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ABC MADRID 10-12-1946 página 3
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ABC MADRID 10-12-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página3
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DÍA 10 DE DÍC RE. DE 1946. ERO SUELTO 40 C E N T S JÉ -Bien; en ese caso hay un hombre, el número 10 ó el 12, que ha perdido su jugada; pero todos los anteriores ganaron. Un uno por diez de fracaso. El negocio es bueno. ¿Lo cultiva usted? E r ervo una participación en el ca -Mi especialidad es. otra- -accedió a deCuánto se gana? clarar con cierta jactancia- Yo vendo amas -He uí algunas notas. Examínelas. El tad es. asunte tiene pérdida posible y está ase- ¿Qué? gurado e! Interée del 15 por 100. -Amistades... conocimientos... no sé cóMi am rechazó los papeles con displi- mo debo llamarles 1 exactamente. Es un necencía ca ofensiva. gocio nuevo, pero hasta en él ha surgido Ja- ¿E l 5? -dijo, con un esfuerzo como competencia y aumenta por instantes el núsi contu- v ese una carcajada- -N. o me conmero de quienes vivimos de explotarlo. Usviene. Y no cultivo la bagatela, ted sabe ue soy un hombre bien relacionado, ¿verdad? Trató a mucha gente y saludo Cuandc el oferente se marchó, envolví en una mira de asombro la figura de mi amigo, a mucha más. Un día cualquiera, uno de esos amigos viene a verme. ¿Conoce usted bion ca ido, bien vestido, que extraía a Fulano? me pregunta. Sí, conteshumo de rimera calidad de un cigarro im. %o Pues, iharabire, ine coqvenidría que presionar usted le hablase; necesito dé, él porque tengo- ¿P o r qué despreció usted esa ganga? que vender o que comprar o que pedir tal- -censuré Si yo tuviese dinero... o cual cosa. Y yo digo: No faltaba más. A su v me contempló, asustado. Y voy le hablo. ¡Pen usted no entiende nada de ne ¿Y qué le dice usted? gocios! -A veces me limito a presentarles; otras, -i A y- -gemí- es cierto. Y, sin embarexpongo: Hay ahí un amigo mío que quiere go, es lo que ambiciono más ardientemente. verle; me gustaría que le recibiese y espero ¿Cómo m podría instruir? ¡Pch Ni es difícil ni es fácil; depende que usted no se negará. Y le reteíbe, y después se entienden o no se entienden. Casi de la apti ud natural. Sepa usted antes que nada que n nuestros días un 12 ó un 15 por siempre se entienden, pero eso ya no es cuenta mía. ioo, que usted, apegado a concepciones ca- -Entonces, ¿qué vende usted? ducas, le iarece una golosina, no tienta ya- -El contacto. Le advierto al cliente: Yo a nadie, s cambiar el dinero. El negocio comienza ser t al- -comienza, fíjese- -cuan- le he puesto en relación con Fulánez, pero eso vale algo, ¿eh? supongo que me reservará do el ca tal se duplica en pocos meses o mi comisión. Gomo hoy se pagan comisioinstantán mente. Fuera de eso, nadie se nes por todo, nádia tienen que objetar a mi contenta aspira a presumir con sus gademanda. nancias. í o lo olvide, porque es de rigor. Si -Y... ¿produce mucho? usted obti ne un 20 ó un 25. mo es un nego- ¡VayaJ- -eludió, contemplando amorociante mi lerno; es un tonto o un incapaz. samente su cigarro puro. Por otra arte, ¿cómo apreciar al negocianMoví la cabeza y consideré: te por el ugo que extraiga a su capital, si- -Si a mí me dijesen que la amistad... muchas ees nc necesita capital alguno? -Én efecto- -me interrumpió, como afaindicien no mé falta- -proclamé, -Esa noso de evitarse oír vulgaridades- antes, is brillantes de esperanza- y si cm los usted qui e orientar por ahí sus lecciones... la amistad, los pednuscos de wolframio, los- -Podr referir abundantes casos, pero árboles eran simples adornos de la vida; no los sabíamos utilizar; hoy cualquier sabio temo que anezea usted de la preparación suficiente a comprender. Apelaré a un ejem- coge un trozo de madera y lo convierte en pío. Supe gamos que un hombre que no tie- azúcar o en un bisité... ne un cent rno, pero que conoce las necesidaW. FERNANDEZ FLOREZ des del me: cado, le ofrece a otro hombre una de la Real Academia Española partida de (reductos X. No existen estos productos en m poder, sino, a lo más, algunas cartas en is que se alude a ellos. Pera esto bastará p; a que el hombre número 2 compre al núi ero 1 sus posibilidades. El númiero 2 vend a su vez 3o que ha comprado, y el número 3 o paga con gusto, porque en estas o conocí a Su Alteza Real la Infanta transa cci es lo que menos importa es el doña Paz en el castillo de Ninfemproducto lo que más, el negocio. Si puede burgo, inmenso palacio barroco, rohaber nege io, no interesa nada que no exista deado de un enorme parque, que pertenecía el producto Así, de mano en mano, erabol- a la Corona de Baviera, situado a cinco kilósan diñe cioco, seis, ocho hombres suoe- metros de Munich, en lugar de mucha amesivos, en adena de especulaciones. Esto es nidad y belleza, con esmeraldinas praderas, electrizan! viejas y frondosas; arboledas, un extenso est parece algo a una estafa? tanque, en el cual bogaban múltiples cismes llama uisted estafa? En la Eo sa, unánimes, como en lqs versos de Rubén, y Íf cuyo fun inamiento es tan serio que aadie un reservado para ciervos en domesticidad. puede cri ark no es extraño ver cómo atAquellos encantadores sitios, llenos de esa izad ones astronómicas amelones canzain: serena hermosura característica, del paisaje de n goc: de base insuficiente, germano, eran elegidos por el público dominlo mismo. -No guero de la capital para sus excursiones- -Nojt ro es lo más parecido, hebdomadarias: parejas de novios, niños con- -ÍYi lie ara un día en ique el nuevo com sus papas, criadas- en, asueto, empleadas de- ¡prador d producto X exija el producto. tiendas... MAD D I A R I O IL U s T R A D O DE i N F O R M AG 1 O N G E N E R ¿LL Yo que por entonces pertenecía en activo al tservicio diplomático era portador de cartas para Su Alteza procedentes de sus regios parientes de Madrid. El palacio, que era muy grande, como hemos ¿icho, tenía, a pesar de sü deslavazado aspecto, cierta gracia dieciochesca, en viejas sedas Pompadour, dorados de sillería, consolas, relojes de sonería, jarrones y tapices, que se acordaban a maravilla con el estilo de los paneles de paisajes que se- divisaban a través de los balcones y con las libreas avejentadas de los ancianos servidores del castillo. Doña Paz, que por efflitonces era ya una señora! madura, lindando con los cincuenta años, no los representaba apenas, sino gue sus ojos penetrantes guardaban chispas de juventud, en su matiz azul porcelana, ese tono tan borbónico que fulgura en las miradas del Carlos I I I de Méng- s, o el, Carlos I V de Goya. La nariz muy borbónica, el rostro ovalado, la boca proporcianada, ¡recordaban las facciones de Isabel II, así como las lindas manos, los pies pequeños y! Ia estatura mediana, ni alta ni baja. La princesa, que faltaba de España hacía más de medio siglo, continuaba, a pesar de ello, hablando un castellano. perfecto, que también escribía con igual corrección, como lo prueba su documentado libro histórico A través de cuatro revoluciones, especie de Memorias muy interesantes, y sobre todo, sus impresiones de. la y ida. cotidiana, sencillas y limpias páginas sin aliño literario, donde temblaba un corazón de oro. En el alma buena de doña Paz encontraban eco emocionado el amor de la familia, el de. la Patria, las dulzuras del campo, las cuitas de los humildes, que la adoraban. En sus viajes a España, que hacía con toda simplicidad, para ver a sus hijos y nietos, no dejaba de pasar, una temporada en el seno de su casa de campo, dentro de la provincia de Cuenca. Allí era popular entre, sus labradores, que la festejaban con coplas alusivas y bailes, sin que faltara alguna excursión en burro- a las florestas de los alrededores, en cuyo regocijo hallaba gran contento la buena infanta. Aquella tarde de mi visita a Ninf embargo, hízome la señora el honor de presentarme, tanto al príncipe Luis Fernando, su marido, cuya testa con largos cabellos, barba, bigotazos y gafas de profesor, eran las de un sabio o un artista, como a sus hijos, la princesa Pilar, de cabellera rojiza, inmaculada blancura e inteligentes ojos, y a Adalberto, a quien por abreviación familiar, en el hogar, llamaban Apata, escritor y dibujante de talento. En Ninfemburgo, llevaba la egregia familia una existencia regular hasta la monotonía, dedicada al cultivo preferente de sus respectivas aficiones artísticas. Escribían, doñai Paz, sus hijos Pilar y Adalberto; tocaba el violín, como también solía hacerlo en la Opera de Municji, el príncipe Luis Fernando; conversaban todos entre sí, animadamiente, y con elevadlos puntos de vista, de los asuntos de actualidad, tanto de los mundiales cómo de los pequeños cotidianos. Para todos tenía aquel alma elegida atención y cariño. Alfonso XII. solía decir que entre sus hermanos, Isabel representaba el sentido monárquico; Eulalia, la alegría, y Paz, la bondad. MELCHOR D E ALMAGRO- SAN MARTIN EL E N D E D O R DE MISTADES I LA INFANTA DOÑA PAZ EN NINFEMBURGO Y

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