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ABC MADRID 06-05-1955 página 15
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ABC MADRID 06-05-1955 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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Literatura de todas las Españas digo da todas las Españas porque use importa, para componer este brevísimo ensaye, la literatura que se hizo en América con la prosa y el verso, que por la gracia del mar, se fueron desde aquí a cristianarla con las palabras de es: a lengua madre, que si allá ss manchó de impurezas, y ya veremos por qué, allá también supo limpiarse, para volver, per el mismo camino azul, crecida y enriquecida. Agradecíale yo en mi articulo anterior al ilustre crítico Federico Caries Sainz da Robles, su novísima Historia y Antología de 2 a Poesía Española lamentándome, eso sí. de la falta de postas americanos en su recolección, y pidiéndole que escogiese con su tino segurísimo y su fina sensibilidad, algunos que agregar a una nueva edición, de su libre. A la vez me detenia en su breve apreciación en itorno al movimiento hispanoamericana llamado modernismo, que yo no juzgaba tan efímero como él, y sí de muy henda influencia en la pcesíaespañola, y le prometí volver sobre el tema y ah: ra vengo a cumplirle la promesa. Acaso en el nacimiento de todos lo- idiomas, el verso fue antes que la prosa. Pero aclaremos, no parezca esta sospecha una t- emeriflad. Me refiero a un verso primitivo y torpe, informe, mal medido, sin norma ninguna, y basad. tan sólo en consonancias o asonancias, que por la similitud fonéiica, lo diré más claro, por el sonsonete, hicieran fáciles las asociaciones de ideas y el recuerdo del significado de las palabras. Pero esto no reza cuando ss trata del castellano en América, que en los siglos XVI y XVttl ya reclbimcs los americanos completamente formado. Para el estudie, pues, de su influencia, su crecimiento y su renovación, hemos de empezar por la prosa, y circunscribirnos sólo al siglo 353 X. cuando nacieron las diversas nacionalidades americanas y nos constituímos en Estad es libres, y a los ¡primeros años del siglo actual cuando surgió el movimiento llamado modernismo. No debemos olvidar, sin embargo, que la literatura española del siglo XVIII, que habla influido, sobre todo, en el Perú y en Méjico durante les virreinatos, era ya afrancesada en la propia Corte de España, y asi, allende el mar, en les primeros años del siglo pasado, en el fervor de las guerras de emancipación, volvimos los hispanoamericanos los ojos a Franela, di donde nos llegaban la democracia y el liberalismo, y tedo ello, por la propagación, de galicismos, puso en la propia España, y entre los hispanoamericanos todavía mucho más, en grave peligro la pureza del Idioma. A esto se debe, sin duda, que, en nuestra América surgiesen los más denodados defensores de la lengua que habíamos adquirido, y floreciesen grandes maestros de gramática castellana. y de los des más grandes para mí, uno de ellos poeta y otro pensador profundo, no quiero callar los nombres: fueren el venezolano Andrés Bello y el colombiano Rufino José Cuervo, sólo comparable en mi recuerdo a aquel sabio maestro de maestros, el andaluz don Eduardo Benot, a quien aun alcancé yo en su edad provecta y asi pude recoger lecciones de sus labios. Junto a los des primeres, con diferencias de tiempo muy leves, brillaron escritores celosos de la pureza formal y ms complace recordar con muy especial devoción al que fue mi ilustre paisana, el limeño Ricardo Palma, y no lo recuerdo por filólogo, ni siquiera por gramático, que no lo era a fondo, sino porque, escribiendo a lo criollo, era muy castizo a la vez, y mez- Y Don Rioardo Palma. i ciaba arcaísmos, que allí se quedaron para siempre y en España se han olvidado, a los modismos de la tierra, y atendiendo al cuadro y ai espíritu del medio en que vivía, y a la riqueza del idioma, aunque a veces desgramatlcase por pasarse de listo, inventó un nuevo género literario con sus Tradicicnes Peruanas y casi pudiera decirse quo no sólo captó sino que creó el espíritu limeño. Per lo demás, toda la prosa del siglo XIX enfermó de elocuencia. Las guerras de la. Independencia, que dieron lugar a himnos, odas y pequeños poemas épicos, y soflamas y arengas, hicieron olvidar la prosa tersa, serena, a veces machaecna y prolija, pero nunca altisonante, sino en caricatura, de Miguel de Cervantes; salvo, la citada excepción peruana de Ricardo Palma, y la del ecuatoriano Juan Montalvo, que era prosa de verdaderos literatos, para leída en silencio y ño cantada, la misma con que habían escrito Oarcilaso el Inca sus Comentarios Reales y los buenos frailes eruditos, españoles o mestizos, sus Crónicas de Convento El influjo latino, que era el origen, barnizaba y ablandaba la corteza heroica y dio lugar a excepciones con brillo y hondura clásica; pero en nuestro castellano seguía predominando el desenfreno del lenguaje, su índole copiosa y palabrera, salvo las excepciones citadas, por el recuerdo de autores romanos nacidos en España, y ahí es án las antítesis de Séneca y la elegancia, está también frondosa, de Lucano. Primero fue el verbo guerrero y politice de Bolívar el libertador, y después en años posteriores, difundida par los que amaban a España, la retórica elocuente, mal imitada de Donoso Cortés y de don Emilio Castelar, y en aquéllos había, desgraciadamente, raás logomaquia que ideología. ¿Cuándo se remansó la corriente y adquirió la prosa su carácter moderno, aunque hoy mismo traten de volverlo a esíropear los palabreros que quieren decir mucho cuando no tienen nada que decir? ¿Cyéndo adquirió esa tersura y esa serenidad llena de donaire, de que era ejemplo sn España el estilo de den Juan Vatera? Me atrevo a asegurar que en ios últimos diez años del siglo X 3 X, precisamente cuando surgió el modo poético de los modernistas, que, como veremos después, habían recibido del decadentismo y del simbolismo lo que los franceses habían adquirido del verso precursor del español don Luis de Oóngora y Argote. Lo que no m? atreveré a dilucidar e si el vevao influyó en la presa o la prosa en el verso. De todas suertes, el enriquecimiento y la transformación de prosa y versa, la elección de palabras escogidas, consideradas como organismos vivos, y la abundancia de sensaciones sobre las ideas, y la plasticidad y el eoler de un preciosismo sin elocuencia altisonante, ca incidieron en una misma época en el verso y en la prosa. Podríamos citar ejemplos magníficos de la última. Ahí quedan para siempre en la historia de nuestra litenuíura, páginas deliciosas del uruguayo José Enrique Rodó, del venezolano Manuel Díaz Rodríguez, del argentino Ricardo Rojas, del guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, cen agilidad francesa que no manchaba su español, y del peruano Ventura García Calderón, un poco afrancesado también, p e r o con maravillosas exactitud, claridad y belleza verbal. Y si queremos referirnos, que sí debemos querer, a escritores peninsulares, ahí está el oaío, y nunca se nos olvide releerlo, d don Ramón María del Valle- Inclán, jamás extrañe a la influencia de los grandes preciosistas, desde Chateaubriand hasta Barbey D Aurevillyj desde Gabriel D Annunzío hasta el propio Rubén Darío, que contó siempre con su amistad cordlalisima y su fervorosa admiración. Ramón del ValleInclán nos ha dejado una muestra admirable del enriquecimiento del idioma, juntando en su gran novela Tirano Banderas voces castizas y neologismos y modismos de toda América, con una fuerza expresiva única, que aprisiona en la gracia imponderable de su estilo el español de todas las Españas del mundo. Falta ahora, -para que yo cumpla mi promesa, el estudio del movimiento poético en verso que se llamó modernismo; pero el tiempo cruel y el espacio ívaro se me han echado encima, y ello habrá, de ser tema de otro articulo, que intentaré inmediatamente, contando con la venia del director de A B C, la indulgencia de los lectores, y, sobre todo, con, el favor de Dios. Don Eduardo Benot. Felipe SASSONB

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