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ABC MADRID 09-08-1946 página 3
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ABC MADRID 09-08-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID PÍA 9 DE AGOSTO DE 1946. NUMERO SUELTO 40 GENTS. LA DIFICULTAD DE APOSTAR ASTA hace poco era un tópico- bastante admitido el afirmar que los españoles no nos preocupábamos de lo que pasaba más allá de nuestras fronteras. Todos estábamos, poco más o menos, en aquella cerrada actitud de Lope- -prototipo de todo lo español en grandeza o defecto- -cuando escribía al duque de Sessa: Hanme dicho que ayer murió el Rey de Francia. Que no sabía yo que en Francia hubiera Reyes. ¡Ya será un rey de naipes! Este encerramiento, ligeramente desdeñoso, en lo local era típicamente español: y el que entendía un ápice de regímenes y políticas extranjeras se pavoneaba como poseedor de una ciencia hermética o una privilegiada noticia. Pero ahora, de pronto, nuestros periódicos se han abierto ancha y hospitalariamente a Ja vida internacional. Hay muchas más noticias exteriores que interiores en sus planas. Sin contar las fundamentales de las grandes asambleas de naciones, las tres cuartas partes tíe los diarios están ocupadas por noticias de cambios, crisis y revoluciones de infinitos países. Los países son a menudo de localización difícil, y los personajes de vedada pronunciación. Los balcánicos y orientales les ponen demasiadas consonantes a las vocales, como quien unta una tostada con un exceso de mantequilla. Los americanos. forman extraños compuestos de nombres romanos, ingleses, italianos, españoles. Hay nombre, ministerial que se balancea entre una vida paralela de Plutarco y un rótulo meicantil de Nueva York. Algo así como: Tito Livio Harrows... Otras veces, el nombre se inicia en el. Renacimiento italiano para desfondarse en las montañas de Guipúzcoa. Como si dijéramos: Dante Correggio Irazmendi. Pero no estábamos preparados para asimilar, de golpe, toda esta cantidad de universalismo. Es como si a un aldeano lo sacan, un día, de su aldea, y lo llevan a los salones de la más empinada sociedad. No conocemos a nadie, no estamos presentados. Ocurre una revolución en TransJordania, un cambio en Bolivia, una crisis en el Transvaal; pero como no sabemos de antemano cuáles son los buenos y cuáles los malos nos quedamos al margen del suceso, no nos apasionamos ni tomamos partido; y así lamedura de los telegramas nos resulta tan insípida como si presenciáramos una carrera de caballos en la que no hemos apostado. Ver varios caballos corriendo no es cosa que asombre; que uno de elios llegue antes que los otros, es también naturalísímo: e! interés no comienza hasta que no hemos tomado partido por algún caballo. Y esto es lo dificilísimo ante esa selva geográfica y onomástica de los telegramas internacionales: tomar partido Porque ese ensanchamiento de las noticias coincide con esta época de absoluta- indeterminación, de las clasificaciones. Todo es ahora desdibujado y borroso. Ocurre como en las ciencias naturales la precisión de las clasificaciones tiene que hacerse en razón inversa del análisis de detalle. Linneo, con sus puros sentidos despiertos- -y hasta desdeñando el recién nacido microscópico, que consideraba como un juguete diabólico- pudo redactar aquellos cuadros perfectos y ordenados como la mente creadora. Fueron definidas. en 1 a misma medida que los st r? s clasificados estaban recortados y esquematizados. Luego, los sabios, a fuerza de microscopio y análisis, lo involucraron todo e introdujeron en los bellos cuadros de Linneo tal cantidad de subespecies, que nadie se entiende ya. Lo misino pasa con los hombres. La mente optimista y sin microscopio del siglo xix hizo, a ojo, sus grandes demarcaciones parlamentarias Conservadores, liberales, derechas, izquierdas. Entonces todo era claro, todo respondía a su precinto o etiqueta. El revolucionario era un señor malo que se alborotaba, rompía cristales y derribaba tranvías. El general Tal era siempre un caballero de bigote y barba que se rebelaba para restablecer el orden a nombre de la Patria. Así todo... Pero ahora los matices, ¡os claroscuros, las subespecies, son infinitos. Cuando ocurre un trastorno y cambio en un país lejano, -hay aue dejar pasar días y días para poder- medio vislumbrar el sentido del cambio: y la; clasificación de los protagonistas. Unos revolucionarios han tirado del Peder a un general; esto en lenguaje clásico sería bastante preciso y claro. Pero en seguida se entera uno de que los revolucionarios están mandados por otro general. Ya esto vuelve a sembrar de perplejidad a su mente. Entonces lee usted que el general vencedor se ha apresurado, por ejemplo, a reconocer a la Unión Soviética. Vuelve usted a sentirse orientado; pero a la mañana siguiente lee usted que el mismo general ha organizado un Te Daum para celebrar su victoria y es hombre de comunión diaria. Y así durante días y días, va usted avanzando hacia su difícil clasificación entre una selva de incongruentes amalgamas de adjetivos: revolucionario de orden, comunista católico, dictador demócrata Acaba uno odiando la complicación y el enredo de la moderna psicología- ¡oh esas novelas donde nadie es bueno ni malo del todo! que nos ha robado la elegante precisión de los cuadros sinópticos de Linneo. En esta angustia confusa se agradece el que la política se decida a tomar signos exteriores terminantes y aun arbitrarios. Así, en Bolivia, parece que los vencedores de la Revolución, se distinguen por no llevar corbata. Hace un siglo en Buenos Aires, los amigos del dictador Rosas, llevaban todos bigote. Lleva bigote era un temeroso dato de las fichas policíacas en la posterior reacción liberal. Luego liubo las camisas, los gestos. Ya hace muchos siglos que, según nos cuenta la Biblia, los galaditas en guerra con los efraimitas decidieron degollar a todos los que no pronunciaban bien la palabra chibóle t, porque los de Efraim eran torpes para la che. Serán un poco arbitrarios estos signos exteriores. Pero ante el confusionismo de estas democracias dictatoriales y estos comunismos católicos, se agradece que, por lo menos, los equipos, como los del fútbol, tomen un color cualquiera, más allá del bien y del mal, para que podamos apostar y tomar partido. JOSÉ MARÍA P E M A N D I A R I O IL U ST R A D O DE NF ORMA GI O N G E N E R L LA D U L Z U R A VIVIR DE H de la Real Academia Española. SUBSIDIO FAMILIAR. -El derecho a los subsidios devengados y no percibidos prescribe al año de su devengo. Obtenido el visado en el libro o declaración cié familia, corresponde el Subsidio desde el misino día en que se adquirió la condición de subsidiado o aumentó el número de beyfüdarios, sin otro límite que el año J- r de proscripción. A gente sigue veraneando, pero veranea menos. En ciudades y pueblos los precios de todas las cosas son prohibitivos y hay que llevar una maleta cargada de billetes para pagar las cuentas de hoteles y posadas (hoy albergues) Los propietarios de villas y chabolas han puesto tales precios a los alquileres de sus propiedades, que hay quien saca más renta a un hotelito en un pueblo ignorado de la Sierra que a una finca en el- centro de la capital. Los veraneantes se quejan de que no se puede veranear, y los que viven de la explotación implacable del veraneante se duelen de que son cada año menos los que veranean. No obstante, el Cuerpo de Fusileros del veraneante está perfectamente organizado y resuelve con facilidad el problema. i Que disminuye el número de clientes? Doblan los precios y así pagan los pocos qus veranean por los que no pueden veranear... ¿Han visto ustedes cosa más sencilla? Un año, en un pueblo, me decía la lechera, al advertirme- que tenía que cobrarme el doble por la leche: -Mire usté, señorito... Nosotros tenemos que sacarle a usíés en dos meses pa vivir too el año... Se asombra uno al ver que le piden por dos meses escasos de alquiler de una casa modesta, sin comodidades, pero con moscas como vencejos, siete y ocho mil pesetas. A la hora de pasar la factura, los proveedores disfrutan lo indecible especificando en el papel los diversos tantos por ciento que recargan escandalosamente el precio de los géneros vendidos. ¡Ha venido Dios a ver a los comerciantes con eso 3 e los tantos por ciento! Diríase que gozan cada vez que un nuevo impuesto agrava sus ventas, autorizándoles a cobrárselo al público! ¡Ay! La dulzura de vivir... Y pensar que dentro de treinta o cuarenta años los que vivan todavía y recuerden estos tiempos de ahora dirán: ¡Qué bien se vivía entonces! Porque ya Talleyrand dijo: Los que no vivieron los años- anteriores a la Revolución no han conocido. la dulzura de vivir... Años después s e ha repetido la frase: Les que no vivieron los últimos años del pasado siglo y los primeros del actual no han disfrutado los encantos de la vida barata y fácil. En una nota del 12 de septiembre c e 1845- -hace justamente un siglo- -Pigeult- Le. brun, que veraneaba con Víctor Augier, en Ozgon, cerca de Aviñon, decía lo que k s costaba un almuerzo compuesto de un melón de diez libras, una botella de buen vino, un suculento pollo asado y pan y fruta a discreción. ¡Un franco treinta céntimos por cabeza! El melón, treinta céntimos... El vino, veinticinco. La dueña del albergue era joven, limpia y guapota, Los servía cantando alegremente. Cobrando esos precios, ¡ganaba el cincuenta por ciento! Diez años después, en 1856, el príncipe de Joinville, que veraneaba en Suiza, escribía a su hermana: Estoy visitando un país curiosísimo, do ¡nde, una familia, compuesta de matrimonio, dos hijos y criadas, vive confortablemente con dos mil francos al año. Ya he tomado buena nota, porque en el caso de que estalle alguna revolución, aquí es donde vendremos refugiarnos. -y, ¿xi é. -diiffaQÍ idk éss iTéufe- ase, hoy. L

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