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ABC MADRID 13-05-1955 página 27
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ABC MADRID 13-05-1955 página 27

  • EdiciónABC, MADRID
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A B C EN PALERMO ALERMO. (Crónica de nuestro corresponsal en Roma. Aun a trueque de los casi mil kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, que son los que separan Roma de Palermo, y estar una sola jornada en la capital siciliana, bien valen todas las horas perdidas pür aquella sola que duró el acto de conferir a don Ramón Menéndez Pidal el doctorado honoris causa de la primera Universidad sicula. Se trataba de una ceremonia de clara y sincera importancia cultural para exaltar la gloria viviente de un español de ochenta y seis años, supremo ejemplo entre los más insignes maestros, universales. La Universidad de Palermo quería honrarse honrando con el título máximo que puede conferir a quien ya honra, desde hace muchos años, los más acrisolados institutos mundiales de la cultura y de la inteligencia sumas. Este doctorado honoris causa es el décimocuarto que apesadumbra la modestia del presidente de la Real Academia Española, empañando de leves brumas sus ojos vivísimos y su palabra límpida y vibrante. Sólo los que trabajan con humildad y en silencio durante Sesenta años, abriendo nuevos y dilatados horizontes a la cultura, pueden emocionarse ante los honores que se les ofrecen fuera o dentro de su Patria. Este es el caso de don Ramón. Italia ya le proclamó Maestro, con mayúscula, en el lejano 1914, incorporándole a la Academia de lbs Únceos, y en 1919 a la famosísima de la Crusca, adelantándose, en fechas, a la mayor parte de las 23 Academias de dos continentes que le aclamaron como miembro insigne. Y, sin embargo, este patriarca español, de fibra recia, de inteligencia sin eclipse, de espíritu luminoso, la más grande figura viviente de la cultura hispánica, es al mismo tiempo el más humilde de los hombres y el más austero de los sabios. Por esta razón el acto solemne en el Aula Magna de la Universidad de Palermo se ha revestido de una doble emoción, que ha elevado el tono de los discursos y el trueno de los aplausos. MENÉNDEZ PIDAL, DOCTOR flONORIS CAUSA POR SICILIA De todas las Universidades de Italia había representantes en torno a don Ramón Menéndez Pidal. España la representaba su insigne embajador, don José Antonio de Sangróniz, marqués de Deslo. Sicilia había reunido sus qiáxlinas autoridades con el presidente de la región a la cabeza, doctor Franco Restivo, y el asesor de Instrucción Pública, señor Castiglia. El profesor Ettore Li Ootti, catedrático de Filosofía de Palermo, cantó en magnifica prosa, con breve y sustancioso discurso, la historia del maestro español, su obra colosal en tantos aspectos, su estilo de escritor, su ejemplar vida en todos los órdenes y, por último, como colofón brillante, leyó un pensamiento de Menéndez Pidal donde se afirma que es necesario vivir al menos ochenta años para darse cuenta del valor de las ilusiones. Después le correspondió el turno al decano de la Facultad de Letras, profesor Gluseppe Cocchiara, que en otro magnifico estudio de la vida y de la obra ingente de don Ramón, destacó, sobre todo, el valor humano de sus investigaciones y la grandeza de su perfil moral, dedicado siempre a los más puros valores del espíritu. Cuando el magnífico rector de la Universidad de Palermo, entregando el pergamino de doctor honoris causa a Menéndez Pidal, dijo: Este quiere ser el reconocimiento a una entera vida noblemente dedicada a la ciencia y fecunda de resultados cuanto de gloria... estalló una ovación imponente. Al continuar el profesor Chiazzesse señaló que aparte de la estupenda obra del maestro, Silclia le debía estar agradecida por cuanto había contribuido egregiamente a señalar relaciones e influjos de España en la cultura de la gran isla del Mediterráneo. El nuevo doctor honoris causa de la Universidad de Palermo, tantas veces doctor, tantas académico, tantas maestro indiscutible entre todos los del mundo, habló para considerar este nuevo doctorado como el punto de llegada- -y el más digno- -del viaje de su larga y laboriosa existencia. Y a sus palabras de gratitud acompañó un trabajo espléndido de las relaciones comunes entre Sicilia y España en el periodo que va del siglo XII al XIII, resucitando un mundo maravilloso, rico de ambiente y de figuras, que entusiasmó, por casi inédito, al culto auditorio. El acto académico terminó con este broche de purísimos diamantes históricos, pero no los sucesivos, de visitas, excursiones y banquetes en honor de don Ramón, que acreditaron su resistencia física hasta límites extremos y sorprendentes en un hombre ya próximo a los noventa años, que caminaba a pie cuanto era necesario, que estaba en pie todo el tiempo que fuera indispensable, que por fuerza de las circunstancias no se acostaba pronto y se levantaba temprano y que a la postre no mostraba cansancio ni el menor síntoma exterior de fatiga. En avión llegó hasta Sicilia y en avión se ha vuelto a España. Cuando el otro día contemplábamos la serenidad del Mediterráneo en la Conca d oro don Ramón se lamentaba de una ligera bruma que no le permitía ver más lejos, quizá las Eólicas. Sus ojos no se cansaban de mirar, de beber tanta luz y tanta belleza. No le importaba estar en pie y que la hora del almuerzo oficial se fuera retrasando, porque la puntualidad en Sicilia es como en España, muy imperfecta. Cuando se acabó el almuerzo, habló de volver al hotel dando un paseo. Nos aterramos y le hicimos notar que la distancia era de seis kilómetros. Accedió a montar en automóvil, y cuando llegó al hotel, no se dispuso a descansar, sino a salir de nuevo para visitar algunos monumentos que no había podido ver en sus dos breves y agitados días palermitanos. Don Ramón Menéndez Pidal ha prometido, si Dios quiere, volver pronto a Italia. E Italia, fascinada en los centros vitales de su cultura por la vitalidad prodigiosa de este purísimo símbolo de 2 a España eterna, le espera Con los brazos abiertos. Julián CORTES CAVANILLAS P

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