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ABC MADRID 13-10-1946 página 19
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ABC MADRID 13-10-1946 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
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SONRISAS BAJO LOS VELOS BLANCOS Y A no existe más que en la excepción aquella vieja estampa de la mujtr campesina uncida al borriquillo, tirando del arado, en cuya mancera se aiferra el fuerte puño! del hombre; todavía vemos t or las caminos de Marruecos la acuarelita del marido jinete, orgulloso de su masculinidad, y eáposa, en trote apresurado, detrás de su señor. Nos apena aún ver a las niñas, díide que sus piernecillas las sostienen, inclinadas al pesa de la carga, que dobla, su espalda, en curva irremediable cuando debía florecer su verano. En, la ciudad, ella camina, corretea, charla, ríe y audazmente mezcla con sus telas clásicas los zapatos de occidente, los bolsos de Europa y las gafas negras que ocultan los ra- gadüs ojos, que nunca temieron, al sol. En las nieblas del recuerdo pervive ero mi la imagen de un Tetuán moro, sin mezcla de cristianismo, en el que, a la caída de la tarde, las muchachas paseaban, por entre las flores del cementerio. Iban blancas, arrebujadas, tímidas y alegres, sin que su imaginación presintiera otro goces. Luego, todo ha variado; el ejemplo buriló la tradición. No hay por qué ocultar que el movimiento islámico, árabe, ha eníntcio en las tierras marruecas con las juventudes universitarias. Es un problema de crecimiento inevitable. Todos los trozos morenos del continente ¡negro sienten la llamada de su religión desde los más apartados rincones. Marruecos, el Marruecos español, apenas se ha conmovido. Pero existen: núcleos, minorías con ilusion? s nacionalistas. Estas juventudes, como otras juventudes de Occidente, han llamado a la mujer. La mujer es ihoy eni el mundb; activa como eí hcjnabre. Pero el mundo musulmán tiene de la mujer un concepto distinto y su vída y costumbres setn todavía sedentarias. La mujer en el Rif viste alegres amarillo y rojos, lleva el rostro descubierto y perfila su silueta dibujándola; la mujer n Tetuán y, sobre todo, era Tánger, luce sobre sus hombres la chilaba hombruna, larga, hasta el borde del zapato con alto tacón- que destaca. la dulzura física de su feminidad, y el rostro se adivina en la tenue transparencia Jdel velo. Y en el Garb v Jas viejas familias tatuantes, la mujer se envuelve en él jaique, que la convierte en un (bulto blancc indescifrable. Laí ropa puede dar un reflejo del alma de. quien la lleva, y en la ropa; de la mujer marroquí portemos encontrar la razón de las varias actitudes 1. Al ser llamadas las mujeres para explicarlas lo que el nacionalismo pretendí rá un día, las mujeres han interrumpido a los oradora pidiéndoles la libertad de sus hsrmanas de Occidente. Ya van solas por el campa y por la ciudad, pero cscuíiadas en el misterio. Muchas han suprimido de su tetado el velo del rostro, ocultándole, al emparejarse con un hqmibre, en ad, emán que recoge un pliegue d i jaique, no tan apresurado que imipida ai curioso admirarlas, hablarlas de porvenir, de igualdad, de carta nacionales, de cuanto se escribe y se dice al otro lado del mar, tictie para ella? la fácil traducc ón tí e hacer la. vida, que las mujeres; de Europa hacená áeadk el cinematógrafo al har... Hasta el momento, afortunadamente ipara ellos, los musulmanes son, fieles al Libro y a la tradición. Un muchacho que estudia en El Cairo, en Madrid o en París importa modos occidentales; pero, coniforme avanzan los años dejai de afeitarse Ja barba, coloca obre su frente el) viejo turbante y torna a la. prudente razón de sus padres. Posiblemente no ocurrirá esto con las mujeres occldentalimdas Ellas cambiarían el contorno sc cial de su país. Cu- indo bajem de las terrazas, nunca mási volverán a subir las estrechas esc; lentas que las aislan de la calle, bajo la cúpula del cielo. Lo saben Ib? viejos bacilas, lo adivinan los padres y lo presienten los jóvenes. Esa sonrisa encubierta bajo los veles blanco dice más de cuanto quisieran escuchar lo; nacionalistas de las Universidades, de Oriente o de Europa. La mujer, con su hijo a la espalda, gusta detenerte para hablar con sus amigas. lía ellas llevan los zapatos europeos y se dejan fotografiar. El rostro descubierto no es una sorpresa para el caminante. La buya donde la mujer es conducida a casa de su esposo. (Fotos Armiñán.

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