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ABC MADRID 26-04-1947 página 3
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ABC MADRID 26-04-1947 página 3

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MADRID, DÍA 26 DE ABRIL DE 1 9 4 7 NUMERO SUELTO 40 G E N T S NADA NUEVO, TODO NUEVO ABC bajo una denominación idéntica, encubre una serie de diversas urgencias vitales Platón y un neokantiano, por ejemplo, necesitan saber cosas muy distintas acerca del problema del conocimiento Todo lo cual ocurre, viene a decirnos Marías, porque la realidad humana difiere radicalmente del organismo biológico: éste, una vez constituido, funciona de un modo estable y permanente, de suerte que sus propias modificaciones emergen de su previa estructura o naturaleza, mientras que la realidad humana sólo se realiza en la forma del acontecer temporal Dos ideas acerca del hombre están en pugna. Para los partidarios del nada hay nuevo el presente está, dice Zubiri, virtualmente precontenido en el pasado, y el futuro en el presente, al modo como el árbol está precontenido en ¡a semilla o na verdad científica en las premisas de un razonamiento. El. ser terreno del hombre es en tal caso pura naturaleza biológica o lógica. Para los defensores del todo es nuevo el ser del hombre carece de naturaleza: el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene... historia ha escrito Ortega; la sustancia de la vida humana no sería, sino su propio y forzoso mudar. ¿Es ineludible, sin embargo, el anterior dilema? ¿No es imaginable una idea de la naturaleza y de la sustancia del hombre capaz de hacer posible e inteligible su radical historicidad? En qué consiste ese fondo permanente de la vida humana a que Marías alude con tan excesiva fugacidad? En la mente de no pocos lectores de tan singular y sugestiva Introducción a la filoso fh so lüvantará. i, urgentes, estas graves, actualísimas interrogaciones. PEDRO LAIN ENTRALGO DIARIO ILUS 7 R A D O DE IN F O R M A 3I O N G E N E R A L tf? KES meses lleva ya en los escaparates de nuestras librerías un libro de noble porte y título sugestivo: Introducción a la Filosofía. Su autor, Julián. Marías. Sugestiva será siempre, en efecto, la aventura de introducirse tn un mundo, el de: i filosofar, a cuyo clima pertenece de modo primario- -esto suelen decirnos sus más conspicuos habitantes y definidores- -la serenidad; más sugestiva aún cuando la situación 4 e la mente es tan movediza y vidriosa como la actual; máximamente sugestiva, en fin, si el autor convierte en punto de apoyo y de partida la inquieta e inquietante superficie de nuestra propia situación histórica. ¿Ha sido alguna vez tan inquictum cor el corazón del hombre como desde hace treinta cños? Me apena advertir que este libro no ha sido comentado en nuestra Prensa diaria. Toda su primera parte, titulada Esquema de nuestra situación -una penetrante descripción de la vida contemporánea- está pidiendo a voces coloquio, tal vez discusión, en el agora de los artículos cotidianos. En espera de que nuestros comentaristas, ¿imitación del sutil y diligente Manuel Cardenal, se decidan a la empresa, yo, que enseño Historia, aunque sea la de una pequeña parcela del saber, traeré sobre este visible tapete uno de los muchos temas que las páginas de Marías ofrecen a todos los curiosos del acontecer humano: el de la novedad histórica. Hay algo verdaderamente nuevo en la historia del pensamiento humano? Hegcl, para quien el espíritu se linikai a reelabui ar; c a sí mismo lo niega en redondo: lo nuevo no pasa ce ser un configuración de lo ya existente. El espíritu se esclarece, pero no crea; todo existía ya. nadase pierde viene a decirnos el titán del siglo xix. Menéndez y Pelayo fue a este respecto tan hegeliaiio como ti propio Hegel: Puede formularse en distintos términos i: n problema- -decía de joven- pero de ahí no se pasa. Formular un problema realmente nuevo es tan imposible como crear un sexto sentido. Lo que hacen los problemas es tomar forma nueva en cada época... La conciencia humana, una y entera, no formula más cuestiones que las oue ha formulado siempre. Y en su madurez, más hegeliaiio aún, repetirá que en filosofía, donde todo pensamiento nace de otro como desarrollo O como antítesis, y donde un pequeño nú mero de tesis tan antigua? como la filosofía misma... ejercitan y ejercitarán siempre la actividad humana es imposible- qué exista nada verdaderamente nuevo: la filosofía inventa en lo tocante a la forma del pensar, nunca en lo que atañe a su materia. La tesis de Alarías es diainctralmente opuesta. No hay un problema filosófico verdaderamente nuevo dicen Hegel y Menendez y Pelayo; en rigor, todos los problemas son nuevos contesta Marías. Seria así por dos razones: en primer término, porque todos los problemas se plantean sólo desde cierto momento y dejan de serlo en otro, cuando el hombre no necesita saber a qué atenerse acerca de ellos para vivir su propia situación en segundo lugar, porque lo que solemos designar unívocamente como un problema a lo largo de la historia es, en rigor, una realidad varia y múltiple, que. T LOS MUROS Y LOS PAISAJES 1 IEXE mucha importancia an la vida poseer una ven rana ante un paisaje. Ver a cualquier hora, todo el año, un, -paisaje por una ventana. Esto, en las ciudades, lo pueden hacer muy pocos hombres. Las ventanas, en l s ciudades, ofrecen, generalmente, muros. Por ello, salvo en casos excepcionales, los balcones y ventanas de la ciudad sirven para que la luz llegue dentro, cuando llega, y pocas veces para ver lo que ocurre fuera. En muchos casos, para ver muros perpetuamente húmedos y ensombrecidos. Cuando tn los muros da el sol, a determinadas horas del día, es un ¡ol que va marcando en ellos, como en los relojes de sol, una raya que no sabemos si es de luz o de sombra, hasta perderse en el tejado. Estos muros influyen constantemente en las ideas y en el carácter de sus contempladores y van borrando en sus almas el sentido de la perspectiva. Por esto, solamente los paisajes tienen la virtud de hacernos comprensivos. En el campo, las ventanas nos ofrecen los paisajes, no como una realidad, sino como un motivo de divagación. Y, sin embargo, un paisa ¡í como un semblante, es un objeto vivo, sensible y- le singular expresión. Un objeto ímravilloso que se crea todos los días al amanecer y que se disuelve en el aire a la hora del crepúsculo. Y entre estas dos horas emocionantes, cuán- tos cambios y mudanzas. La luz, algunos días, hace el aire tan sutil y transparente, que el paisaje queda absolutamente desnudo, sin un solo secreto. En estas horas nos hacemos la ilusión de que hemos comprendido la verdad del paisaje, y hasta la hacemos nuestra. Pero la vida no nos da verdades absolutas ni paisajes inmutables. A otra luz, ya el paisaje es diferente. Diferencia que no destruye nuestra fe, pero que nos hace un poco escépticos, y eso que aun no se ha echado sobre el paisaje la niebla, ni le ha cubierto de blancura la nieve, ni le ha rayado el agua- con sus finas flechas. Cuando esto sucede, nos cuesta trabajo reconocer nuestro paisaje. Algunos días, al abrir la ventana, es el paisaje el que se llega a nosotros y, como queriendo conquistarnos, se acerca a ofrecernos lejanías. Otros días, en cambio, un poco huraño, menos comunicativo, se aleja de la ventana, y hemos de ser nosotros los que vayamos a buscarlo. Hay entonces, en nosotros, un movimiento de conquista. Ciertos días esta. conquista es tan difícil, que hemos de renunciar a ella, en espera de que cambie el tiempo. Todos los paisajes guardan una gran, fidelidad a las ventanas. Cuando acabamos nuestra divagación con el paisaje, es peligroso comenzar una nueva divagación con el cielo. La realidad del cielo, es aun más insconsistente y efímera. ¿Cuántos siglos tendrán que pasar para que se repita en el cielo una nube? Nosotros no la volveremos a ver, y, aun peor, si la volvemos a ver, no seremos capaces de reconocerla. Fácilmente se distingue a los hombres que han pasado la vida frente un muro de aquellos otros, que han tenido detrás de una ventana un paisaje. (El muro ofrece una verdad lisa, llana, inmutable, pero lóbrega y triste. Para valorar las verdades que nos ofrece la vida, hay que verlas como los paisajes, a todas las luces, y en todas las estaciones. Además, es muy conveniente, que cada verdad, como cada paisaje, tenga cada día su aurora y su crepúsculo. Esta es la gran, misión ele los paisajistas, taladrar los muros para que, oa sus huecos se vean paisajes. Son, desde Juego, paisajes fingidos, pero las casas de la ciudad csián llenas de estos ¡paisaje? de muchas partes cfcl mundo, y, a veces, de paisajes de pura invención que quien los posee a- egura que sen paisajes verdaderos. Es la gran defensa de la ciudad, colgar de las paréeles paisajes, abrir ventanas artificiales en los muros, para que por ellas se vean paisajes. El impresionismo ofreció admirables ventanas: tal paisaje en tal día y a tal hora del día. Son paisajes inmóviles, qu- o tienen cierto aspecto de flores enternadas entre las páginas de un libno, o de mariposas traspasadas con un alfiler. Sobre estos paisajes no pasan ni la? horas, ni los díss, ni Jas estaciones... No hay clra man: era de entender la vida que contemplando el tiempo sobre un paisaje real. Dvsdc estas ventanas aprendemos lo que es un horizonte, lo que es una réjanla y lo; que es un confín, y mirando el cielo, podemos distinguir el aire del aura... Pero los hombres, cada día, cierran más ventanas ante los paisajes, y abren más ventanas ante los muros. FRANCISCO DE COSSIO

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