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ABC MADRID 04-03-1955 página 15
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ABC MADRID 04-03-1955 página 15

  • EdiciónABC, MADRID
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LOS MGLESES EN LA MESA del plato, mientras la mano izquierda, en flte violación del precepto evangélico, revela a la derecha el secreto de su torpeza, pasándole el tenedor. Engullido el troao, retomo de este instrumento a su dueño natural y nueva toma del cuchillo por la diestra para ivpetir la prestidigitación hasta el final de! festín. El inglés, muy al contrario, se mantiene fiel, durante toda la operación, al principio de la distribución técnica del trabajo: su miaño derecha conserva Impertérrita el cuchillo coa el cual, además de trinchar y desosar, aglutina y moldea contra las púas dei tenedor los ingredientes del próximo bolo cibal, sin que jamás se le ocurra- -íeo trapicheo- -usurpar el co metido de 1 otra, inmediata servidora del paladar. 1 triunfo de nuestro hombre sobre las: tercas asechanzas del cuchillo para tocar los labios resulta rotundo, definitivo, en la dura prueba del queso cuando, carente de otro utensilio auxiliar, sale del atolladero, airosamente y sha reniegos, utilizando cachitos de pan untados de mantequilla coto vehículos directos del becado. Luego, al término de cada servicio, depone sobre el plato las armas victoriosas, mas no despatarradas, de cualquier talante, sino juntas y paralelas al canto de la mesa, lo cual sirve como señal de despejo a la servidumbre. Engreído por esta magnífica doma suya del cubierto, extendida a todas las capas de la sociedad isleña como Inquebrantable rito, el inglés, desmesurando la trascendencia de su proeza, la rige en empaquetado prejuicio que condena, sin remisión, 1 extranjero que no la ejerce. José PLA CÁRCELES O creo haberme quedado nunca tan atónito como cuando leí esta anotación en el Journal de los Goncourt: pitanza es, entre los ingleses, algo materialmente repulsivo, algo inexistente en ningún pueblo civilizado. Su cerebro todo, durante la comida, pertenece a la masticación y la deglución. Los hombres expelen pequeños gruñidos de satisfacción animal, sus mujeres, blancas y sonrosadas, irradian un embrutecimiento embriagado, y se ve a los chicos sonreír amorosamente ante las viandas. Hay en todos ellos, hombres, mujeres y criaturas, una inflación muda, estúpidamente extática. A menos de tachar de patraña este goyesco desahogo de los célebres hermanos cuya dogmática literaria precisamente estribaba en conseguir versiones justas de cuanto ae ponía a su alcancé, habrá qus reconocer que, en lo tocante a la bucólica, ha habido en Inglaterra, desde entonces, un pasmoso camtoio. Seguro estoy de no provocar ningún mentís si digo que, en los dias nuestros, es Inglaterra el pais donde mejor se come, entendiendo ccn esta frase, por supuesto, no el modo cómo está hecho lo que se come, sino exclusivamente cómo se come lo que se hace. Porque en cuanto a lo primero, a la faena de Jos fogones, hay universal consenso en certificar que los indígenas 3 el archipiélago imperial son los más detestables cocineras de todo el orbe, con parquísimas excepciones y sin poner en la cuenta los frascos de salsas prefabricadas, su arte coquinaria no ha desbordado mucho, en efecto, las recetas heredadas del hombre troglodita: carnes tostadas y hortalizas cocidas, sin sal siquiera. N Semejante r u d i m e n t a r i s m o nutrimental no constituye óbice, sin embargo, para que entre los dichos indígenas- ¡gran placer el poder aplicar alguna vez a los ingleses este apelativo tan prodigado por ellos al hablar de los demás! gentes de innegables refinamientos sociales, el supremo irlarchamo de la buena crianza lo estampe, sin concesiones, el comportamiento en la mesa. Ahora bien; el aportarse bien en la mesa- -aparte, claro está, de no dejar ver esa agonía gruñidora y embelesada con tanto regodeo descrita por aqusllos hipersensibles habitantes del famoso Granero -consiste, sobre todo, en cerner con pulcritud, lo que en resumidas cuentas viene a equivaler a manejar con soltura, precisión y limpieza la panoplia alimenticia; maniobra muy sencilla, pero que no en todos los países, fuera del radio de Albión, se enseña a ejecutor como Dios manda. En más de un banquete diplomático, he tenido yo ocasión de ver a personajes de poción muy destacada conducirse, al respaK, tan abominablemente como no lo hwftera hecho el más zafio estibador en la peor tasca del Támesis. Frente a ese recado metálico que la civilización ha puesto en torno a cada plato, 1 británico, sea cual sea m calaña, no se embrclla jamás. Tal el buen estratega, maneja con orden, método, conjunto y ra- pidez las tres armas. Nunca pone de manifestó esa embarazosa postura del comensal a quien, una ves cortado cada trozo del itíanjar. le sobra el cuchillo y le falta mano para llevarse a los dientes la porción. De ahí un engorroso malabarismo consistente en posar el pringado tajador lisamente en el mantel o, en resbaladizo plano Inclinado, sobre el borde Egmond, el mayor de lo hermanos Goncoupt. (Pintura d Bugén Garriere.

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