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ABC MADRID 09-11-1946 página 3
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ABC MADRID 09-11-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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V MADRID DÍA 9 DE NOVBRE, DE 1946. NUMERO SUELTO 40 CENTS) B tf ALONSO MANRIQUE UEREMOS a Alonso Manrique? ¿Veneramos su memoria? ¡Y cótnc no hemos de quererje! ¡Y cómo no hemos de venerar su memoria! No conocemos de la vida de Alonso Manrique sino la última parte; al menos no conocemos la vida, toda la ivida, con la intimidad, con el amor, dinames, con que conocemos estos días rteíastcs. Alonso Manrique vive en Olmedo; su casa tiene un jardín. (Nos va contando la vida de Alonso un poeta, Lope ide Vega, en su tragedia El cabañero de Olmedo? Cuando consideramos la vida de Alonso Manrique, lo primero que se impone a nuestro espíritu, con tenacidad obsesionante, es la idea del camino, un camino en Castilla, un camino en Castilla la Vieja: el camino que va de Medina del Campo a plmedo. El camino de Medina del Campo a Olmedo son 20 kilómetros. Y hacemos así la cuenta: de Medina, cruzando el río Zapardiel, a Moraleja de las Panaderas, siete kilómetros; de Moraleja a la Zarza, cruzan, do el río Adaja, seis kilómetros; de la Zarpa a Olmedo, siete kilómetros. Nos complacemos en hablar de este viaje, de este camino, de esta ruta, porque Alonso Manrique ha ido por tal camino, por tal ruta, incontables veces. Hay camino de rueda de Medina del Campo; a Olmedo; pero si no lo hubiera, tanto ha ido y venido Alonso, que hubiera, como se dice, hecho urna senda ¿Y por qué ha transitado tanto y tanto este camino ¡Alonso Manrique? ¿Y por qué la segunda impresión que se nos impone, conjuntamente con la del camino, es la de la noche? 1 Cómo impondría a los espectadores un graiti escenificador la idea del camino? ¡Y cómo iir. pondría la idea de la noche? Quevedo, en una admirable poesía dedicada al sueño, ha llamado a ia noche ciega y fría fría por el frescor de la madrugada, si es en verano. Ciega porque está en profundas tinieblas como los ciegos ¿No podría apelar el escenificador de que hablamos al cinematógrafo, para dar, en rápidas intervenciones, la sensación del camitoio y la sensación de la noche? ABC tiemen influencia en el destino de los humanos, como nos dice Lope; pero algo hay en este caso que nos sobresalta. Desde el comienzo de la obra estamos viendo, presintiendo, lo que va a ocurrir. La tragedia está en el ambiente. La misma continuada tristeza de Alonso Manrique nos lo hace presumir. El mismo Alon! so lo siente, lo comprende todos los pormenores de su vivir cotidiano se encaminan a la tragedia. Estando una mañaina Alonso en su ventana, apenas nacido el dia, en la virginidad del día, vio que en una rama, en el jardín, estaba posado un pajarillo, y que, de pronto, cayó sobre él y lo destrozó una ave de rapiña. Se estremece Aloníso y hace, en su intimidad, una aplicación a su persona, en momentos decisivos para su persona, de este lance sangriento. Y calladamente, despaciosamente, emprende el camino de Medina del Campo. Uña ráfaga de contento cruza su vida: en las fiestas de toros que en Medina se celebra! realiza Alonso, en presencia día u amada, las mayores gallardías, las mayores bizarrías, las mayores temeridades. Alonso torea a caballo, y su criado, Tello, torea pie. Y por cierto que Tello es un habilísimo toricida como él dice con neologismo ue debiera quedar en el idioma. Pero con las fiestas se entrevera un episodio siniestro: Fabia es la ayudadora, en sus amores, de Alonso y de Inés. Decimos ayudadora por no decir otra cosa más expresiva: expresiva y castiza. Y Fabia invita a Tello a que le acompañe; irá a ver cómo ó la noche, siempre en la noche, Fabia, subiendo por una escalera, le arranca una muela a un ahorcado. El tiempo va pasando; la tristeza se va condensando; el camino ya no va a poder ser andado y vuelto a andar. Cuando Alonso Manrique emprenda el regreso a Olmedo, de pronto, se le pone delante su propia imagen: es él mismo, enlutado y con antifaz. Su personalidad se ha desdoblado. Y se ha desdoblado por una alucinación que durará un momento. Hoy es clásico el libro de Gurney, Myers y Padmore, en que se estudian las alucinaciones telepáticas. Lope de Vega, oo n la intuición del genio, si no tenía sobre la materia, sobre los desdoblamientos de la perslonalidad, tos datos que ahora tenemos, ha ido preparando con la tristeza, con la obsesión en Alonso, este desdoblamiento en que el propio Alonso se avisa a sí mismo su fin próximo. Y caminando a Olmedo, en momentos en que ya su felicidad es cierta, en que su boda con Inés está dispuesta, súbitamente, al pasar junto a una enramada, suena un tiro y el caballero, el buen caballero de Olmedo, valiente y generoso, cae herido mortalmente. ¿Habrá en todo el tesoro de nuestro teatro una obra superior, en finura, en hondura, a El ca- bullero de Olmedo? ¿Habrá otra más adecuada para el art e de un gran escenificador a la moderna? (i Que nadie tenga empacho en decir que la tragedia del caballero de Olmedo es tan bella como pueda ser la tragedia d- e Hamlct! AZORIN ¡HUÉRFANO tRABAJADOR! Recuerda aue el nuevo Estado te concede el derecho al Subsidio Familiar si tuvieras a tu cargo la manutención de tu madre incapacitada o mayor de cincuenta años, o bien hermanes menores de catorce años. D I A R I O IL U S T. RADO DE i N F ORMAG 1 O N G ENERAL CATALANES EN MADRID ERO no se trata de futbolistas, simo da músicos 1. Cincoi músicos que no pueden cubrir todos los puestos reglamentarios d un equipo. Sin embargo, han venido casi como equipo, y uno se divertía imaginando una exhibición de un fútbol da cámara con Monsa lvatje y Suriñach de impetuosos delanteros, Mompou y Blancáfort, de medios, y Toldrá, que ya está acostumbrado a devolver desde el arco invisible pelotas difíciles- -moros de trompas, saques de esquina del último violín segundo Toldrá, natural y patriarcalmente, de portero. Ni siquiera ha sido necesaria la presencia! física de todos, aunque las defecciones las hayamos sentido y deplorado. Ha bastado la embajada de sus músicas y de sais músicos intérpretes, ayudados estos últimos por los de cas a; para que la corriente de simpatía, de creciente interés, de honda admiración, haya circulado por todos los oyentes del ciclo de conciertos. 5 Las imágenes deportivas casan bien con la música de Manuel Blaiicafort, el más inquieto y el de curva evolutiva más sinuosa y complicada de lo s cinco. La. gracia, ya admirada entre nosotros a través del delicioso juego pianístico de Ricardo Viñes, de La polka del equilibrista y la austera dialéctica de la Sonatina antigua van a parar, al fin, en la plenitud magistral de i as Piezas espirituales o de sus obras violinísticas. Blahcafort no vino a Madrid y ha sido lástima. Hemos de conformarnos con lo que de él nos cuentan sus amigos, con su nombre. de libro de caballerías y con el testimonio tan expresivo C t su música cálida y bien, rodada. Eduardo Toldrá es ya antiguo amigo nuestro, antiguo desde cinco minutos después de estrechar su mano. También eran amigas las más de las músicas suyas- que escuchamos. Las. Vistas al mar Mediterráneo, tan generosamente inspiradas, que saben disimular, como jugando, las cuatro esquinas de su escritura cuartetística. Nuevas canciones, entreveradas entre las de otras veces, han puesto de relieve la sensibilidad de Toldrá ente la mejor poesía clásica, popular o moderna. De toda su música queda flotando una estela luminosa y una intensa fragancia, mezclada de monte y playa. Y la lección de un entusiasmo que prende con toda naturalidad en la más clara elegancia de forma. Federico Mompou tampoco esta vez se dejó ver. Pero qué delicia de música. Celebrada ha sido ya por los mejores críticos y guardada, en el corazón de los mejores fieles a l a eterna música, la poesía íntima de sus piezas pianísticas. Ahora empieza a asomarse a nuestros programas, junto a sus preludios, suburbios, canciones y danzas, la lírica abrazada y abrasada de sus poetas favor i t o s- -catalanes, franceses, castellanos- sentida desde la entraña por el músico de llama y de cristal que. es Mompou. Hasta en el puro Lied, se muestra Mompou como el músico de la desnudez esencial. No olvidaremos nunca el alunque es de noche del Cantar del alma carmMta. La voz humana canta absolutamente desamparada, fría y ardiente de soledad por los alcores ondulados de su celeste melodía. Sólo antes o después, nunca a, un tiempo, el piano va tejiendo la divina peripecia de su paisaje absorto, preciso e infinito. Caripi Suriñach- Wrokona, secretario del Q P I Los adelantos de la astronomía han producido- -y continúan produciendo- -maravillosas fotografías del mundo estelar. Y en cu a nto al camino, nada más fácil que reproducir el camino de Medina del Campo a Olmedo. La noche es esencial en la tragedia de Alonso Manrique; a cada momento se está nombrando la noche; continuamente está interviniendo la noche. Toujoiws la nuit, dice en su bella edición de la obra Jeati Sarrailh. Siempre la noche; siempre la noche, en la cual ocurre la tragedia. Y la tercera sensación que se nos impone, cuandio consideramos la suerte de nuestro amigo, es la tristeza. Continuamente también se está hablando de tristeza, de cosas tristes, de lances tristes, de episodios tristes, de rostros tristes. ¿Y de qué modo nos gobernaremos para describir el amor de Alortso y d ¡ai Inés, Alonso 1 de Olmedo, 1 Inés, la de Medina 9 del Campo? Nada más puro, nada más virgíneo, nada más desinteresado. Verse y amarse Alonso e Inés ha sido todo uno. No ha habido las usuales esquiveces preliminares diríase qua desde ia eternidad, desde la nebulosa, la nebulosa del mundo, estaban destinados a amarse Alonso e Inés. Pero sobre ellois pesa también un sino siniestro; los astros no influyen en ese destino; los astros no

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