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ABC MADRID 23-09-1952 página 3
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ABC MADRID 23-09-1952 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID, DÍA 23 DE SEPTBRE D E 1952. NUMERO SUELTO 70 CENTS. Di ARIO TRAI F O R M A: GEN EJ A L ILÜS ¡iMION ww C U A N D O desde Europa se habla de las i d e a s gustos, preferencias y sentimientos de los americanos, la ac- si se quiere, de Karl Barth- -o de cosas titud normal suele ser el desdén. Unas ve- bien distintas? Las ideas políticas domir ces sonriente, como, ante un grupo de mu- nantes, de hecho dominantes en las mulchachos ingenuos; otras, más agrio y me- titudes, ¿son comparables a esas tan tosnos simple, como si estuviese- -permítase- cas sobre las que suele inquirir el Institu. me la palabra- -biselado. El europeo suele to Gallup? Lo que sucede es que Europa es- -aun encontrar al americano elemental. Sus publicaciones, sus magazines el cine su concepción: de la democracia, sus placeres, sus ideas, su religión misma. Y desde veinticinco siglos de complejidad y refinamiento, el europeo siente un poco de lástima. Valéri y Matisse, Vittqrio de Sica, Jaspers, Toynbée y T. S. Eliot (que, por cierto, es americano) la democracia orgánica y la troisiéme forcé La Tour d Argent la espiritualidad y los témoignages y las reservas morales del Occidente. En suma, la superioridad. Pero aun supuesta esa superioridad, se ocurre una pregunta inocente: ¿quién- es su sujeto? Quiero decir, ¿quién es superior a quién? Temo que se cometaf una curiosa incongruencia que se comparé al hombre medio de los Estados Unidos con algunas exiguas minorías- -en rigor, ni siq u iera minorías: pequeños grupos- -de Europa. Cuando se contrapone la real vulgaridad de Collier s o la mucho menos real de Life a la presunta exquisitez de Hommes et monde se olvida el hecho elemental de que las primeras revistas son leídas por varias decenas de millones de personas, y las segundas sólo por unos cuantos centenares, tal vez millares. Cuando se encuentran elementales el modo de pensar y el modo de vivir americanos, se piensa, por lo menos en Bertrarid, Rusell o en Guardini, en los profesores de en los países menos democráticos- -un la Sorbona o los académicos de la Len- continente representativo. Todo lo que se gua, en las cincuenta, cien o doscientas dice del europeo se refiere a unas pequefamilias que representan el estrato supe- ñas minorías que representan mucherior de cada capital europea, ¿Qué ocu- dumbres, de las que se acostumbra presrriría sí hiciésemos intervenir de verdad en la comparación los cuerpos sociales de Europa? ¿Si buscásemos la lectura efectiva de ocho millones de españoles o quince millones: de italianos o doce millones de franceses? ¿Cuál es el modo de peñ- sar la idea del mundo y de la vida y de la política y de la religión de los campesinos extremeños y los mineros galeses. de la burocracia de Madrid, Londres o Roma, de las señoras de su casa en todas partes donde aun quedan señoras en su casa? ¿Leen a Kafka y a Vicente AleixanLIMPIA Y EMBELLECE dre? ¿Les gusta el teatro de Marcel, o acaso prefieren los folklores y esas coa CUTIS medias en que al final el hijo no es hijo, y se saca discretamente el pañuelo? ¿Se nutre su vida religiosa de Karl Adam- -o. 1- 50 EL HOMBRE MEDIO cindir. (Por, éso ¿dicho sea entre paréntesis; es funesto el accé- i i so al escenario público de grupos que carecen de esa; seleí ción necesaria y que hacen, irrutnpir en la superficie, cómo un surtidor; la Vulgaridad y mediocridad que eri tii! ¿u, n tancias normales quedan subterráneas y menos operantes. Y en los Estados Unidos, eso que se llama el hombre medio no es una ficción convencional con rasgos tomados del diez por ciento superior de la sociedad, sino, que es, ni más ni menos, la totalidad tie la población. Al menos en grandes zonas del país, en loa Estados del Nordeste, se trata de la integridad del cuerpo social. No se píense sólo én lo económico, aunque es decisivo. El portero con dos coches, la televisión en las casas: obreras, el fontanero qué prefiere reservar las becas de un CÓHege de mil ochocientos dólares anuales- para los que realmente las! necesitan qué podría- I mos llamar por antonomasia; el rriehdigo de Boston aue pide limosna junto Park SqUarjeJJ ¡vcpn elegante ift iJ ótfxárnisá: inmaculada y, i en la larga boquilla, un IPhilip Mo rris todo es es, claro es- T i, el punto de partida. Pero el de 4 Íegada nb esta ahí; y tal vez las cosas no sean tan sencillas y haya un círculb dé virtudes -noi sé por qué han de ser siempre viciosos los círculos- Pienso, por ejemplo, en la universalidad y espontaneidad de los hábitos) de trabajo- -en un año no hetenido un solo alumno, que no cumpliese con creces, sus deberes tíñiversitariasí- en el nivel del lenguajcííy de los medios exipreiivos en la corrección del trato general, en el alto nivel biológico y fisiognómico- -i la calle, esa realidad tan distinta, confortadora u oprijnente, según se salta de. un meridiano a otro o de uno- a otro paralelo! en la honradez habitual, que- salvo en las gran- des ciudades, donde existen delincuentes de profesión- -permite ¿o cerrar nunca la puerta, dejar cualquier objeto valioso en la calle, por ejemplo, vn. paquete para el correo junto al buzón, por cuya abertura no cabe; olvidar que los coches tienen llaves. ¿Y las minorías? ¿Y las cimas? Áh, éste es otro cantar. Dejemos para otro día la orografía de los Estados Unidos. Porque 16 que habría que precisar, antes que otra cosa, es qué relación tienen aquí las cumbres con el llano antes de medir la altitud, de los picos y campiarar con los Pirineos y el Montblaftcl. t Julián MARÍAS Í

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