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ABC MADRID 07-07-1946 página 19
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ABC MADRID 07-07-1946 página 19

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página19
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A don Andrés Ovejero S í; como se habla de la tragedia de la tumba en Miguel Ángel, existe también la tragedia de los tapices en Goya. Aquí en esta Exposición coa que se solemniza el centenario de Goya en el Palacid Rea! se puede revivir eí jueBo de niños planteamiento de esta- tragedia. Entre estas alfombras poní peyanas, a las que la vejez perenniza en un exquisito otoño incesante, entre e s t o s lampadarios donde el cristal de roca tiene opacidad de lágrima, junto a estas a r q u i m e s a s proyectadas con clara línea de pórtico, se presiente la titánica angustia de Goya enredado por todos estos encantos. Porque Goya, c o ni o todos, los genios, tuvo que p a g a r su tributo. Una vez más el espi, ritu superior tiene que vestirse de la piei de cordero de la mediocridad para poder después rugir solitario y orgulloso como un león. Pero en e! proceso de esta deformación al consenso de los e c u á n i m e s- de los hiles como él decía- hay q u e sacrificar g oteando sangre cada minuto, lo más auténtico y lo más puru de la personalidad. No hay e n e m i g u más implacablemente impiadosa (jue la de los m e d i o c r e s Ellos se saben apoyados en el gusto de casi todos y desde esta universal conformidad recortan cazurramente con las alas el alma del genio. Por dos veces rechazó la Academia la aspiraciones de Guya a un premio modesto. V cuando a su vuelta de Italia quiso obtener curso y recursos en el campo del arle, tuvo que formar en un equipo al dictado de circunspecto varane El epistolario de (joya, mientra? esíu- LA TRAGEDIA DE LOS TAPICES vo en la fábrica de tapicen es un rosario (k lamentos y de. alusiones a su labor de forzado. Unas veces se eseri n i iraha jando, otras se queja de l o a tuito propuesto Man difíciles y de tanto quehacer otras advierte sus muchas arrugas y ÍU. -ojos hundidos y hasta encarga oraciones a la Virgen del Pilar para i i.i f me de más nanas de tralla jar Sólo en 1702 la enfermedad que cvrró MI nido le dio aliento para plantarse fiero en medio de sil inspiración y realizar c n ruadro. s. de ¡a Academia de San Temando. en los ¡pie e hombre y su arrebatos dejan de ya un mlivn decorativo. Se terminan bra- encargadas v en que el esa i iiiMgi: ución ac tienen -ni cho imido huni ír Y t tico de Goya brota en estas figurillas de zándo los alados y palpitantes, con jugotan concentrada expresividad, cuajos de sa pulpa de reflejos, a los destinos de su pura eficacia pictórica. violencias, pequeñas como libélulas enfurecidas. Ya puede desprenderse de esas La significación decorativa de cualquier luces textiles, de esos crepúsculos amane- tema se apoya ert su aptitud le resonanrados, de esos azules de porcelana, que cias. En saber adscribirse a la curva de tenían que armonizar cou las casacas y la ola que se aleja y en extinguirse a su con los cristales curvados con rizo de vez en regazo de formas afines. En este hojas. Si hay algún pintor incapaz de re- tipo de arte son los lienzas y las ¡imaginaciones los que se adaptan a las inflexiones de Jos marcos. Es una cadena que engarza en la misma o n d a las cornucopias, las estatuas de China y las galanterías. Arte sustancialmeríte femenino que se congela cuando Goya planta su garra mojada en ansiones humanos, sobre uno de estos muros con sedas a j a d a s Aquí mismo, en esta Exposición, basta la p r e s e n c i a de dos enérgicos b o r roñes goyescos, con el tráfago proletario de la fabricación de pertrechos de guerra en un abrupto paisaje de Aragón, para que todos los demás obj e t o s preciosos de esta sala se anemien y retrocedan. E s aleccionadora esta Exposición, porque en ella puede intuirse el proceso de la genialidad goyesca. Que c o n s i s t e esencialmente en liberarse del hechizo d e I contorno q u 6 quiere encapsular a su genio en gracias de boudoir y en ir arrojando a los costados de sus obras magnitudes de extrañeza espiritual y de técnica a u t ó n o m a que la. rodean de una soledad cada vez más inaccesible. Desde los isidros que atardecen en una pradera plateada, con actitudes de tapiz, hasta los que avanzan frenéticos, en una de sus pinturas negras, como un alud de boca lastimosas v de gest n s desamparados, hay toda la distancia con la que puede medirse el arco de! a carrera de Goya. sonancias ambientales, es Goya. lis difícil saber dónde empieza y dónde termina un cuadro do Watteau, suhsumido en una retícula de reflejos, de luce insinuada? le molduras concebida emito paisajes. lili cambio, lo cuadro de Goya cortan como un hachazo el ámbito en que se exhiben, y ya ea su porte cortesano o descamisado, se adelantan imperiosos y sn carácter se amortigua y deja friolentos e industriales a todo los objeto que integran el complejo decorativo que. según la estética de su tiempo, lo había de iustiticar. Y aun a la sedas y velos cripace de ambiente. Goya lo pinta ironizando la cnlidnde- descomponiendo l; cr ¡edad e! énfasis lc u materia, lan- La contemplación de algunos lienzo de Miguel Ángel Houasse con títulos análogos a los de alguno. tapices de Goya, más que aproximar, aleja a nuestro pintor de las gracia francesas que le precedieron en la Corte. Sólo algunos juegos ele niños que. por su inocente ¡ntemporalidad pueden transmitirse de paleta a paleta sin mellar ninguna originalidad, presentan alguna semejanza. Pero fuera de a gún detalle afín, el encanto pueril del pintor rococó se embravece en los pinceles del aragonés, y las miniadas perspectivas, con horizontes esmaltados, se descomponen y Imm. inizan en los tapices govesco r, SÍ El cazador cuad r o s dp Houasse. (B e p r o d ucciones V. Muro. IO 7. S V,

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