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ABC MADRID 03-08-1946 página 3
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ABC MADRID 03-08-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADRID DÍA. 3. DE, AGOSTO DE 1946. NUMERO SUELTO 40 C E N T S JC TRAPOS QUE AHORRAN IDEAS Si ustedes me ven con determinada prenda- -vinieron a decir- es que pienso tal y cual, y si llevo otra, será que pienso esto y aquello. A lo cual se puede contestar que así como nos interesa conocer por una simple mirada quién es guardia y quién es bombero, cabe en lo posible no sentir el menor interés por los afectos- políticos y sociales de un transeúnte. No obstante, todos debemos reconocer que, si nos atenemos a esa práctica y la generalizamos aún más, las polémicas acerca de cómo ha de ser regida la Humanidad se simplifican mucho. Yo presencié hace años un diálogo edificante, cuyo recuerdo me mueve a defender con tanto ardor en estas líneas el simbolismo de la indumentaria. Era cuando la pasión política hervía, y dos hombres tuvieron ocasión de encontrarse y quisieron, como todos los demás, proclamar sus preferencias. Fue un diálogo mudo, pero expresivo. Uno de ellos se colocó sobre la coronilla una boina diminuta, con lo que era bien claro que proclamaba: Soy autonomista. El otro se quitó de un tirón la corbata; con lo que se entendió: Vea usted en mí a un amigo del pueblo. El primero se apresuró a guardar en un bolsillo, no sólo la corbata, sino el cuello postizo; lo que equivalía a afirmar: A amigo d el pueblo no me gana nadie. El segundo extrajo a puñados los faldones de su camisa y los derramó sobre 1 pantalón. Era evidente que aseguraba: Odio al Clero, a los intelectuales y a la burguesía. En respuesta, el primero se despojó de ios calcetines y los tiró por encima de la valla de un solar. Entonces, el segundo, desconcertado, sin saber qué sentldo atribuir a aquel síntoma desconocido, saludó y se fue. Si todo esto se lo dicen ante unos chatos en una tasca cualquiera, el alba les sorprende sin haberse entendido. Quizá se objete que es más fácil quitarse o ponerse una prenda de vestir que llevar una idea, lo que se llama una. idea, en el cerebro. Si; quizá. Pues precisamente por eso- -W. FERNANDEZ FLOREZ D I A R I O IL U s T R A D O DE INF O R MA GI O N G E N E R A L) S lo que permanece inmóvil perpetuamente, de lo fluido a lo compacto. No más que un breve espacio, paisamos de las algas a las rosas. Los tres grandes escalones para llegar a ellas son la ajena, los cardos y los pinos. Bello paseo matinal. Las olas, al romper en toda la vasta extensión de arena, forman con las espumas efímeros recortes, que son como las trompetas de un órgano, por las que se escapa una fantástica sinfonía. Otras veces no son las trompetas, sino el teclado. Cuando un jinete se aventura por esta playa, el caballo acompasa el ritmo de su trote con el ritmo de la marea. Divertido juego de equitación conseguir, por el borde mismo de las olas, que no salpiquen las espumas los charolados cascos. Tan fuerte es por aquí el mar, que apenas si se aventuran en él algunos audaces bañistas, y las aguas tienen a raya la masa de verdura, que sujetan fuertemente los pinos, para que no se derrumben y se deshaga sobre la arena calcinada. Allí, donde las olas son más audaces, el arenal se meta tierra adentro, y, poco a poco, vamos advirtiendo la aparición d e los cardos, hasta pisar un verdadero campo de cardos, como si alguien cultivase allí los cardos. La arena hace un esfuerzo de fecundidad, y ya comienza a dar sus frutos, haciéndose la ilusión de que es tierra. Los primeros cardos parecen hechos por el agua del mar; son como unas estrellas de mar, del mismo color de las aguas. Tienen estos cardos una forma demasiado precisa, como recortada con tijeras en una cartulina, fuerte; una forma poco vegetal, preparada no más que para un efecto decorativo. Son como esas flores que sel compran en las papelerías, demasiado simétricas y muy simples de color, flores indemnes al aire, que palidecen con el sol y que, cuando no están dentro de un fanal, se amustian y languidecen con el polvo. Conforme nos alejamos del mar van haciéndose los cardos más jugosos, menos recortados, cardos que nos parecen buenos modelos para decorar una columna de piedra. Sobre estos cardos, apenas ejerce influencia el azul de las aguas. Detrás de los cardos, con loa píes abrasados en el arenal, surgen loa pinos, j Se ha dicho alguna vez que los pinos avanzan? Pues está bien dicho. Todos estos pinos, un poco desgarbadas, de copas redondas y aplastadas, que parece que quieren lanzar sus pinas al mar, para fecundar otras playas, tienen una actitud de caminantes. Fatiga un poco contemplar el equilibrio inestable de estos pinos, que no Se deciden a dar él último paso. Son como esos bañistas irresolutos, que salen corriendo de la caseta, y, al borde mismo del mar, se detienen. Están estos pinos como sorprendidos en una instantánea fotográfica. Allí donde se acaban las olas, donde el mar encuentra su límite, primero la arena, después los cardos, más allá los pinos, y, detrás 1 de los pinos, las rosas. En muy breve trecho, la tierra ha ido haciéndose independiente del mar, y recobrando su virtud fecunda dora. Son todos los matices del no existir a la vida, de la duda a la certeza, ds la impotencia al poder. Así lie pasado yo en un paseo matinal de la geometría del cardo a la fantasía de la rosa, deteniéndome a meditar unos minutos a la sombra de los pinos. FRANCISCO DE COSSIO ONSUE va aquel estudiante boliviano- -cuando más burjeantes y enardeci das avanzat an las masas hacia el pab io presidencial- -y se quita, con un gesto resuelto, la corbata. Y van todos los demás, ya estudiantes, ya analfabetos, y se quedan un momento así como deslumhrados por una luz nueva- -tal San Pablo ea Damasco- -y cuando se rehacen, ¡zas! se arrancan también las corbatas. Entonces, los observadores dijeron: Es una revolución popular. Y los periódicos de todo el mundo, después de narrar el episodio, repitieron: Se trata de una revolución popular. Si aquella gente no hubiese prescindido de sus corbatas, aun después de haber tundido, martirizado y coleado al presidente, el carácter de la revolución se presentaría borroso; si se hubiese despojado de los chalecos, tampoco sabríamos qué pensar; si hubiese lanzado al aire d zapato del pie izquierdo, aunque la Historia se inclinase sobre él pira olfatearlo concienzudamente, no llegaría a una tajante conclusión, Pero la s corbatas son otra cosa. Quizá esto parezca estúpido a un hoiribre de buen sentido, pero hay qu tener mucho cuidado con los hombres de buen sentido si no queremos que nuestra época se nos aparezca como falta de todo sentido, lo que no podría resultar agradable para quienes, al fin, somos sus creadores. El tal hombre pensaría acaso que una corbata es el lujo menos lujoso que existe, ya que no está determinada por la calidad, y de un trapo cualquiera puede obtener el más pobre una cinta para engalanar su camisa. Lo que so puede discutir, al referirse a las corbatas, es la utilidad. Ciertamente, si se prescinde de la corbata, no pasa nada; pero, ¿no ocurre igual si se prescinde de los calzoncillos, que siempre son un poco más caros? Pues bien, ¿por qué no repudiarlos en un acto público para dejar mejor afirmada la. índole medularmente popular de una. revuelta? Primero, pisotear los de (J Real Academia Española. propios calzoncillos, escupirles, y después, ir por las víctimas. Esto pensaría el tal hombre, pero no debemos hacerle caso, porque lo cierto es que la masa siempre atribuyó grande importancia a semejantes exteriorizaciones, y alcanzó a hacer, en ciertos momentos, de sus prendas ECORRIENDO una playa solitaria y dede ropa una especie de telégrafo de señales. sierta, y, precisamente, una playa de Les descamisados de la Revolución franPoniente, que son las playas que nos cesa simbolizaban un credo; la blusa, la honofrecen los grandes espectáculos de luz a la rada blusa de fines del siglo pasado y copuesta de sol, y, si tenemos fortuna, el rayo mienzos del actual, tenía una significación; verde, al que se atribuyen misteriosas virtula alpargata fue un esquema hasta que la des, he visto las marcas que las olas de las arrinconaron las suelas de neumático viejo; grandes mareas han ido dejando sobre las duy la boina y el cuello almidonado; y en la nas. No parece sino que la arena se ha conzona roja, en España, también fueron prosvertido en molde para hacer olas. Mas de año critas las corbatas. Y, en fin, ahí tienen usenano, el mar se ha ido quedando lejos, abantedes naciones como Holanda, donde basta donando su obra y ensanchando la sequedad examinar las vestimentas de los campesinos, sus cofias, sus sombreros, sus trajes, sus co- de la playa, y esta arena, abrasada por el sol, ha perdido la esperanza de que el agua del llares, para saber si son católicos o protesmar y sus espumas, la acarician o la golpeen, tantes, solteros o casados, de aquí o de allá... Estos indicios resultan muy convenientes para ella esponjarse o amoldarse a voluntad cuando determinan una profesión, una pro- de lss olas. Así debió de ir saliendo, poco a cedencia, una función y hasta una categoría. poco, el mundo, de los brazos del mar. AI Probablemente, su utilidad en estos trances menos, yo no he visto nunca como aquí, hizo que cerebros rudimentarios decidiesen tan claramente, la transición del mar a la? p! ic; rlos a la representación ác ideologías. tierra de lo que no sosiega un momento a EL CARDO, EL PINO, LA ROSA R

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