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ABC MADRID 20-11-1946 página 7
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ABC MADRID 20-11-1946 página 7

  • EdiciónABC, MADRID
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HIROSHIMA ESPIRITUAL EN EL JAPÓN tente y desarmada. En e, l segundo supuesto, al hablar del Japón, hay que acabar con la leyenda de un país civilizado, hecho a nuestra medida de occidentales. Es una leyenda de literatos, turistas y jardineros. La realidad es otra: una reducidísima élite de dirigentes y técnicos concuna enoraie ca pacidad de adaptación y una masa de ochenta millones ríe almas á su- disposición. Esta masa, quieta, obediente, amorfa, disciplinada, con un nivel económico miserable para la Europa o la América de ante- guerra, consttituía ua instrumento ideal para los dos objetivos fundamentales del pequeño equipo director: uno, producir más barato que nadie a cambio de un trabajo de esclavos; otro, hacerse matar por el concepto de la divinidad del Emperador. Dpsoués de la guerra con Rusia, el mundo abrió al Japón un crédito de simpatía tan enorme, que ha vivido de él hasta que elpaís perdió la cabeza en Pearl Haroour. Los elogios y las facilidades emborracharon a aquel pueblo de primarios, trocándole de protegido sonriente en Frankensteín ensoberbecido y racista. Se creyó el pueblo predestinado de la raza i manila. El sol de Bataan y de Singapur les iluminó un mundo pequeño y despreotabje. Avanzaban con la ferocidad primaria de los mongoles del Khan. hasta que las formaciones de B- 24 y B- 20 les demostraron que el blanco volvía al ataque. Ante las máquinas aéreas que cubrían el cielo, aquellos hombres primitivos y enloquecidos se escondían en las cuevas del terreno con un temor animal. Espiritualmente su derrota empezó entonces. Los kamikaze se servían del avión como de un puñal, pero no comprendían I4. teoría ofensiva de masa s de aviones en acción sistemática. Por esto, en las últimas etapas de- la guerra, cuando podía aperarse una defensa desesperada y numantina del suelo nacional, dos máquinas, las bombas de Hiroshima y de Nagasaki, les anonadaron. Ante el terrible 1 1 ¡1 c i t u lel l i i- c i l e- i i i te General Mac Arthur. del japonés en el frente y en la retaguardia se derrumbó de un golpe. Luego, la ceremonia dolorosa de la rendición a bordo del Missouri Ya mashita, 1 héroe, meciéndose en la hrffca de Manila; Tojo, suicidándose sin éxito con una vulgar pistola automática: el Emperador- dios, enlevitado como un Burgués y apeado de su caballo blanco; hundida la Escuadra, desbaratado el Ejército, los veteranos de China pululando, hambrientos, por el país... Para la masa japo. nesa esto ha de haber sid. p un Hiroshima espiritual. Probablemente el general Mac Arthur trabaja en Tokio sobre es tos supuestos y todo ello tiene un insuperable interés social, político y humano. Klro- Hlto. V. E h imperador, Hiro- Hito ha prumulgádo ante la Cámara la nueva Constitución nipona. En sever unen do civil, ejkek hijo del tíelo w ha leído los artículos que le i desposeen de u condición sagrada, dejándole c m o tin mero símibolo del Estado y la unidad nacional, fio- él Japón todo festo sig ¿niñea nada. menos que una revolución, detrás de la cual hay dos mil afios de F iternalismo feudal y lirismo guerrero. Primero, el general Mac Arthur, el procónsul americano, ha reducido al Japón a ila impotencia militar. Segundo, convierte ai Emperador en un simple mortal vestido de levita. Hetího esto, inicia una revolución desde arriba, destinada á hacer un- país nuevo, desarraigarle del pagado. X, 1: Ahora biett ¿qtlé hay debajtjjjde todo ello? ¿Pervive el viejo país de los V, Sihogun medievales, acariciando, l o s crisantemos grabados en lav empuñadura de los corvos sa bles, llorando la derrota y aguardando su hora? ¿O es que bajo el mécanis- mo legendario del Mikadó. ño; había realmente an pueblo formado, m a d u r o- El primer caso es probable; pero circunscrito a titia minoría, aristocrática i m p cí- Vist te 1 parte central de la ciudad de Hlroahl ña, después de lá expl wl n de 1 bomba atAmlca.

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