz, Señor, en esta ciega admirable, que tanto supo ver y adivinar! Concha Espina ha muerto con la serenidad del. alma que Exposición de ABANICOS organizada por la Asociación de Dibujantes y Galerías, A los expositores galardonados ...les rogamos que asistan mañana, sábado -último día de la Exposición- al acto de entrega de los premios. Hora: 8 de la tarde Muchas gracias. Galerías Preciados

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