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ABC MADRID 27-02-1955 página 3
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ABC MADRID 27-02-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ILUSTRADO DE INFORMACIÓN GENERAL FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO Llf. CA DE TENA D I A I H O IL UST RADO DE INF O RM A GI O N G EN ERAL) que se dicen en serio. Os hace falta más cántico, más canción, más cantar. La impresión de aburrimiento de que te hablo más arriba- no procede de que seáis indiferentes a las cosas, sino de que el conjunto de vuestros escritos no tiene nada de coral ni de voces solas, exultantes, sino que produce la sensación del canto monocorde de los grillos en las noches estivales. Ruido nada despreciable, que he escuchado atentamente en más de una oportunidad, pero qife es llamado canto solamente por derivación; en realidad, es un rumor de élitros que vuelven al mismo tema e insisten en la misma nota raspada. Repito que los poetas no figuráis en esa agrupación como tales poetas, y que quizá una antología lírica de la misma juventud diera otra impre. sión, aunque me temo que la diferencia no fuese considerable. ¿Por qué anticipo esta sospecha? Porque me parece que estáis agobiados de pudores excesivos. Aclaremos: de pudores internos, completamente distintos a los que pueda producir cualquier factor externo que influya de un modo u otro en vuestra expresión. Creo sinceramente que esta juventud poética, la que hoy ronda en torno de los feinticinco años, tiene valores en potencia tan dignos de atención como los que haca veinticinco años andaban én vuestra edad de hoy. Pero se me antoja que necesitáis vencer- -y los habréis de vencer, seguramente- -esos falsos pudores. No cantáis el amor a la mujer porque os parece pasado de moda, o exhibicionista manifestarlo. Andáis con rodeos para cantar el amor a la tierra porque teméis que os clasifiquen entre éstos o aquéllos, como si el amor fuera clasificable. A última hora, os volvéis sobre vosotros mismos, y aun sin caer en automatismos modernos tan pasados de moda como las endechas de Meléndez Valdés, entráis en una zona poética de autocontemplación minuciosa que, si es más inteligible qué las turbulencias dadaísticas o ultraístas, interesa a la postre tan poco como aquéllas. Hay que cantar más y con más ale: gría. ¿Que no se puede, porque los tiempos no están para eáo? Muchacho, joven poeta: ningún tiempo ha estado para eso. Lo que hace que el tiempo sea luminoso es la Canción que nosotros cantamos en él, en cada uno de nuestros tiempos. Canción que puede variar de tono entre la clara certeza dolorida de Manrique y la gezosa libertad de Gbethe; entre la violencia apasionada de Baudelaire y la ternura de Garcilaso. Si te digo esto, si comparo o aconsejo, es porque os quiero, porque espero de vosotros para España mucho más de lo que tú mismo esperas de ti. Un abrazo. José María SOUVIRON O puedo dejar de acordarme a h o r a (uno tiene la cabeza llena de literatura, y buena en este caso) del comienzo de una carta de Unamuno a un señor A. Z. autor de un, libró, en la que don Miguel vacila un rato acerca de si debe mandar su carta privadamente al destinatario o si conviene más que la envíe al público. Se decide por esto, y tras un preámbulo en el que reconoce que el literato suele escribir como si se imaginara que al público en general pueden importarle las cosas del oficio, elimina este escrúpulo y entra de lleno en el corazón del asunto. Valiéndome de tal ejemplo, tne atrevo a difundir esta carta en respuesta a la tuya, suponiendo que van a leerme algunos poetas y que los problemas que aquí aparecen pueden in- teresar a unos cuantos que estén en tu mismo caso. Perdona la coincidencia del título, pero hay ocasiones (ésta no es la primera) en que se me dan los títulos hechos, y no tengo por qué rechazarlos. Tu carta, suscitada por mi anterior artículo en estas mismas páginas, empieza por atribuirme algo que no he dicho; atribución que utilizo y desmiento por la misma razón que me mueve a publicar la carta: que muchos han deducido, seguramente, otro tanto que tú. Y no he hablado de que la generación joven, la última promoción sea triste. No aparece por ninguna parte la palabra tristeza en mi artículo, pero seguramente que sugiero o insinúo algo de ello cuando tú lo has deducido. No es impresión de tristeza la que me da ese grupo de escritores, sino de otra cosa. Diría, atreviéndome un poco, que la impresión es ds aburrimiento, de tedio. Lo que tampoco es ninguna novedad, ya que el siglo pasado produjo innumerables escritores afectados por el tedium vitae o- -más particularmente- -por el mal du siécle ¿Solamente el siglo pasado? Otros también. Esto no evita que mi comparación entre dos generaciones, la vuestra y la mía, establezca una gran diferencia en este aspecto. De esa comparación, exclusivamente, traté en mi escrito. No quiero decir con ello que la juventud de mi tiempo careciera de tristeza. Creo que tenía lo que ha llamado un poeta- la tristeza necesaria pero no más. La juventud tiene que contar con una dosis ineludible de tristeza, como la primavera, que quizá sea la estación más triste del año, con una tristeza blanca, luminosa, juvenil, que aumenta su hermosura. Pero la otra tristeza, esa que tú me has sugerido, la tristeza- egra, es tan perjudicial y mortífera como es vivificante y favorable la tristeza primaveral; En buena hora, pues, contéis los jóvenes con una cantidad c tristeza que. CARTA A UN JOVEN POETA si carecierais de ella, no seríais completamente jóvenes. Cuidado, sin embargo, con las hinchazones contagiosas: la persuasión de que se es triste debe conducir solamente a esforzarse en dejar de serlo, ó á mantener sólo el grado que es preciso conservar. Seguramente que sois los poetas (incluso los poetas que figuráis como prosistas en ese conjunto antelógico) los menos tachables de melancolía en vuestra generación. Ya sé muy bien que a la mía se le acusó de superficial, de indifárente, de formalista. No sé si esta superficialidad, indiferencia y formalismo son para muchos de hoy el racimo de uvas que la zorra se negaba generosamente a engullir. Para los que no conozcan tu carta- -es decir, para todos menos tú y yo- este tono ligeramente polémico y compárate vo puede parecer inmotivado. No lo es. Aseguras tú que las comparaciones son odiosas y que no hay por qué parangonar dos generaciones separadas por un abismo. En primer lugar, eso de que las comparaciones son odiosas es una de tantas tonterías que se han venido repitiendo en el mundo sin base ni fundamento. Todo lo que hacemos en la vida, desde que abrimos los ojos, es comparar, establecer diferencias. Lo que se ama es. amado porque, comparándolo con. otros seres, nos merece amor y lo diferenciamos del resto. Hay que acabar de una vez con las frases vacías como esa de las comparaciones o aquella otra de que sobre gustos no hay nada escrito. AI comparar lo hice porque me sorprende la distancia entre las actitudes ante la vida de dos grupos que no están, separados por ningún abismo, sino mucho más unidos de to que tú puedes sospechar, en el destino histórico de una época y de un país. Lo que nosotros empezamos, aún con nuestras equivocaciones, podéis llevarlo a cabo (a un cabo firme) vosotros, los de la última promoción. Mas para hacer algo es menester cantar. No tomes a chirigota las palabras exactas y justas Abra mercados a sus producios znum éndQhs en la Edición Semanal Aérea de A B C v-

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