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ABC MADRID 02-02-1955 página 3
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ABC MADRID 02-02-1955 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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DIARIO ÍLUS T R A D O D E INt ORM AGiO N G EN ERAÍ te. ss? FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA DIARTO ILIISTR AD O D E 1 NFO R M A G 1 O NGE NE R A L que enturbian a menudo la visión en ia juventud. Sólo al final de la vida se sabe disfrutar de todo lo hermoso que Dios creó para recreo del hombre: las flores, el paisaje, la sonrisa del niño, los ojosy la silueta de la mujer, la conversación amistosa, una puesta de sol, la lealtad del perro, la caridad. En cuanto a la preocupación por la muerte, no debe asustar a los que tenemos fe y sabernos que es sólo un tránsito hacia otra vida mejor; para los agnósticos debe ser un término natural, un descanso. He visto varias veces muy cercana la muerte y os puedo asegurar que ni asusta ni impresiona. Evitad pensar en ella. Pude intercalar, -entre mis reflexiones, para adornarlas, citas de Platón, Aristóteles, Sócrates y Cicerón; mas he preferido ofrecer, primero a mis coetáneos, modestos frutos de mi huerto, de mi experiencia personal. No quier. o, sin embargo, privarle de los otros, más sabrosos y granados, de los vergeles clásicos, espigando en el libro, tan conocido: De Senectute de Cicerón. Califica éste de gran pecado la tesis que sostiene la tristeza y miseria de la vejez. Plácida es- -escribe- -y suave la vejez de una vida pasada con sosiego, como la de Platón, quien murió escribiendo a los ochenta y un años, cual la de Isócrates, que escribió, a los noventa y cuatro años el Planatenaico o la de su maestro Georgias Lentona, sin cesar en sus investigaciones y labor hasta los ciento cuatro. Refuta Cicerón las cuatro taras que se achacan a la vejez: una, porque aparta del manejo de los negocios; otra, porque hace al cuerpo más enfermo; la tercera, porque priva de casi todos los placeres la cuarta, porque no está muy lejos la muerte No haré más que espigar en este campo: La temeridad es propia de la juventud; la prudencia, de la ancianidad. No con fuerza y agilidad se administran los asuntos, sino con juicio y autoridad. Los viejos conservan sus facultades mentales: Sófocles hizo tragedias hasta la extrema vejez. La actividad en sus estudios, ¿no fue tan larga como la vida en Pitágoras, Demócrito, Platón, Xenócrates, Zenón, Cleantes, Hesiodo, Diógenes y otros? Verdad es que tengo menos fuerzas que vosotros, jóvenes, pero tampoco tenéis vosotros las del centurión Tito Poncio y ¿vale él más que vosotros? En cuanto a la pérdida de ciertos placeres, no da pena carecer de una cosa que no se apetece y es dañina; escapamos felizmente de ellos como de un amo salvaje y furioso Todos desean larga vida. Hubo, según se escribe, un Rey de los Tartesios, Argantonio, que vivió ciento veinte años; pero no me parece a mí duradero ni largo todo aquello que tiene un término. Argumenta también con que mueren los jóvenes y los niños y con la inmortalidad del alma, en la que cree. Alfredo R 0 C U R O no escribir s o bre materias en las q u e me reconozco lego; las ajenas a mi limitado acervo cultural. No sé si faltaré a esta norma de conducta al tratar un tema que han traído a la actualidad trabajos recientes de varios médicos escritores, entre los que destaca 1 el doctor Blanco Soler. Entiendo, sin embargo, que si por ser militar puedo escribir sobre asuntos castrenses, al ser más intrínsecamente viejo que militar, podré escribir también sobre la yejez. No lo haré, claro está, como un especialista en Gerontología, sino como se expresaría, si pudiese, un conejo de Indias, un cobayo o un mono, desde los laboratorios de qué son huéspedes forzosos. Creo podrían decir algo interesante. No existe un arquetipo de anciano- -tampoco de joven ni de niño- existen viejos débiles y robustos, amargados y optimistas, cascarrabias y amables, insufribles y bondadosos; dignos todos de respeto, pero, desiguales en su trato. Condenados a la convivencia, suelen el alma y el cuerpo conllevarse; sin renunciar totalmente a su independencia. Avanzan, a. veces, con la edad, paralelos y sincrónicos; mas no es lo frecuente. En algunos seres el alma envejece más de prisa que el cuerpo; viejos prematuros, pero son más numerosos aquéllos e. n los que el cuerpo envejece y el alma sigue joven, marcha retrasada en la evolución biológica; y aun existe otra clase de personas en las que alma y cuerpo marchan en opuesto sentido: el alma se siente más joven cada día que transcurre. En esta aritmia, entre las dos sustancias que componen el ser humano, reside el drama de muchos hombres: el del viejo a los treinta años y el del setentón de alma juvenil. Se ha dicho que la vejez es triste por carecer de futuro; es falso. Tanto puede carecer de porvenir el hombre de cuarenta años como el de setenta; depende del límite que Dios haya fijado a sus respectivas existencias. Además, la vida humana tiene dos prolongaciones: una personal, ultraterrena, y otra aquí abajo: la del linaje; eL anciano debe plantar olivos para que recojan la aceituna sus hnos y gusten el aceite sus nietos. Sucede, sin embargo, que muchos, al verse cargados de años, se obsesionan con la idea de que ha terminado su misión p. n este mundo y sólo les resta morir. Contribuye a agravar esta obsesión la inicua costumbre de la jubilación o retiro al alcanzar una edad prefiiáda. Por causa de la aplicación inexorable de leyes arcaicas, estamos viendo a diario oue altos empleados o jefes militares, jubilados, en la plenitud. de su vigor físico e intelectual, al sentirse caducos oficialmente, decaen a ojos- vistos y mueren a los dos años de haber pasado a Clases l Pasivas. En cambio, cuántos viejos, que no interrumpieron de golpe sus actividades; habituales pozaron y gozan de una ancianidad activa y. fecunda- cardenales, investigadores, escritores: Ramón y Ca- LA VEJEZ, ESA HERMOSA EDAD jal, Menéndez Pidal, Natalio Rivas, don Manuel Moreno, Benavente, Concha Espina, Azorín Arteche, Royo Villanova, Velasco, Bermúdez de Castro... Y lo mismo los capitanes generales, exentos por ley de pasar a la reserva: Cheste, Martínez Campos, Polavieja, Primo de Rivera, Weyler... Y si nuestra mirada cruza las fronteras, veremos a dos estadistas senes dirigiendo los destinos de Inglaterra y de Alemania: del mismo modo que si no son las fronteras geográficas, sino las históricas, las que cruza nuestra mirada, sin necesidad de remontarnos hasta Matusalén y otros patriarcas, encontraremos ilustres longevos en todas las épocas de la Historia: Platón, Pitágoras, Solón, Herodoto, Dándolo y las dos grandes Reinas inglesas: Isabel y Victoria, Nos pasamos la vida pidiendo a Dios nos conceda una larga vida y al lograrlo nos sentimos defraudados, tristes dé haber alcanzado lo que deseamos; esa edad amable para quien dejó atrás una vida honrada y laboriosa se ve perpetuado en hijos y nietos, con el amor de una vieja compañera y con unos poces amigos y otros tantos libros selectos. Es verdad que existen: la vejez solitaria, la enferma y la desdichada; pero estos achaques son comunes a todas las edades. Con el entusiasmo de los veinte años, debe emprender el viejo cualquier tarea. Y el que no tenga tarea, que lá busque o la invente: que coleccione sellos o fajas de cigarros, descifre criptogramas o se haga hincha del fútbol. Todp antes de caer en el tedio, en el aburrimiento senil. El aburrimiento; terrible enfermedad de la edad provecta, mucho más grave que la arterieesclerosis, la gota y la aortitis. Distraed a los viejos y se rejuvenecerán; no los separéis bruscamente, de sus habituales ocupaciones; no los condenéis a forzosa vagancia. Consultad a los médicos y ellos os dirán lo peligroso que es cortar de repente un hábito, aun los nocivos, como el de la morfina. El mismo principio económico que ha obligado a revisar las tablas de vida probable en las Compañías de Seguro, aconseja modernizar la arcaica legislación sobre Clases Pasivas. En veinte años, la vida humana se ha prolongado no un año o dos, sino más de una década; esto se traduce en un desequilibrio entre brazos y bocas, entre productores y consumidores, que seria prudente reducir; ajustándo la ley a los progresos de la Medicina y de la Higiene para que los viejos que conserven aptitud la aprovechen, cumpliendo el divino pvecepto de: ganar el pan con el sudor de sus frentes. He aquí la modesta aportación a un tema de, actualidad, de un viejo, muy conforme con su edad y agradecido a Dios por haberle conservado el don supremo de la Vida para gozar serenamente, a cambio de algún grato deleite perdido, de muchas cosas buenas; libre su corazón de pasiones, egoísmos y ambiciones,

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