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ABC MADRID 05-02-1955 página 3
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ABC MADRID 05-02-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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1 L U s: f K A D O D E i1 hO KMAC ¡ON 1- N E R 1 D 1 AR 1 O FUNDADO EN 1806 POR DON ABC TORCUATO DIARIO ILUSt R A D O D E i1 F. O R M A G I O N G É NER A L B LUCA DE TENA cos días dediqué a la vejez del hombre anuncié éste, referente a la de la mujer, tema que dejaron apenas desflorado los autores clásicos, para los que sólo interesaba la mujer en tanto conservaba la belleza y lozanía de su cuerpo. El Cristianismo, elevándola al mismo nivel del hombre, según escribió San Pablo a los gálatas: Ya no hay distinción entre hombre y mujer, porque todos son lo mismo en Jesucristo hizo que la anciana fuera interesante, reve rendada y honrada. Hoy la Gerontología dedica la misma atención a la senectud femenina que a la masculina, y en la práctica, más a la primera que a la segunda; porque la mujer es más aficionada. que ei hombre a la Medicina y a les médicos, y por ser en mayor número, ya que la vida media de la mujer supera sensiblemente a la del varón j hay más ancianas que ancianos, más viudas que viudos. Los afortunados a los que Dios r. os concedió el don de conservarnos nuestra madre hasta una edad avanzada tenemos de la vejez de la mujer un concepto reverencial y un recuerdo dulce y hermoso; y el que tuvo la dicha, que yo no merecí, de ver envejecer unidos a sus dos progenitores, en amorosa convivencia, guardará en su alma un bien grato recuerdo. Ni los unos ni los otros podremos considerar a la vejez como una cosa: fea, triste o miserable. En las clases inferiores de la sociedad, la hembra envejece pronto; alrededor de los treinta años, la dura tarea de su casa le hace descuidar su físico y su belleza comienza a declinar rápidamente; su cuerpo s deforma, caen sus pechos, aparecen las arrugas y las canas. Así va pasando, insensiblemente, de la edad juvenil a la provecta; a ello contribuye, en la casada, la frecuente reiteración de maternidades y lactancias, mal nutridas y no bien asistidas. Como el cuidado de sus hijos y la administración del precario presupuesto absorben todos sus esfuerzos y poralizan su atención, la vejez la sorprende sin darse cuenta; con la cabeza llena de preocupaciones y dormido el corazón. Su existencia, al llegar a esa edad, ha transcurrido feliz o desgraciada no por causa de los años, sino por desavenencias o desilusiones matrimoniales, por las enfermedades y muertes de los hijos, por estrecheces económicas y por otras circunstancias, en las que no influye ¡a edad; y de hacerlo es de modo favorable. La vida de la esposa- madre se va haciendo más fácil a medida que los embarazos se van espaciando y creciendo los hijos; también los maridos infieles se van reformando y sometiendo. Para muchas mujeres, el síntoma tan claro y melancólico de la menopausia es motivo de alegría: se acabaron los niños que venían sin su pan bajo el brazo. En algunas, la edad crític- rae consigo des- E el r t ulo 1 Nque ahaceí c po- LA VEJEZ, ESA HERMOSA EDAD arreglos nerviosos y neurastenia; pero pasan pronto, así como las negras ideas de la muerte. La cristiana sabe que Dios le ha de mandar, en el trance fatal, la gracia del momento He intentado presentar el tránsito hasta la vejez de una mujer casada, de las clases que hoy se llaman económicamente débiles: baja burguesía, burocracia, artesana y obrera, habitante de una gran ciudad. Alguna diferencia existe con la que habita un pueblo o una ciudad pequeña; el trabajo es duro y menores las, preocupaciones y agobios. Sustancialmente no cambian las condiciones de vida. Unas y otras se encuentran de repente viejas, y la mayoría de ellas, viudas; viviendo con una de sus hijas, nuevo hogat en el que recorrerán, por segunda vez, el mismo ciclo feliz o desdichado, con nietos, en vez de hijos, para educar y cuidar. Entre los ochenta y los noventa años morirán resignadas, quizá sin d a r s e cuenta. Muy distinta aparece la vida de las mujeres en clases superiores de la sociedad, mas no es así como regla general. Hay, naturalmente, que exceptuar aquellas que en su juventud fueron esclavas de su belleza, a las que brillaron en los salones y fueron en ellos reinas de la moda. Ven las primeras, a partir de los treinta años, amargada su vida por la invasión de grasas, que deforma sus líneas y hace perder firmeza a sus senos; en la lucha constante contra el invasor traidor encuentra la víctima materia para ocupar todas las horas de sus días. Alguna se entrega, renuncia a luchar; pero otras, no; siguen luchando y alcanzan la victoria, con la ayuda de armas poderosas de que dispone la moderna Cosmética. No es sorprendente que al preguntar: ¿Qué edad tiene esa guapa mujer? Se nos responda: Acaba de cumplir cincuenta y seis años. Y esto no en países anglosajones ni escandinavos, sino en la propia tierra española. Estas contrariedades no son, en todo caso, miserias de la vejez, sino contratiempos en el camino hacia ella. amor; mientras que a su alrededor v e n crecer a su familia por enlaces y natalicios, para el recreo de sus años postreros. Un poco de. vida social, partidas de naipes y lecturas completarán las horas de sus días. La que es buena y piadosa encontrará inefable gozo en la Religión y la Caridad. Muchas qutdaírán viudas. Para éstas, si quisieron profundamente a sus espo sos, les llenará la vida el culto a su memoria, tan consolador para quienes creemos, por ser cristianos, en el dogma de la Comunión de lqs Santos Añadid a esto el cuidado y mimo de los nietos y comprenderéis, que no podrán aburrirse. La célibe, la que no se casó, por propia voluntad o contra su deseo, tampoco es necesariamente desgraciada en su vejez. Al cumplir les treinta años, aun rodé a d a por la fervorosa admiración masculina, mira intranquila el porvenira los cuarenta, e alarma seriamente al verse soltera, y a los cincuenta, acepta resignada su destino y orienta áu vida, ocupándola de modo similar al de sus coetáneas casadas; no echa de menos los placeres conyugales, que ignora, y satisface las profundas apetencias de su instinto rhaternal, con sus sobrinos y sobrinos- nietos. Dios recompensa: la conformidad y abnegación de algunas deparándoles un amor, no por tardío menos delicioso ¡cuan bellas las rosas otoñales! su vida discurre desde entonces como la. de la casada sin hijos: tranquila y solitaria, si queda viuda; la soledad es el escollo que acecha a lá soltería en los dos sexos. No quise demostrar que la vejez de la mujer es siempre feliz, sino que no es necesariamente triste y desalada, como muchas creen: habitamos un valle de lágrimas y en la penosa carrera de la vida encontrárnosla cada paso, penas y dolores. Pero éstos no son achaques exclusivos dé la vejez, sino patrimonio común de todas las edades. Terminé el artículo referente a la vejez del hombre con citas del libro de Cicerón De Sehectute por razón de simetría, y al par de galantería, hacia mis lectoras, algunas bien dilectas, terminaré con otras del mismo li ro. ¿Fue acaso más a prisa la ¡vejez a inLa elegante suele seguir disfrutando esta cualidad hasta que se muere o has- troducirse furtivamente en la juventud de lo que hizo la juventud con la nita que voluntariamente renuncia a ella; la que fue reina de los salones puede lu- ñez? Todos desean larga vida: ¿acaso les pesaría menos la vejez si hubieran cir en sus sienes la frivola corona hasta llegado a los ochocientos años, en vez contar muchos años, pues si a cierta edad de a los ochenta? no la rodea ya el deseo del hombre, con De cuan gran precio el alma, liberada! serva incólume el atractivo de su simpaya del servicio de la pasión, de las amtía, incluso acentuado por su mayor inbiciones, de la lucha, de las enemistades, genio, más encantadora bondad y por su noble conducta, exenta de celos y envi- de las concupiscencias, estar conmigo dias, que son frecuentes en las jóvenes. mismo y consigo mismo vivir. Ciertamente, no hay deleite mayor áue este Fuera de estas excepciones, la vejez placer espiritual. sorprende a la mujer casada de las cla El ser quisquillosos los viejos tiene ses elevadas, en forma análoga a la que describimos para las de las más bajas: excusa. Piensan que los desprecian, que los tienien en poco, que se burlan de menos agotadas y cpn el cuerpo mejor ellos; además, ¿dando el cuerpo está conservado; también con el alma más ya débil; y delicado, cualquier desaire se joven. Algunas privilegiadas siguen viviendo en la senectud dulces novelas de 1 siente rnás. Alfredo KINDELAN

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