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ABC MADRID 21-08-1947 página 3
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ABC MADRID 21-08-1947 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID, DÍA, 21 DE AGOSTO DE 19 47. NUMERO SUELTO 50 C E T S T LA M A N O D E L C A R D EN A L f A BC del cardenal y Cervantes? Cuando queremos- -con profundo y agradecido afecto- -a una persona, ¿no es verdad que nos reponíanos, prudentemente, en la expresión de un pensamiento que puede contrariar, contristar, desasosegar a esa p ersona? No es 1 preciso que se trate de cosas políticas o, sociales; basta con que las materias expuestas sean estética literarias. ¿No desagradaría nuestro modo francamente, naturalista- -naturalista a lo- Zola- -a persona de todo nuestro afecto, a quien debiéramos gratitud; y que profesara el idealismo en literatura? DIARIO ÍLUS T RADO DE. lis F O R M A G 1 O IM G EN ER AL 50 L cardenal es don Bernai do de Sandoval jr Rojas; nace en 1546, un año ante que Cervantes; muere en 1618, dos años después de Cervantes; muere siendo arzobispo de Toledo. Antes de ser promovido a lá metropolitana delToledo, lia sido obispo de, Ciudad Rodrigo, de- Pamplona y de aén. El cardenal, en su retrato, es un 1 hombre de cara angulosa, descarnada, con los pómulos salientes, expresivos los ojos, grande la boca y recios los bjgotes, aguda la corta barba. Hay en la faz del cardenal cierta; expresión de cansancio, de bondad y dé melancolía. La mano del cardenal es 6 na, alargada: se, ostentan en el dedo del corazón el anillo pastoral, v en el meñique, una sortija con una piedra. Tres o cuatro sortijas- -si no recordamos mal- -pe ven en el retrato del cardenal Niño de Guevara, lector de Cervantes, pintado por El Greco. En la mano izquierda de Erasmo, en el retrato pintado por Holbein- -en el Louvre- -se ven: en el índice, una sortija; en el dedo del corazón, dos sortijas, una de ellas, con una piedra- verde: en el dedo meñique, un arito de oro. El 26 de marzo de 1616, Cervantes- escribe una carta al cardenal: acusa con ella recibo de una M cardenal: carta recibichl cota nuevas mercedes Habla también Cervantes en su respuesta, de las repetidas muestras de favor y ampara recibidas por parte del cardenal. Sabemos, por otro conducto, que el cardenal atiende reiteradameístc a Cervantes; Cervantes mismo nos habla, en otro lugar, de la suma caridad para con él, del cardenal. Nos complace ver, en el retrato, la f; ña mano del cardenal, arzobis- (po de Toledo, con su sortija en el auricular. Seguramente que la mano izquierda nt sabe lo que, respecto de Cervantes, respecto de Espinel, respecto de otros escritores, respecto de los menesterosos, en general, hace la mino diestra. E É Atnénco Castro ha explicado finamente, muy finamente, ciertas actitudes de Cervantes en el Quijote. En el Quijote, la actitud general de Cervantes parecenos que es la de quien, contempla las cosas como desde el fondo del tiempo: ya, a esas alturas- -con los años ylcs desengaños dé Cervantes- -diríase que Cervantes ve, las cosas con serena indiferencia: -h mismo, en resolución, le da una cpsa que otra. Necesita Cervantes, sin embargo, ver lo que escribe; (sin querer, pued e deslizarse una reticencia comprometedora, una alusión inoportuna. Y en efecto, se deslizan, a pesar de la prudencia de Cervantes. E as actitudes han sido puestas, de relieve, delicadamente, por AméricOy Cas- tro, Y esa prudencia de- Cenan es ¿obedecerá; entera miente, únicamente, a la situación de la persona ante un poder determinado- -la Inquisición- -o bien, en parte, a otra causa? Esa etra causa puede ser, en esta ocasión, ¡mano del cúrdenal; ev- a fina mano con su linda soitija; esa mano dadivosa, generosa cun Cervantes. ¿De cuándo data ía amistad gica o Noruega, sino para Europa, con. la sola condición- de que los Gobiernos de Francia, Italia, Bélgica o Noruega se pongan de acuerdo para recibirlo. ¿Pero en qué ha de consistir este acuerdo? Y aquí está la sabrosa e inteligente picardía del plan Marshall. Los países que quieran llegar a este- acuerdo tienen que sacrificar sus pequeñas diferencias, sus ambiciones, sas reservas mentales. pero sacrificarlos de hecho, no de palabra. Si esto, se consigue, la guerra dejaría cíe sex una amenaza. Si no se consigue, como no se ha conseguido, quedarán excluidas- de la ayuda i AZORIN a Europa las naciones que se opongan a este unión, peri? a sabiendas tle que tendrán enfrente, no ya ñas voluntades débiles y dispersas, sino un bloque europeo congojares y unidad. Y así Rusia y todos sus satélites, incluso Checoeslovaquia, que L generoso plan Marshall tiene dos no quisieron sacrificar sus posibilidades de finalidades: una económica y otra pohegemonía, han sido expulsados del vasto lítica. Económicamente, a los Estados plan 1. Los Estado Unidos quieren, pues, que Unidos lief há ocurrido lo que a aquel muEuropa se una per de pronto contra aquéllos, chacho, gran aficirnado a jugar a las canicas, que, después de varios meses de jugar, cqmo Rusia, que prebenden desunirla y semlogró ganar todas las bolas de sus adversa- J) rar cizaña entre sus iniembro pero no sólo ríos y amigos. Si el juego había de continuar, rpor e: to. Los Estadas Unidos- -yuteamos esto con toda la trascendencia de su enorme sigel afortunado ganador tenía que empezar por regalar o prestar parte de sus ganancias nificación- -quieren que Europa se unifique: a los demás chiquillos. Si los Estados Uni- que deje de ser un conglomerado, de fuerzas y 1 dos quieren comerciar, tienen que, empe- civilizaciones dispares pafa convertirse en tina unidad- económico- política real e indizar adelantando dinero a sus posibles compradores o ayudando a reconstruir las i isible. Un telegrama de la Agencia 1 Efe nos fuentes de riqueza de aquellos con los que deseen hacerlo. ¡Políticamente, eí plan re- comunicó ayer- con la glacial precisión viste Una extraordinaria sabiduría. La des- de los telegramas informativos- -que el unión europea ha sido la semilla de todas primer paso ha sido dado ya. E 1- subselas guerras producidas en el viejo conticretario de Estado norteamericano, Wilnente. Las guerras se han aplazado siem- liam Clayton, y el secretario británico de pre que ha existido un equilibrio de fuerComercio Exterio. iy ííarold Wils on, han zas. En cuanto este equilibrio se. rompía, celebrado una entrevista- sobre la creación en cuánto una gran potencia tenía conoci- de una unión aduanera en Europa. Nada miento, a veces debido a espejismos polítir que no sea el plan de combinar las ecocos, de su superioridad, la guerra se pro- nomías europeas entre sí, podrá servir de ducía inevitablemente. En nuestros días, base para la aplicación del plan Marshall. este desequilibrio existe. Ante la iricó ni- La realización total de este plan es de tal ta rusa, un inmenso cementerio de ruinas e wt- rgadura, que nuestra mentalidad? ia acase abre como una tentación a las ambicien ba de comprender que puede ser posible lo nes soviéticas. Un fuego aparentemente qjie hasta ahora habíamos considerado utópequeño 1 se h ¡a producido ya en Grecia en pico la unión europea. Esta idea, patrocinauna de las zonas más inflamables del globo, frente U ios Dardanelos, Asia, a un da en la hora presente por Winston ChurchilJ, había sido ya expuesta y desarrollada por nalado; al otro, Europa A una distancia estratégicamente mínima de Suez, Palesti- merosos pensadere? continentales. Ortega) y na, y de esa serpiente de petróleo, los oleo- Gassct hizo de ella la espina, dorsal de su Re- ductos que- cruzan de Oriente a. Poníante belión de las masas, el libro español de los los antiguos dominios turcos, rumbo, al, últimos tiempos que. más resonancia e inMediterráneo. En tndo el Oriente europeo, fluepeja ha tenido fuera de nuestras fronuna voluntad ambiciosa y unida. Enfrente teras. Nos cu; sía creer, repetimos, que sea sjuyo, voluntades débiles y dispersas; fuer- posible mañana lo que era una utopia ayer. zas contrarias que se anulan a. sí mismas, ¿Será posible, se preguntaron, en su día eonvirfiendo a Europa en la gran paralíti- Carlomagno, Napoleón y Hitlef? ¿Será por ca de nue. str tiempo. Y éste es- el momeíF ble, se pregunta hoy día Rusia, recelosa to en que Marshall concibe su proyecto, Será posible, dicen, ilusionadas, las pequeelaborando un plan que aune en tina gran ñas raciones? La política y ía diplomacia empresa las dos finalidades apuntadas: re- tienen ahora la palabra. La política, al fin construir Europa económicamente y, polí- y al 1 cabo, no es más que el arte de hacer ticamente, unirla. Y es así que anuncia un posible tajo lo que sea necesario. empréstito, no para Francia, Italia, BélTORCUATO LUCA DE TENA EL PLAN MARSHALL Y LA UNIDAD EUROPEA

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