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ABC MADRID 06-08-1954 página 13
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ABC MADRID 06-08-1954 página 13

  • EdiciónABC, MADRID
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IDEAS Y RECUERDOS LGUNA que otra VEZ Azorín d e j a m gran ciudad, Madrid, y baja hacia Levante, a su pueblo. Quizá solicitado por los padres, que desean la presencia del hijo en el hogar. O. tal. vez añora el lejano canto del gallo en la noche callada, el martilleo de una herrería que suena en las calles desiertas inundadas del sol estival, o las notas agudas y cristalinas de la campanita de Santa Bárbara que marca la hora del yantar. Esta eampanita ahora está ronca, apenas se oye en las calles bajas. Los monoveros de hoy la oyen con indiferencia; su repique ya río señala la hora de acudir a la mesa, así como cierta campana parroquial- -con su grave toque- a las doce menos cuarto, tam, poco indica ahora a las mujeres el momento de ejecutar ciertos menesteres cu linarias. Azorín ha ganado la candidatura de diputado por el distrito de Purcheria. En Monóvar celebran el acontecimienito y quieren honrar al hijo suyo que va a sen tarse en los escaños del Congreso. La banda de música toca la misma noche de su llegada ante la casa. El quiere hurtarse al homenaje; apetece el descanso. Interviene la madre: Hijo mío, estos cargos traen estás cosas. Acéptalas aunque te contraríe sal y muéstrate complacido y obsequioso. El hijo accede. Aquí, en la ciudad apacible, sigue Azorín como en todo lugar, su vida metódica. Terminada la minuciosa limpieza, reina en la casa una quietud y silencio monásticos, y él, allá en su cuarto, se da a su habitual tarea. Sentado en una mecedora ante el balcón, puede espaciar su vista en el pequeño jardín. De este jardín situado en un plano más elevado, se escapa entre los hierros de su barandilla la exuberante fronda de un jazminero esmaltada de odoríferas y blancas florecillas y los racimos de bermejas flores de una enredadera. Dentro se destacan el azul de plumbago, el morado del heliótropo, el rosa de la adelfa, el amarillo... Un conjunto de aromas y policromía; y entre este hacinamiento de arbustos, de plantas y de flores, la figura de la madre que se recrea en ellas, porque ia ntadre de Martínez Ruiz amaba apasionadamente lar, flores... Cuando i vigilancia e inspección ¿no eran necesarios en la casa, se la encon traba en el jardín. Azorín madruga; cuando todos deacansan, su pluma ya corre sobré las cuartillas. Pasando cautelosamente por el dormitorio de sus hermanos, va y vuelve a la biblioteca en buSc de libros, en consulta A Azorín en su diario paseo por las calles de Madrid. (Foto V. Muro. de autores. En su trabajo transcurre la mañana, hasta que el leve sonido de una campanilla anuncia á la familia la hora de acudir al comedor. En la mesa habla cuando el padre inicia algún tema. Son conversaciones de hondura, que los demás escuchamos callados. Mediada la tarde, Martínez Ruiz emprende el paseo hacia alguna finca familiar próxima al pueblo. Canciller de las cosas pequeños orno lo califica Martín Abril- su espíritu analítico y observador se detiene en ellas, captando toda la sustancia y sentido que entrañan estas cosas que para las mentes aue no profundizan son minucias despreciables. Así pasó una tarde, en estos paseos. mirando la diligencia industriosa de las hormigas en su ida y vuelta al hormisruero. La casera lo comentaba con asombro, pareciéndole muy extraño que el señorito Pepe estuviera tan entretenido observando estos pequsños insectos. Azorín no viens a Monóvar, pjro diariamente trashoja un libro sin letras aue le evoca recuerdos de lo pasado; de lugares y cosas que ya no son. Trozos de su (d a vividos m el pueblo donde nació, por que las páginas de este libro son trasuntos de la ciudad apacible. Han pasado los años. Conmociones internas, influencias extrañas, insanas pro. pagandas han cambiado la faz de los pueblos. El Monóvar actual ya no es el Monóvar de antaño. Los qus hemos vivido los viejos tiempos nos deleitamos paladeando el sabor de lo añejo, de lo tradicional. Conservamos grabados en la mente la imagen ds 16 que era cuando nuestros sentidos se abrieron a la percepción ds las cosas, y estas imágenes han quedado adheridas a nuestra vida como algo congénito en nosotros y vacilamos en sustituirlas por otras nuevas. Lugares, cosas y personas ds nuestra In- fancia, de nusstra vida familiar, de nuestras relaciones y amistades que ya no existen y que al desaparee? r se han una parte de nuestro ser y nos han dejado una honda impresión de soledad... Si por acaso nos hallamos lejos de estos lugares y cosas vividas, nos es más grato acariciar la imagsn ds lo que fueron que volverlos a ver mudados en otros. Alejados de la realidad actual, la fantasía hace revivir lo qus pereció. Estampas de Monóvar borradas por lá mano implacable da los sucesos son el camino de las moreras; la alameda, coh sus tres paseos delimitados por recios oímos, donde el pueblo se solazaba en los días festivos. La gran fuents de mármol rojo en la anchurosa plaza. La sonoridad del agua al caer en la taza era una dulce y adormecedora música en la noche silenciosa y en el día apacible... Vieja estampa borrada es lá glorieta sombreada por corpulentos olmos, donde tal vez, Pepito Martínez Ruiz se detuviera a travesear con sus camaradas á su paso para la escuela... la antigua plaza de toros, a la que ssría llevado a ver los títeres en las tardes domingueras, como posteriormente fueron también llevada sus hermanas. El buen criado Joaaufn nunca se olvidaba ds la cestita de la merienda, que en un descanso del espectáculo ofrecía á los niños con cariñosa solicitud. Azorín contempla estas estampas y se deleita y alimenta su espíritu con la visión d, el Monóvar de su infancia; pero su dilección ál pueblo, quj está por encima de todos los tiempos, uns al Monóvar de ayer con íel de hoy. Est Monóvar con sus flamantes estampas de las magníficas escuelas nacionales, sus avenidas, sus jardincillos, i Con sus fábricas, con su emisora radiofónica. Amparo MARTÍNEZ RUIZ I

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