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ABC MADRID 14-07-1946 página 25
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ABC MADRID 14-07-1946 página 25

  • EdiciónABC, MADRID
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3 M 0 se adapta Goya a lo. programa. estéticos de la fabricación de tapices con sus exigencias industriales y su destinación decorativa? Destaquemos, en primer lugar, una sumisión tan servil al gusto del momento, que hasta que recientemente le han podido ser atribuidos a Goya algunos tapices, según cuentas registradas por el señor Sambricio, sus cbras primeras se confundían con las de sus compañeros, de tarca. En estos tapices, las figuras, las fronda- las lejanías, con alguna arquitectura sin solemnidad, se mantienen en ese estado intermedio que caracteriza a la producción de la fábrica de Santa Bárbara, entre la gracias amanerada del rococó y el áspero realismo de los flamencos. Los episodios agrestes en esta? obras primerizas tienen anchuras aldeanas, pero los vientos encuentran siempre ramas propicias y los. protagonistas se disponen, compatibles con la vecindad le consolas y de tedios donde brotan alegorías. Las entecas figuras del pintor Castillo debían servir de referencia, pues se le adjudican por su pericia mil reales más al año que a (joya. Pero en seguida nuestro pintor desborda con su genialidad la copa mezquina que han atado a us roanos, y sobre la banalidad de ias anécdotas vierte reflejos preciosos, sedas musicales, refajos tan suntuoso como castilla? Esta opulencia de la pincelada levanta stos lienzos hasta el zócalo de los Mu- eos, y como choque de espadas rivales así se cruzan us reflejos con los de Yelázquez. La evolución estilística en el desarrollo de los cartones no es fácil seguirla, porque la imaginación del pintor se veía mediatizada por el dictado de los temas y hasta por las rutinas industriales. Sin embargo, pueden señalarse algunas fases que no siempre corren al hilo de la continuidad. Tras los primeros cartones concebidos con mentido decorativo, con luces uniforme y con paiquedad de planos, perspectivos. viene una etapa con nuevos probUmas pictóricos, que se concreta singularmente en los cartones realizados en r 7 8. como en Los jiujadores de naipes y en La feria de Madrid. F. n ellos se advierte que Goya adensa- u gama empastando los colores con mayor decisión. manejando unos tonos más oscuros y ricos de matices y, s- ebre todo, buscando ftirrtís contrastes lumínicos. En los fondos predominan superficie chira sobre lar, que- destacan en violento claroscuro la figura de tonos fundido- m; i opaco Los p -r -onajis complican us psicología con un rensmo expresivo, que contrasta con la inanidad de los píntorc- corníl t, Aumentan las, fijíura di- timan dominan con u empaque el cuadre y e funden a m el paisaje. Mjbrr el ipie señorean. Se ncrejpa la técnica, que e hace n ¡a suelta v abocetada, con üusto p. iv lo ra- gos- ínU- tieos v por la uc, s trémulas, r e c l u í a con pincel fulgurante. I t; i valoración de lo d- -tello con C Xa caza de la codorniz tapiz de Goya. (Reproducción V. Muro. i luce continúan hasta la interrupción de su labor madrileña con motivo de la pintura de la cúpula do! Pilar. Cuando en 1786 es nombrarlo pintor fiel Rey, r. anuda su tarea, ya de- de otros- uptiCft s tonales. Se aclara su paleta, se magnifican las perspectivas con anchuras donde cabe toda una estación y sus personaje funden tan entrañablemente con su uficio- ¡ue pueden alegorizar les trabajos y sus cumas. Y así. todo e! otoño despliega- v brisas transparentes en la calma de La vendimia, y i verano sestea en la dorada anchura de- La era. donde 1 os hombre y los caballos se ale- tartarí en un atardecer que languidece en la felicidad d; ias co- cchas. Las argénteas delicadeza que entre 1780 y el 90 adelgazan tantos r; tratos, con una distinción donde sólo aletean lo gri rs dejan también u huella frivola en lo tapices, amuñeiviudi, a lo. personaje y dejándolo flotante en ondas d- azule x de pima vaporizadas. Tai o aluna ciega, donde las cinturas i: i e a icidad consignan una de las pocas itu lu one de míe- tro pintor en un universo de porcelana y rígido minués. En este decenio, ¡ova debió sentir más agudamente el torcedor de las contradicciones entre su arte y su obra. Si, allí estaban en La fuente e- u pobres, sobre los que cae el hiele impiadoso. Y esos dos albañiles, que sostienen en vilo su propia desgracia. Pero e. -tos tenia no tratado- como después ha de ser usual, con tanto desgarro patético y con tintas rtquendora como Índices, sino con una mansedumbre de color v con un conformismo de composición, eapa. ee de ser interpretado ndu tria 1 nieut: y hasta de alegrar un comedor de príncipes- Ya llegará un momento en que esta Gallina eiet n se eotmrtirá en un famoso Dispara con lo personajes bailando en un corro d- e- perpentos, torpe- y gafe- COPIO- aeo de sen suaüdade j. s CAMÓN A XAK su s t u l l ó cambi anii V u mulíip. ados t 1 nasoles. enojó a lOr obrer o- de fábr ica, ÍÍCÍ stumbr u! o olor aciones iná sit tiple- -v a up- r t í c i e. (1: t i n t a má 1i a- y (J o y a v i e lisr; ido a i! l. d: licar e e maai villo o anón del Ci de la I III! irra. al i g e r á n d o o de o amí a t E ra tni- i ii; i dir u cion, a ecmua; i d o in a 1: ¡robu. t de! T r ir, n i -i 1 1 i V C ¡n i d. latí... l o ía

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