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ABC MADRID 29-04-1955 página 15
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ABC MADRID 29-04-1955 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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América equivalía a dos siglos europeos? embargo, esto que contemplo ahora desde ¿Quién, por el contrario, advirtió que sólo una cubierta del Marco Polo a medida América entendía su grave y profunda que arrima el costado al muelle, también, responsabilidad ante el constante y per- como entonces, es La Guaira, a pesar de durable discurrir del tiempo? Andar, an- sus avenidas, y de su estación Terminal, y dar... ¡Oh, el aliento y el tórax de los gla- de sus malecones expropiando la heredad diadores! Aquí está La Guaira, verde aun marina. Reconozco la serranía bajo la cual en el tiempo y en la historia; verde aún en se recoge, reconozco ese aire de pesebre de el índice de los pueblos que consagran el las casuchas desperdigadas entre las falinaudito y vertiginoso crecer de América, das del Avila, reconozco su color, y su cade esta América niña y prodigiosamente lor, y su aroma de algas, de liqúenes, de robusta. Andar, andar... Aquí está La arena húmeda, de aceite, de sudor y de Guaira, confirmando una vez más el rei- petróleo. Y reconozco, más poderosa, más terado milagro de América, el mismo mi- espesa y menos estrafalaria, su humanilagro qu el viajero ha ido registrándola dad aborigen, esa humanidad que va deslo largo de sus cuarenta años de andar y de el color de hollín al de pavesa y al coS La Guaira- -umbral de Caracas- -desandar caminos americanos. Caminos lor del ananá maduro. me quedaba un recuerdo incierto, que van desde la Sierra Madre hasta el Después... después el asombro, el estuimpreciso, como de algo que los años cabo de Hornos, desde las tierras calcinadas por y la admiración escoltando cada uno a las blancuras australes. Ayer Punta Are. de mis pasos. Después, ante la mirada abhan ido consumiendo, con esa capacidad con que el tiempo fatal y lentamente, lo ñas, en la península de Brunswick, sobre sorta y deslumbrada, el descubrimiento de devora todo: imágenes, rostros, paisajes... las frías aguas magalíánicas; ayer Mendo- la capacidad del hombre- -la capacidad de De La Guaira, al cuarto de siglo, sólo me za, tendida sobre el vergel de Cuyo, bajo la América- -rpara erguirse sobre sí mismo y quedaban sus contornos, su color y su ca- amenaza y la protección andina; ayer construir un nuevo mundo bajo sus pies. lor, y un vaho de algas, de axilas sudoro- Iquique, florón de Chile, a caballo del mar Porque de La Guaira antigua, como si un sas, de arenas húmedas y de aguas en- y de los salitrales; como Santiago, la huracán la hubiera azotado y aventado, charcadas. Fruta arracimada, cayucos y perla del Oriente cubano como Molien- no queda más que sus montes, su arena, angarillas, torsos desnudos, peñascos... Y do, erguido lo mismo que un espolón so- sus cantiles y sus farallones, y su sol y sus el triángulo de plumas de sus alcatraces bre el mar del Perú; como Manizales, como aguas, y su nombre, de típica e indígena Veracruz, como- Guayaquil... La Habana resonancia. Nueva, magníficamente nueva, aleteando en el aiye. Veinticinco años bastan para que de La sigue ensanchando su risueña y fraterna lo mismo que si acabara de brotar del mar Guaira únicamente me persistieran en la algarabía, y Sao Paulo estalla con el ím- o de la montaña, creo que anticipándome memoria su nombre y su estampa de re- petu de una convulsión geológica. unos días, unas horas o unos minutos, hamapso playero, sus perfiles de égloga apunconseguido asistir al No, no hay equivalencia entre el tiempo bría alumbramientos. Obramás singular de talándose en el terso y rítmico oleaje. de magia- -tede América y el tiempo que en Europa dis- los Mar, playa y monte. Y unos galpones curre con la lentitud de un pueblo que se nacidad del hombre y de la máquina- los resecos de años, de viento y de sol. Y ga- nutre de historia y de reliquias. América caminos carreteros se han trocado en pisbarras, barcazas y lanchones abriéndose camina sin mirar atrás. América galopa tas y en autopistas, y los figones, en hotecamino, yendo y volviendo de los buques con pulmón de virgen y Europa se recrea les, y el páramo y el arenal, en una sucefondeados en el agua encendida de la revolviendo sión de residencias proceres. Jardines, pisbahía. Y gritos, chillidos, aullidos, ensar- laurel de su sus heridas, y sestea bajo el tas de tenis, piscinas, y árboles, árboles, gloriosa agonía. tando terminachos de suburbio y palabroárboles; terrazas sobre el mar y terrazas AQUÍ está La Guaira, como un potro tas agresivas como un reniego. Carne moescalando la sierra. Cemento, piedra y suelto, sin brida y sin estribos, o con la rro, y una sinfonía en verde- -verdehierena, carne de color de hueso, y carnes de con el cabrilleo de la selva verdinegra y espuela hiriéndole los flancos. ¿Pero es mar y verde de monte- arrollando y éste el poblado que ayer, ayer no más. me arrullando el alarde polícromo de La milenaria. recordó los aduares del Sudán y del Descolgándose de la sierra y salpicando negal, o los poblachones patagónicos, o Se- Guaira. los la verde exuberancia tropical, chozas de aldeorros que se miran en las aguas del El poblado se ha desprendido de sus habarro, de chapa, de troncos y de madera: Magdalena y del Paraná? ¿No fue aquí rapos, y sobre el Caribe una nueva ciuhumildes, encogidas, minúsculas; tímidas donde me valí de los hombros de un Ja- dad, como Manizales en el Quindío, como viviendas agazapadas entre los faldones yán de ébano para saltar a tierra firme, y Manzanillo en la manigua, grita, una vez; del Avila y atalayando el poblado, la pla- donde el forcejeo con los trámites inmi- más, el milagro vital y capital de Améya, las naves viajeras, la líquida y metáli- gratorios adquirió las proporciones de una rica, ca inmensidad caribe. Mínimos hogares denodada lucha contra los elementos 9 Sin Bartolomé SOLER encaramados, entre atajos y repechos, entre cocoteros, palmeras y uveros de playa, a hombros de unas callejas retorcidas, estrechas y silenciosas. El arbolado de una plazuela; tenduchos, figones y cantinas, con olor y hedor de alcohol de caña, de grasas, de pescado. Un quiosco que se cimbrea, un tenderete ambulante y una mujer que y pregona su mercancía, y el contoneo salaz y sagaz de una hembra de bronce, y el bárbaro requiebro de un barbarote que se revuelve contra el espolazo. Y acribillando la playa, la plaza y los callejones, un enjambre de pitusos, un espesor de mocosuelos alquitranados, tripudos y desnudos, revolcándose en la arena, al sol y al viento, la cabeza rizada y las nalgas redondas y relucientes como castañas maduras. Después, desgajándose de La Guaira y serpenteando entre montes, bordeando barrancadas y burlando abismos, treinta, cuarenta kilómetros de camino carretero; treinta, cuarenta kilómetros de curvas eslabonadas, de vueltas y revueltas, de repechos, de pendientes, de zigzaguees, y barro y polvo, y, de trecho en trecho, el esqueleto de un camión vencido, o allá abajo ¡muy abajo- -fantástico y tétrico, aguafuerte del Boquerón- -el costillar de un coche despeñado. Desde La Guaira a Caracas, y a los veinticinco años, aun sigo viendo el viejo y fatídico camino, con un florecer de cruces en sus bordes, enlutan- La avenida Soubleite se extiende sobre terrenos rescatados del mar, y también por dondo la Inenarrable audacia de sus cuatro- de antes se entrecruzaban las estrechas callejos coloniales de Maiquetia, de U Guaira y cientas curvas. de Macuto, de modo que ha cambiado fundamentalmente I aspecto y temperamento de ¿Quién dijo que un cuarto de siglo de) as viejas ciudades marítimas. CARTAS VENEZUÍli D

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