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ABC MADRID 20-08-1946 página 6
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ABC MADRID 20-08-1946 página 6

  • EdiciónABC, MADRID
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MRS. TALBOT SE RETIRA us. Emilia Talbor, después de prestar servicios durante cuarenta y siete años como camarera de hotel y de haber hecho, según sus cálculos, un total aproximado de 300.000 camas, ha decidido retirarse a la vida privada. Me parecería magnífica la actitud de Mrs. Talbot, que, para movernos aun a mayor respeto, acaba de cumplir sus floridos setenta y siete, s i en el instante de despedirse de su profesión, no hubiera formulado a la Prensa ciertas declaraciones, a mi juicio, impertinentes. Los huéspedes de los hoteles han degenerado de un modo atroz en los últimos seis lustros- -ha dicho en esencia Mrs. Talbot- Aparte de propender a llevarse el equipo de sus habitaciones, se limpian los zapatos en las toallas, y de temperada en temporada, descuidan más su aseo personal. Son parte de esos treinta años a los que las declaraciones de Mrs. Talbot se refieren los que yo he vivido, esporádicamente, en mi condición de huésped de hotel, y eso jus- s tífica el que me sienta alcanzado por sus palabras. De antemano, y para que nadie tilde de parciales mis comentarios, añadiré que no tengo nada personal contra Mrs. Talbot, que no conozco a Mrs. Talbot y, a fin de que no haya duda posible, que no he visto jamás a ninguna de las compañeras de profesión de Mrs. Talbot. Porque- -hora es ya de dejar esto bien firme- -tanto Mrs. Talbot como sus colegas son, en los hoteles americanos, personajes de tipo fantasmal. Resultará empresa vana conseguir que Mrs. Talbot se persone en nuestro cuarto si con ese objeto se la requiere, no ya a través de los timbres, que han pasado a la Historia, sino del teléfono, que sólo teóricamente está capacitado para conectar con ella. De vez en vez, sin embargo, debe de visitarlo, porque cuando regreso por las noches suelo encontrar al- M COMPRE EN COMERCIOS SELECTOS guna huella de arreglo, salvo, como es lógico, los sábados y los domingos, en los que no encuentro ninguna. En esos días, al parecer, Mrs. Talbot toma su automóvil y se va a pasar el fin de semana donde lo juzga oportuno. Y yo consideraría encantadoras sus excursiones si la Dirección del hotel se encargara de proporcionarme en tan señaladas fechas una segunda- Mrs. Talbot que reemplazara a la primera; pero ya me divierten menos cuando observo que, sin perjuicio de exigirme la misma cuantiosa prestación que de ordinario, me toca a mí subrogarme en las actividades peculiares de Mrs. Talbot. Si Mrs. Talbot es comprensiva, habrá de perdonar que, al menos en esas cuarenta y ocho horas, los huéspedes del hotel vayan ut poco menos curiosos de lo habitual. Por lo demás, sus reproches a propósito de! uso de las toallas son, desde luego, injustos. En el esperanto de la Hostelería Universal ya se sabe lo que significa el acto de depositar, a la puerta de las habitaciones, un par de zapatos. Cualquiera, excepto Mrs. Talbot, adivina en seguida, por muy roma que sea, la intención con que fueron colocados allí. Entonces los coge, los lustra y vuelve a situarlos en su emplazamiento de origen. De mañana, antes de salir camino de la oficina, o del paseo, o del viaje, uno los retira y se los calza. Sólo el estado de desesperación en que sume al huésped encontrárselos con el polvo intacto del día anterior puede llevarle a adoptar ciertas actitudes culpables. En cuanto a la tendencia que en los últimos tiempos se registra entre los clientes cíe los hoteles a incluir en EU equipo privado el de los cuartos que les fueron reservados, habrá que considerarla, dado lo exhorbitante de ciertas facturas, como un mero fenómeno económico de competí: ación de cuentas. Yo, al menos, me resisto a creer que lo animen otros distintos determinantes, y. huelga decir que, en ese aspecto, mi conciencia está limpia de mancha. No sin crisis, las cosas como son. En el hotel Adelphi había! unos ceniceros preciosos que decían con antelación previsora: Honorablemente sustraído del hotel Adelphi, de Singapoore. Era poner al hurto una turbina de publicidad Lo que no me extraña nada es la nostaU gia de Mrs. Talbot. Llore, llore con melancolía- -cualquier cliente pasado fue mejor- sus huéspedes de antaño. Pero, ¿es que cree que nosotros no lloramos, también, añorantes, aquella juvenil Mrs. Talbot de la qus nuestros padres se sirvieron? Aquella miss Talbot que dejaba la habitación inmaculada como los chorros del oro entreabierto, maternalmente, el embozo de la cama, fresca el agua en la jarrita de la mesa de noche y el juego de persianas dispuesto para crear esa discreta penumbra tan agradecida en los pa sados días del verano... Ah, sí, sí... Dividamos esa nostalgia, de un modo equitativo, entre ambas partes. Y después, deseemos a Mrs. Talbot que (goce largos años de su bien ganado retiro. Viva, por tanto, feliz y atendida, en su honorable jubilación, superados ya sus quehaceres enojosos y prosaicos, tranquila, dichosa en suma. Ñi una cama más de las trescientas mil aseguró al redactor de la revista que la interpelaba. Y ha cumplido su promesa. Esta que me tengo que hacer yo, ignoro por qué, ahora, doce de la noche, al regresar a mi hotel, era con seguridad, la trescientas mil una. JOAQUÍN CALVO- SOTELO Nueva York, juÜo 1946. I A ENCUENTRA EN IAS BUENAS PERFUMERÍAS l INTERESA UN FOllETO fXPUCAUVO ESCRIBA A INTEA Apü t. 82 SANTANDER Ouetcion l mt 4 m S I 8 EURAN. Formocíutao NO E UN PRODUCTO PARA QUE SAIGA El PELO A IOS CALVOS: E UN MARAVILLOSO S S FORTIFICAN! DE IA AlZ OH CABHíO. r Uií ADMiRABlt REMEDIO CONTRA IA CASPA

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