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ABC MADRID 27-03-1955 página 19
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ABC MADRID 27-03-1955 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
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11 í- HU ÍÜUiiChlii. Pero Yuste está en elflnde todos los caminos, verdaderamente recatado y solitario. Dos kilómetros de un detestable paso le unen a la carretera que viene de Jaraíz y sigue luego a Jarandina, por Cuacos: un purblecito del aue ya contaba Ponz, y repitió casi a la letra Alareon, que se enorgullecía de haber hostilizado con pequeñas impertinencias les últimos años del Emperador, Subiendo por aquella trocha que digo, pronto destacan los gigantescos castaños y los esbeltos eucaliptos de Yuste. En ssguida comienza la tapia de la huerta, cuyos altos muras se hacen piedra heráldica para asegurarnos, con las armas de Carlos v, que está allí, eternamente dormido, 1 imperial recuerdo que buscamos. Llegados al monasterio, nos franquea la entrada un hombre joven, fornido y aleere, que vive y guarda con su familia aquella soledad. La iglesia y el convento- -los conventos, mejor, pues que fueron al cabo dos, gracias a la munifleente ¡protección de los condes de Oropesa. dueños durante síslos de toda esta tierra- -están en periodo de lenta reconstrucción. Trabaja poca gente, porque la consignación es poca, pero algo es algo; en la iglesia ya está reparada la bóveda del coro, y, en los claustros, parte de la arquería ha sido puesta otra vez en pie. No voy a decirte, lector, porqué ya lo sabes, que este monasterio fue victima de una brutal. represalia de los franceses d ¡Napoleón: pero si recordarte que ha pasado siglo y medio desde entonces y los españoles todavía no lo hemos levantado como se merece. La exclaustración fue la última desgracia que le cayó encitna, y, ni los esfuerzos de quienes han sido sus dueños, particularmente los beneméritos del marqués de Miravel, en el siglo pasado, ni los del propio Estado, que ahora los prosigue, fueron suficientes para restaurarle en toda la medida, no creo- que excesivamente ambiciosa ni impaciente que uno hubiera deseado. Pero no voy a hablarte ahora de la doliente y paciente arquitectura del claustro viejo, que, como la de la iglesia, es gótica ni del nuevo, de limpio estilo renacíante, que es también el más dañado. Porque sólo los vi después de haberme templado el ánimo en el silencio, único huésped del llamado Palacio del Emperador. Pues cuando entras en Yuste, amigo, ninguna VUSTÉ. -La terraza del Pilado, oon I poyo sobra el que descabalgaba Carlos V. YUSTE- -Claustro viejo del monasterio. otra cosa te requiere con fuerza que se asemeje a la que, éomo de una piedra imán, tira de ti desde la imperial piedra que compone la residsncia que, hace cuatrocientos años, mandó levantar Carlos V para descanso y disciplina de su último vivir. Es una fábrica de dos plantas, a la qus da prestancia de palacio solamente la memoria de haber sido levantada tpara un Bey; hasta tal punto parece no más que un pequeño edificio auxiliar, para servidumbre o guardería de la huerta, adosado como está al alto muro del convento. El acceso a la planta principal se hace no por escalera, sino por una suave y larga rampa que hicieron expresamente para que el Emperador pudiera llegar sin apearss del caballo hasta su misma casa. Esa rampa, apoyada en una arquería qua se prolonga en los bajos de la casa, va a dar a una terraza cubierta, rectangular, que es la única antesala de las habitaciones imperiales; en ella se conserva el poyo, de doble cuerpo, sobre el que descabalgaba ei Emperador, y una fuente de taza redonda con un surtidor qua deja caer el agua mansamente: también allí, junto a la puerta principal, sobre el lugar en donds acafo hubo un banco de piedra, está, bajo las armas imperiales, la inscripción recompuesta, que dice así: Su Mag ¡el Emper D. Carlos Quinto nro. Señor en este lugar estava asentado quando le dio el mal a los treynta y uno de Agosto a las quatro de la tarde. -Fálleselo a los veinte y uno ds Septiembre a 1 dos y msdia dr las la mañana. Año del S de 1.558 Desde los dos arcos que abren la terraza a mediodía se alcanza, más ella de la frondosa huerta, toda la profundidad del valle d- e la Vera: a través ds ellos per netra hasta el interior de la casa el fuerte, inmediato olor de los limoneros y naranjos, La residencia, distribuida al parecer de modo semejante a las habitaciones del palacio de Gante, donde nació el propio Carlos V, no puede ser más modesta: allí no hay más que cuatro amplias cámaras, provistas de grandes chimeneas y repartidas a ambos lados de un pasillo central: eso es todo. A la derecha, comedor y cocina; a la izquierda) despacho y dormitorio. La carpintería de puertas y ventanas acaba de. ser cuidadosamente reconstruida, y el ajuar está ya encargado a los restauradores: pero ahora todo está, absolutamente vacio, limpio, cerrado y 1 solitario. Desde la enrejada ventana del despacho que abro a la terraza se ve el apacible barboteo de la fuente, en seguida un enorme naranjo centenario que se recuesta sobre el muro vecino de la iglesia, y, más allá, ya el brusco repecho del monte. Dentro, a. la derecha, hay RI fondo una pequeña puerta que da a una cámara, secretaria tal vez, donde dicen que por respeto al dormitorio de su padre durmió, durante dos noches, Felipe II, cuando vino a buscar los restos del César para llevarlos a El Escorial; ahora tienen aquí, provisionalmente, el monacal féretro, donde estuvo, durante años, la caja de plomo que contenia el cuerpo del Emperador: es de madera lisa; ds castaño natural, sin una talla, ni relieve, ni bronce, ni hierro que denote quién fue aquel que allí dentro descansaba. También se guarda aquí la copia de La Oloria de Ticiano, cuyo original tuvo el Emperador en su dormitorio y del que dispuso que estuviera siempre donde yaciera su cuerpo. La alcoba contigua tiene un balcón abierto sobre el interior de la iglesia, de modo que desde el lecho pudiera seguir Carlos V el sacrificio de la misa, según la misma disposición que luego imitó Felipe n para El Escorial. Al otr lado del pasillo está la cocina, con su gran hogar, y el comedor, con una hermosa solana que da sobre la huerta. Me dicen, como- si fuera de ayer, qus aquí wlin asomarse el Emperador a respirar la frcaz- A uaü ds la Vera bajo el cielo de la tarde; busc entonces en el cercar jardín y en el alto castañar, n el valle extendido como un lebrel a los pies de Yuste, y en el lejano horizonte extremeño, el lugar predilecto jdonde irla cotidianamente a caer, como el vuelo de un águila, aquélla mirada egregia, cansada de correr el mund Todo el paisaje se potencia entonces, combándose como una bailes tensada por la Historia; paro es tarde W hay que arriar la emoción como una bandera en el crepúsculo, para seguir la marcha. Salimos, pues, del palacio y bajamos la rampa para cruzar silenciosamente, bajo los grandes eucaliptos, el portón de la huerta: echado junto a la tapia dormita al sol un enorme, imperial mastín. A lo lejos, el sol bruñe las rocas cimeras de Orédos c mo la coraza de un gigante. G. a de l a s mímáimám

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