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ABC MADRID 19-09-1946 página 19
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ABC MADRID 19-09-1946 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
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LA ALEGRÍA DE GALICIA AY una geografía tópica de España para uso de inteligencias perezosas. Verbigracias de esa geografía son la Castilla pelada, llanura infinita, cuando es montañosa, en su todo, rica de matices y peluda de pinares; la Andalucía jaranera y torera en realidad agrícola, se nequista y romana el Madrid, vago y lpcaris, que no se corresponde con la verdad del Madrid del numen, esfuerzo y sacrificio nacional; Aragón, testarudo e insociable, contra el cierto Aragón, mollar 3 e sentimiento, anchuroso de ánimo y mano abierta; Galicia, avara, triste y moqueati. áo lluvioso sentimentalismo, en su vicia desbordarfa nrfe ivíaJidad joven, dada a todos y alegre. ¿Alegre? Pues claro. Los chico puntales de la santa alegría española son: Barcelona, Pamplona, Valencia, Sevilla y La Coruña, en mi parecer de viajero que s entera. Barcelona tiene un humorismo intelectual, socarrón y suave, dado a dibujar en los aires la caricatura; Navarra es un borbotón de sangre nueva, que picle el grito y el baile; Sevilla es el sutil no tengas bulla cambiar el hacer por la sonrisa; Valencia, la guasa de comilona conversa con los amigotes, dándole zuñida a esto y aquéllo. En la serie. La Corana, exponente de Galicia, es la serena diversión, como pueblo, y la ironía despuntada, ¿orno individuo. No tiataréis a un gallego hurón ni reconcomido o fúnebre. Galicia tiene tallf esbelto de desenvoltura, y vaya con Dios. Si hay algún presunto picaro en el mundo, comedido por la sabiduría que da esa esencia que le decimos raza es el gallego que mira de soslayo al enemigp- -burla de ojos- -y cuya boca es un capullo de gracejo inacabable. Probad a pitorrearos de un gallego, ya que el uso ele ¡a costumbre os habrá hecho renunciarla engañarle: para sacar de sí a un galleg o hay que ser también gallego, y añejo. Lo que pasa es que el gallego, al principio, se calla y es insensible como el orballo, que cala a los que le desdeñan. El dice paso de buey, diente de lobo y, de vez en cuando, hacerse el bobo Cuando veáis a un bobo gallego, tomad soleta, que os atravesará en a esgrima del dialogó. Sí que hay brumas, y una niebla femenil alrededor en las tierras en que se acaba la Tierra septentrional; sí que hay que refugiarse en el llar, con fuego y castañas: naturalmente que Galicia se encierra en su misterio íntimo, bloqueándose en blando escudo de naturaleza esponjosa y húmeda. Mas si creéis que por ello es inver- H Un aspecto de 1 calle Real, de La Coruña. (Poto Cancelo. naí y aterida de fantasmas, vais a ciega? Dentro de su silencio repica, y, como las minas de metales, basta punzar la veta para que salte oro. Eo sus tres cascaras de inverniza, brumosa y empapada en sefledad, guarda, contrapunto de da gaita, el bajo constante de una risa soterraña. De antiguo son sus críticos cómicos lps más regocijantes de España. En nuestra época, Luis Taboada. Manuel Linares Rivas, Julip Camba, Wenceslao Fernández Flórez hacen escuela. Aplican su ácido, sin. producir quemadura y mueven su cascabel de intención burlona. Cuando un gallego honorario, por ejemplo, Alejandro Pérez Lugín, después de sentir por amor a Galicia, tiene que definirla, jura que gallegos y andaluces son primos hermanos Algo había intuido de esa sentencia Palacio Valdés en La hermana San Sulpicicr El hombre gallego es dicharacho puro, refrán de Tribunal Supremo y ganas ele jolgorio. Es dadivoso hasta el no más, parlador, nada eremita. Podrá fingir que creen, la conseja por estética; en realidad, está al día y al cabo de las calles de Nueva York, de todo. Una reunión de gallegos- -muy apretujados entre la cerrazón de! clima- -vale por escuchar a Gracián ensamblado con Lazarillo. Y si os place saber si hay punta y filo en la chachara de las gallegas, idos a la calle Real, a ruar con las coruñesas, y veréis de qué os sirven vuestras bachillerías, junto a su donaire de encantiños. Lo que sucede, para justificar por la superficie la geografía tópica que acribilla a Galicia con su decantada morriña y su consabida saudade, es que hay dos gallegos, por los siglos de los siglos: el gallego que vive en Galicia y el que vive fuera, como si desviviese. Aquella su terrina es mágica y tira de las almas sú despegarse de ellas. 1 gallego que la gozji esta henchido de la ventura de vería y sentirse acariciado por su vaho celta c n olor a bosques y a límite de mar. Tiene Galicia una sensualidad lírica de naturaleza que se hunde, y como ya a morir ahogada, se la quiere con sentimiento. El gallego de todos los climas está embrujado por ese poder de deseo físico que le infunde el horizonte de su nacimiento. Le es imposible olvidar, como en la buena poesía se canta de lo amado. Es un algo qú, é se adentró en su plasma, en su aura a distancia; es una tibia tristeza de raíz arrancada. Y ese gallego sí, el de América o el de los puntos cardinales, contra su carác ter de buen humor y tomar la vida en seriobroma, se cala, transido de la evocación mortal, y parece como que se deslíe en lamentar agonioso. Pero el gallego de GaJicia, el de buen comer y buen beber, cantador de romerías, catador de figones, cáfmoso para la contrariedad y devoto de re sistir con el arma del genio del ingenio, ese gallego, satisfecho de la convivencia con su amada a pesar de nubes grises y atardeceres lentos, exulta felicidad y la- za a toda voz diamantino reguero de luces. Por eso Galicia produce, en los que no son gallegos, la misma enfermedad de ausencia: añoranza. Pues no sólo ha dejado el paisaje su impronta imborrable etj nosotros, sino que un algo indefinible, un espíritu entreverado de falso serio y seriamente jocundo y profundo, humano, den, samente humano, en su forma frivolo y algarero, nos enganchó a Galicia: alegr. e sentido del vivir, sin hipérbole de espuma y como recatado y mesurado. TOMÁS BORRAS I Julio Camba. Wenceslao Fernández Flore Manuel Linares Riva Luis Taboada.

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