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ABC MADRID 14-02-1950 página 3
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ABC MADRID 14-02-1950 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID, DÍA 14 DE FEBRERO DE i950, NUMERO SUELTO 50 CENTS. ZALDUMBIDÉ ONZALO Zaldumbidé. escritor y diplomático ecuatoriano, ha pasa do por España, morosa y amorosamente, entregándose, con placer y estudio, a la emoción dé todo: sagaz, insinuante, correcto, como su propio arte literario. Y pensamos en su generación, la postmodernista, correspondiente en Hispanoamérica a la española de igual divisa: generación que es allá la de los argentinos Ricardo Rojas, Manuel Gáivez y Fernández Moreno; la de los chilenos Gabriela Mistral, Magallanes Moure y Pedro Prado; la dé los mejicanas López Velarde, Vasconcelos y Alfonso Reyes; la del uruguayo Fernán Silva Valdés; la del peruano José 1 Gáivez... poetas y no poetas, escritores de vario género, con acusada presencia dé ensayistas y universitarios, qué llegan a las Letras por el camino que había abierto Rubén Darío, y, tras este gran explorador y poblador, Lugones, Herrera Reissig, Valencia. Gracias al gran aliento dé la literatura hispanoamericana, la española dé igual período sé dilata considerablemente, y suena dondequiera, con un enérgico y delicado acento, qué matizan, en abigarrada porfía, la distante España virreinal y la selva aborigen, los clásicos peninsulares de cualquier época y el París fin de siéclé Vivíase entonces un típico momento en qué lo hispánico se sentía muy latino- -con todos los pros y todos los contras de esta filiación- y en los cenáculos literarios dé Buenos Aires, Santiago de Chile o Bogotá, como én los de Madrid o Barcelona, en relación con París y Roma, se alardeaba de ardiente fe común- -valga este ejemplo, por más significativo- -en Gabriel D Annunzio. Es entonces cuando Zaldumbidé ilustra con su gran libro el culto a D Annumzio- -Übro de alta crítica, que remueve ideas y sentimientos característicos del poeta y su tiempo- y pudiérasé decir, forzando un tanto la representación de las cosas, que D Annunzio. genuinaménte latino, objeto dé admiración difund. idísima en los medios hisnancamericanos, venía a ser la réplica de Roma al anglosajón Walt Whitman. Momento aquél muy nropicio, reciente como estaba nuestro Desastre colonial, ñara que muchos ojos y corazones Dasmados del Nuevo Mundo se volviesen hacia los Estados Unidos, vencedores en dura pugna con Esoañs. pueblo que t arecía punto menos que liquidado ya. Fácil y expresivo contrasté que no despistó, sin embargo, a un Rubén Darío, muy claro en la reacción hispanista, que testimonian un famoso artículo y una más célebre Oda, inspirada por su amor a la América fragante de Cristóbal Colón, la América católica, la América española... A tanto no podía llegar Rodó, dados sus antecedentes. Pero Zaldumbidé qué, estudiando a D Annumzio, había cuidado de descubrir en éste vestigios ciertos de la tradición católica de su raza, no puede por menos dé hallar en Rodó- -tema de otro de sus ensayos críticos- -los signos inequívocos de un espíritu abierto a la emoción religiosa que le enlaza con el sentido del mundo y de la vida propio de España. Frente a la fascinación del progreso Zaldumbidé acierta a percibir cuanto hay de. vital y fuerte, de pasado y de futuro, en la postración dé España no obstante las apariencias y aun realidades tristes del goo. Zaldumbidé registra, con admirable precisión, lo que de religioso y de español apunta en Rodó, por lo menos, espíritu conciliador y así llega, sobremanera complacido, a la conclusión de que el eximio prosista uruguayo fijó el punto sensible de la medida, con maestría suprema, y su Ariel fue el fiel de ésa exquisita balanza. Rodó, én efecto, coordina contrapuestos elementos y mantiene su pensamiento, nada dogmático, en el mayor equilibrio posible. Mas Zaldumbi- dé, por su cuenta, echa én el platillo del lado de acá, toda su fé y su incondicional amor. El amor y la fé que van aumentando en Zaldumbidé según la vida Ié acendra y encanece, rindiendo a España su tributo siempre que la ocasión lo requiere. ¿Cómo no? Zaldumbidé no se siente remiso en sus afirmaciones: Toda América- -exclama en un Día de la Raza -obra es dé España, o nació a su impulso. ¡Cuánto la debemos! Ensayista de amplio horizonte y bella prosa, Zaldumbidé es un hispanoamericano alerta. Nos parece verle, vigilante, en la alta ventana a qué nos lleva lógica asociación dé ideas: la ventana del poeta Jorge Carrera Andrade, ecuatoriano también La ventana es la. borda del barco de la Tierra: La ciñe mansamente un oleaje de nubes. El capitán Espíritu busca la Isla de Dios... M. FERNANDEZ ALMAGRO de la Real Academia Ce la Historia T R A P O DE II F O R M A C 1 O, G E N E R Á L ÍS no, salvo en géneros dé extremada condescendencia, qué fuese el mundo elque le dictara su conducta. En la. novelística actual hay una señalada tendencia a escoger la angustia tíd hombre, su pesimismo y desamparo, como tema principal de la ficción. Superada, al menos en letra impresa, la actitud desgarrada de los personajes que gesticulan y se quejan sin cesar, ha venido ahora a los libros como un espíritu de hosca resignación, de fatalista aceptación, diríamos, dé un destino oscuro. El héroe, por llamarlo de alguna manera, aunque ésta sea la menos adecuada, acepta este destino con repugnancia, pero sin protesta. Tácitamente se da por descontado que, para llevar a cabo cualquier alteración en el alma del individuo, en su carácter o en sus inclinaciones, no puede influir en absoluto la propia voluntad. El individuo se entrega íntegramente al ambienté, y deja obrar en libertad a las circunstancias para que éstas determinen su transformación. Es un ser abúlico, con pocas ganas dé rebelarse, de combatir, porque asienta todas sus creencias en la de que es un ser débil, desamparado. De aquí que estos personajes novelescos, carentes de personalidad, adopten la personalidad qué las circunstancias les deparen sin la menor lucha, como si fuesen un simple espejo que reflejase, impasible, una imagen ajena. A veces se transforman, rápidamente, influidos por el me dio, pero podemos aceptar sin escrúpulos tan precipitada mutación de carácter porque se trata, precisamente, dé seres sin. ningún carácter, de seres en blanco que no llevan impreso ningún, rasgo persona! Podría decirse, pues, qué su facilidad para dejar dé ser un determinado- sujeto y asumir las características de qtro, bien pudiera basarse en el hecho dé que nunca llegan a ser nadie. Arrollados por el medio, sin voluntad, sin avidez dé ninguna clase, son justo la contrafigura del héroe de la novela realista. Este se caracteriza, en líneas generales, por su insatisfacción. Y su congoja proviene casi siempra de que, en todo momento, sé lé está presentando la crueldad de su destino como un castigo del que aspira a liberarse. Los otros, por el contrarío, reciben ésié mismo y áspero destino sin más repulsa que el tedio. En esta clase dé literatura se diría que se toma a la vida como una cadena perpetua, ya que los condenados- que saben. lo inútil dé una subversión, arrastran las cadenas en silencio. No buscan otra salida que él entumecimiento de la sensibilidad, a fin de hacer más llevadera la vida en el presidio. En éstas obras, como en; L Etranger de Camus, la novela más acabada y admirable del existencialismo francés, él verdadero protagonista es por lo tanto el ambiente, el medio én que se mueven unos seres indefensos. Lo cual tenía que ser la consecuencia lógica de un mundo a la deriva, como el nuestro, tan saturado del vivir de las muchedumbres como falto de auténticos protagonistas. Claudio DE LA TORRE MAS DE LO NOVELESCO TRA de las características de la novela actual, y de una cierta tendencia en el teatro, es la carencia de protagonista, tal como se concebía a esté personaje hasta hace unos años. Es decir, un hombre o una mujer determinados, con su alma en su almario cada uno, dispuestos a alterar las circunstancias que les rodeaban y, én último caso, a no ceder su tesoro sin dar previamente la batalla en nombre de sus particulares sentimientos. Estos, de un feroz individualismo casi siempre, tenían forzosamente qué chocar con una sociedad sólidamente establecida. Si algo en el choque se resquebrajaba y la sociedad salía mal herida, surgía entonces el héroe rebelde, de romántico prestigio, que iluminaba como una tempestad lejana un mundo al parecer invulnerable. Si era: el héroe el que fracasaba, con frecuencia quedaba én el aire el eco de sus desdichas, que daban iguales proporciones a su condición de primerísima figura. En uno o én otro caso, él protagonista sé sentía con fuerzas suficientes para dominar al mundo que le rodeaba; raras veces aceptaba de antema-

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