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ABC MADRID 13-08-1946 página 3
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ABC MADRID 13-08-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID PIÁIS DE AGOSTO DE 1946. NUMERO SUELTO 40 G E N T S EL ASUNTO MARTA AY que hablar del asunto Marta; hay que examinar el asunto Marta. Existe un asunto Marta: 1 asunto de Marta, la de Tirso, Marta la Piadosa. Y esa Marta lia sido citada, alegada, e n escritos tendenciosos. Se trata de un pequeño asunto Dreyíus, como si dijéramos. ¿Y cuál será nuestra actitud en el asunto Marta? ¿Qué partido escogeremos? ¿A qué lado nos habremos de inclinar? Insistimos en. que ste a, sunto ha de quedar esclarecido; es preciso que la opinión sepa a qué atenerse. Ño podemos consentir que Marta sea citada, alegada, en materias en que no debe ser citada ni alegada. Comencemos, naturalmente, por el principio. ¿Qué es lo que se le imputa a Marta? ¿De qué se hace responsable a Marta? En el seno de una familia distinguida, en Madrid, hay dos hermanas, Marta, y Lu. cía las dos son sencillas y bondadosas. No ha ocurrido nada hasta ahora, hasta levantarse el telón, que pueda decirse en contra de Marta y de Lucía, que pueda alegarse contra Marta y Lucía. En este caso, Lucía no nos interesa; el rsunto candente, ardiente, apasionante, es 1 de Marta. No ha ecurrido nada que pueda desdorar a Ma. -ta, y de pronto las cosas cambian. Ha venido da allende el mar un amigo del p ¿dre de Marta, hombre machucho y riquísimo. Tratan el padre y este señor de Marta: Marta se casará con el indiano. Y Marta repugna casarse con el indiano; no le peta, naturalmente; aparte, de que siente simpatías por otra persona: la misma, por quien siente lo mismo su hermana Lucía. Y aquí, en este punto comienza el asunto Marta. ¿Qué hará Marta para no casarse con el viejo indiano? ¿Qué hará para evitar esta coyunda y quedar libre para la otra? Marta, con gran asombro de todos, dice que no puede entregar su mano, pues o que, idealmente, la tiene entregada a otro. Y este otro es el Señor. Marta, in que nadie se entere, ha hecho voto de doncellez. Y claro está que este impedimento no habrá de servirle mucho a Marta. Y no le servirá puestd que lo que se le arguye es que se puede lograr una dispensa del voto. Y si se puede conseguir la dispensa, el plan de Marta habrá fracasado. Pero lo comprende. Marta, y agrega que, habiendo hecho tal voto, su vida está consagrada por entero a obras de caridad. Aunque) se le dispensara del voto, su ardor caritativo es tal, es tan constante, es tan recio, es tan exclusivista, que, casada, no tendría tiempo para otra cosa que para estas obras caritativas que ella practica. pies a los pobres. En este trance es cuando se acusa de hipócrita a Marta; en este trance es cuando se pronuncia, tendenciosamente, con cierta intención, la palabra piadosa Y decimos nosotros, los martistas: ¿Hay o oo motivo para emplear este vocablo como un banderín político? ¿Se puede decir que Marta es una hipócrita? Si no lo es, ¿tendrá virtualidad el argumento político, tendencioso? Vayamos precisando: Madrid es en aquel tkmpo una capital reducida; co es, claro, tan grande como ahora, Ahora se dice que Madrid es un pueblo se dice porque en Madrid todo se sabe. Si se sabe al presente, más sj sabría en tiempos de Marta. ¿A dónde podrá ir Marta cuando sa e de casa y está horas y horas fuera, de casa? Hoy podría ir a muchos sitios, con objeto de entretener esas horas y fingir que ha estado en esas horas realizando obras de caridad; podría ir, pc, r ejemplo, a un salón de té; podrí? ir, po la tarde, a un teatro. Y con todo, como Marta es conocida; como en Madrid todo se sabe; como ha. causado extraordinaria sorpresa la decisión de Marta, al cabo vendría a saberse la. artimaña de Marta; todos repararían en que Marta, que debiera estar en los hospitales o en las casas de los pobres, está en otra parte, no caritativa: en un salón de té, en un teatro, en una tertulia más o menos elegante. Y si esto ocurriría hoy, ¿cómo, con más motivo, no había de ocurrir antaño, en el Madrid chico de antaño? Marta, pues, tiene que realizar, con efectividad, con autenticidad, las obras caritativas ¿s que ella nos habla y de qu hablan los personajes de Marta, la Piadosa, Quieran o no quieran los antidreyfusistas, digo los antimartistas, Marta practica esas obras de caridad que son la clave de obra. Marta va a los hospitales; Marta hace las camas en los hospitales; Marta lava los pies a los pobres. Todo A mundo puede verla en esos menesteres; si no tedo el mun. o, los bastantes para atestiguar el celo caritativo de Marta y hacer can ello que el propósito de Marta ¡no se frustre. Y si Marta practica, en efecto, obras de caridad, ¿hasta qué punto podremos decir, lo podrán decir los antianartistas, que Marta es una hipócrita? ¿Y hasta qué punto habrá logrado el propio autor, Tirso de Molina, ver justificado el vocablo piadosa qu con ironía manifiesta, pone en el título de su comedia? ¿No habrá ido Tirso un poco más lejos de lo que se proponía? ¿Hipócrita; Marta? ¿Hipócrita Mayta que se pasa el día, o parte del día, empleada en obras de caridad? Esas obras serán, desde luego, un ardid de amante; obedecerán a lo que obedezcan; al fin son obras és caridad. No se puede dudar de ello. Y i no se puede dudar, ¿no será hora ya de que ¡03 antidreyfusistas, digo los antimartistas, confiesen su derrota, derrota en que también tiene su parte el gran atitimartista, o sea, Tino de Molina? IL U, T R A D O DE If F O R M AGI O N G E N E R AL Jg? D I ARIO LOS PRECURSORES os acuerdos que el P. E. N. Club ha. adoptado en el Congreso internacioque acaba de celebrar en Copenhague ilustran con sa. rcástica elocuencia el papel que en la Europa contemporánea ha desempeñado la jerarquía de las letras. Poniendo freno a la pluma y coto a la indignación, cabría, por lo menos, decir que se trata de un papel infamante. Brote específico de la Sociedad de Naciones y criatura del Instituto de Cooperación Intelectual, el P. E. N. Club fue uno de aquellos partos de la Gran Guerra, mediante los; cuales la Internacional democrática aseguraba, prometía y garantizaba una sociedad mejor, ni subversiva ni reaccionaria, rehogada en la salsa de un pacifismo y un desarme endémicos y cocida al baño de María. Desoyendo advertencias prudentes, consejos autorizados y síntomas mortales de necesidad, la pía. na mayor de la literatura continental se afilió a un movimiento cue, nominal y aparentemente, pretendía reunir en concilio perdurable fraternal a los monacillos de Minerva. Ensayistas, poetas, novelistas firmaren por doquier, es decir, aquí, allí y acullá, sendos boletines de adhesión. No pensaron, claro es, en que se les convocaba a título de comparsas y testaferros. No advirtieron, desde luego, que se les pondría en la obligación, a la corta o a la larga, de servir una causa que, sobre no coadyuvar a la de Sus patrias respectivas, no sería siquiera la de ellos, la de su bolsillo, la de su publicidad. Se dieron por satisfechos con tal de pertenecer a una Asamblea de escritores internacionales y libres, ¿Qué quieren ustedes? O somos europeos o no somos. Parecería natural que quienes, a la luz da las conclusiones que el escatológico Club acaba de establecer, en el feudo espiritual de Hamlet, por diecisiete votos contra once, han sido recusados e incluso excluidos, nos explicaran el porqué d e este fenómeno. ¿Han dejado de ser ellos lo que eran, o no füé nun ca el P. E. N. Club l o que ellos dijeron y recomendaron? Si hubo error por parte de ellos, ¿por qué no lo confiesan? Si es la culpa del P. E. N. C ub, ¿por qué no la vituperan? Mas no responderán ni explicarán nada. No les conocéis. Antes se dejarían aspar vivos. Se sumaron en 1909 a la ferrerada, pero no han protestado contra la inicua ejecución del inocente Brasillach; se revolvieron contra la mansa política del general Primo de Rivera, y callan ante el encierro a perpetuidad de Charles Maurras y Henri Beraud; descubrieron en 1929 contra el gobernante español un fuero universitario, y no han te. nido todavía una palabra de recuerdo ni para Alexis Carrel, maltratado tnortalrnente en París al día siguiente de la liberación, ni para Celine, encarcelado, ni para los Mo- ntherland, Fábre- Luce, los Moraiid, fugitivos en Suiza. ¿Por qué será que a la hora en rae el P. E. N. Club formula una lista negra internacional da autores, ninguno de aquellos intelectuales a quienes exasperaba una multa reintegrable, una blanda censura gubernativa, un arresto confortable y fugaz, se atreve a salir en defensa de la libertad del escritor, su seguridad individual o, por! menos, su vida? Muchos jóvenes, casi todos, se sorprenden del estado de tniseni moral a que ha llegado Europa; pero, cabla es -rar u n cosa de la labor de aquclics mae- ro 3? MARIANO DARAX. AS H L No dice Marta explícitamente lo que acabamos de insinuar; yero lógicamente se desprende de su actitud. El asunto está, pues, planteado. Marta se dedica a obras caritativas; Marta no tiene en todo el día un minuto libre. Marta nos dice- -esto sí que nos lo dice- -que antes podía salir de casa con difiConclusión irrebatible: al final de la obra, cultad; no era fácil qne la dejaran salir; teMarta le dice a s u hermana Lucía que pentetía que pensar mucho para encontrar un mo- sará que fue fingida su mesura artificial y tivo plausible de salida. Y añera, cgn haber engañesa en. la apariencia y añade: No, dicho que ha de hacer sus obras de caridad, hermana; pero el que es bueno- -con su virpuede salir e n cualquier momento, cuando tud natuial- -licencia tiene unos- las para se le antoje. Y ya tenemos, a Marta en campoderse alegrar. Notemos lo de virtud nal paña: sale Ce c: i. -n cuando quiere; sale a tural Y alegrémonos todos también, k s! i; uvr cn. r- brns cr; rit. il i va? E; ns obras, s e- inartistas y! -antiimrtistíis. Dre- fuá fue crún nnc; dice, nn hacer PII ln? hospitales i habilitado y Marta queda rehal i ula. la- cima? visitar l -s enfermos, lavar les AZORIN,

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