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ABC MADRID 17-11-1951 página 3
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ABC MADRID 17-11-1951 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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D I ARIO T R APO F O R M A G E ÑERA i L U SD E INGíO N L insignificante innovación ha dé subir, para ser aceptada, por una escala difícil: de prohibida, a reprobable, a desaconsejada, a pasadera, etc. Eígran reformador egipcío Muhammad Abdo medio consintió en 1903 a unos musulmanes del Transvaal usar sombrero; pero este famoso dictamen el dictamen transvaaliano -fue ferozmente discutido. A raíz de las reformas de Atartuk, en 1926, el rector del Azhar y el gran muf tí también atacaron ésta perniciosa imitación de. las costun brea extranjeras, y los políticos han fomentado la conservación del tarbús como un distintivo nacional. Se puede tomar de Europa casi, todo; pero el sombrero, jamás. Mahoma dijo: El que se asemeja á gentes de otro pueblo- a. él pertenece y esto ha quedado limitado al- sombrero. Distinguios de los politeístas- -dijo también- dejaos la barba y recortaos el bigote pero como ya no se dejan barba ni apenas bigote, el distinguios se ha reducido al sombrero. ¡Qué le vamos á hacerl Cada cual pone su amor propio donde quiere, y no está nada mal situarlo, en la cabeza. En uri reciente Congreso, cuando un miembro pidió lá unidad absoluta en la transcripción científica- del alfabeto árabe, yo le objeté que, sobre ser imposible de arreglar, esta diferencia apenas tenía importancia al lado de- lá decisiva de que los orientalistas escribamos en lenguas muy distintas. Otro tanto podríamos decir d? la cuestión que nos ocupa. Son, por desgracia, tantas y tan graves las divergencias entre el Oriente islámico y el Occidente, que. hacer cesar ésta, tan pequeña, sería como suprimir el chocolate, del loro. Por otra parte, ojalá tuvieran todas tan buen arreglo. Es seguro que los musulmanes ensu país no gastarán íiunca sombrero, y que nosotros tampoco emplearemos el tar- bus, que rió, es nada antiestético, si bien río defiende del sol, es muy vulnerable- a la lluvia y crea, en climas calurosos, una extraña cámara de aire tórrido sobre los, sesos. Pero también es seguro que un día ésta dif erencia desaparecerá, más allá del. fez y del sombrero, y a costa de los sombrereros. Porqué tal como las cosas van en ambos- lugares, Oriente y Occidente acabarán por coincidir en el sinsombrérismo. Emilio GARCÍA GÓMEZ de la Real Academia BspáñoXa- D I AR I O ÍL U s T RAD O DE 1 N F. O R M A C I CLN G EN- E R A L FRAY LUÍS DE LEÓN, ALMA HEBREA E multiplican beneficiosamente los estudios e investigaciones én torno K. J a la figura de fray Luis, Con el tiempo nos llega más sazonada su prosa, más lúcido y perenne su pensamiento. Del verso de fray. Luis no hay quien no retenga el saboreo de su perfección, de su acabada armonía. Pero ya no es sólo el poeta, con. -su principado lírico, el que conquista, con San Juan de ¡a Cruzóla admiración y la preferencia de los busnu catadores de esencias. Es también el escriturario, el exégeta, el teólogo, el cultivador asiduo de las letras, humanas y di- vinas, él hombre que recogió. las inquietudes del Renacimiento haciéndolas derivar hacia la banda de lo: divinó, el que atrae ¡a atención de eruditos y estudiosos. Con esa requerida amplitud se nos da estudiado a fray Luis en el yalioso volumen La Pensée de fray Luis de León en él que Ahin Guy perfila las facetas múltiples del poeta, concediendo- un espacio considerable al biblisrno luisiano, al valor de sus. doctrinas escriturarias y al método filológico y exegético. que sigue en sus, luminosas exposiciones. Guy no conoció, cuando escribía su libro, las obras latinas de fray Luis, que son un venero de riqueza teológica y escriturís- EL ISLAM Y EL SOMBRERO L actual indume nto europeo lleva fin siglo largo de infiltración progresij va en los medios- urbanos deLOriente islámico, y continúa ganando terreno, salvo en. un detalle. Este detalle hubiera debido ser el del calzado, pues un musulmán devoto que. quiera hacer las abluciones ha de án jar. en no floja lucha con las lazadas de los zapatos, los, calcetines y las ligas, Pero, en. estas cuestiones, la lógica río cuenta. La resistencia se ha fijado en ía cabeza (acordémonos nosotros del motín de- Esquilaehe) Lo que uri musulmán río se pondrá jamás en su país, ni por todo el oro del múridos es un sombrero. Esta resistencia- explica que, para occidentalizar por completo Turquía, tuviera Atatürk en noviembre de 1925 que obligar por decreto a los turcos a llevar un cubrecabezas europeo. Todo lo que entonces pasó en Coiistantinopla es muy divertido y ha sido muchas veces contado: los miles de feces tirados al Bosforo y las apreturas ante las Sombrererías, que despacharon en un santiamén, sin distinción de precios, formas- ni medidas, los desechos, de todas las fá- bricas de Europa, pedidos por telégrafo. No olvidemos tampoco la perplejidad de los elegantes escrupulosos, que, acostumbrados para todo al tarbús, pedían normas. sobre lo que había que llevar en la cabeza durante caza ro deporte, paseo o entierro. ¿En qué se basa la resistencia islámica a usar sombrero? La verdades que resulta. muy difícil de razonar. Mi colega de Argel Mario Canard ha dedicado el año pasado- al tema muchas páginas en una re- vista científica. El musulmán- -se dice- -debe estar en principio y por un uso heredado del Oriente antiguó, siempre cubierto, y, como en la. oración ha de tocar el suelo con la frente, rio puede usar sobrecabezas con reborde. Pero es sta una tazón de poco peso, porque en rigor lá oración puede hacerse- sin nada en la cabeza, o dentro de la mezquita podría usarse un cubrecabezas ritual. Tampoco es convinr cente pensar que aun subsiste la creencia mágica de que el. cubrecabezas, no debe proyectar sombra sobre la cara. Ni siquiera vale la tradición. Dios y los ángeles bendicen a los qué el viernes llevan turbante dice, entre Otras parecidas, una sentencia- profética. Pero muchísimos musulmanes han abandonado el turbante, y en cambio han prohijado desde muy antiguo prendas- no. árabes, como los sarawil persas (los españoles zaragüelles e incluso detalles de sastrería reprobados, como las mangas amplias. El fez o tarbús, por otra parte, es muy moderno y probablemente de origen cristiano. Todo hace suponer que lo difundieron por el norte de África, a comienzos del siglo XVII, los moriscos expulsados de España, y que, adoptado por los piratas berberiscos, se puso. ¿e moda en todo el Levante. El hecho, sin embargo, es que el orgullo, nacional y religioso islámico se ha encastillado en rechazar el sombrero. La religión musulmana lo. regula todo, y la más S -tica. Con enfadosa reiteración se ha insistido en lo del horacianismo de fjay Luis. Don Marcelino, con el peso enorme de su. autoridad, dio validez a esta especie acogida sin discernimiento, pero que es inconsistente. Nadie podrá- negar, es cierto, las pruebas de asimilación y las alusiones constantes que, nos traen, al leer á; fray Luis, -el recuerdo de, Horacio. Pero lo h. oraciano en fray Luis es más de forma que de fondo, y eso con muchas. limitaciones. Fray Luis, tan hecho a los clásicos, tenía acostumbrado el oído a ia armonía y a la sobriedad de Horacio, a ifcs giros e imágenes del venusino que le sedujeron en los días primerizos de su juventud literaria. Pero lo decisivo en fray Luis es el elemento cristiano, teológico, escriturario 1. Fray Luis es infinitamente superior traduciendo aDavid y a Job- -contra lo que cre s Coster- -que. traduciendo a Horacio y a Vir- gilio. No es exacta la insinuación de Unamuno cuando afirma que con el perfume aspiró fray Luis el veneno horaciano. Cabría más bien decir que, cuando olvida a Horacio, resulta cabalmente más perfecto, más personal e inspirado, y es más sesgado y ancho el vuelo de su alma ardiente. El alma y el sentir- son totalmente dispares en Horacio y fray Luis: éste, sensitivo y arrebatado, no tiene ningún contacto cordial con Horacio, epicúreo, a ras de tierra. ¿Qué tiene que ver La Flecha recatada y propicia al coloquio espiritual, con la quinta del Tibur í; acondicionada para el placer y regodéo de los sentidps, ni la Fontana pura apjeswrada y codiciosa onomatopéyiq ¿y animadora del paisaje, con la fuente de Pandusia, fría y pagana, que convida mueHeménte á la pereza y al sueño, descuidadq? Más que a Horacio, entre lós- í clásicos, debe el estro leonino a Virgilio, él poeta. (Pasa a la página 5.

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