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ABC MADRID 25-06-1946 página 9
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ABC MADRID 25-06-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
  • Página9
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CUAMDO MAMBQU AMADA E quiero con todo mi corazón y tcída mi alma, y estoy seguro de que mientrast viva, n tendráfei motivo para creer lo contrario. ¿De quién son estas palabras de amor? Francamente, lo mismo podrían ser de un aristócrata que de un dependiente de ultramarinos. ¡Es tan limitado nuestro léxico en todos los idiomas del mundo! ¿Qué puede decir el mayor de ios genios í e amo, te quiero, te adoro, te idolatro, y con dos o tres expresiones más lia terminadla eli repertorio. La músieja eá otra cosa; admite miles de combinaciones, modulaciones, ritmos, cadencias, y un canto de amor, sin texto, nunca resulta igual a otro. Por el contrario, nada nos causa mayor desengaño que las tartas de amor de. los grandes personajes de la Historia, e incluso de las Letras. ¿De quién son, por ejemplo, las palabras citadas más arriba? Pues nada menos- que del genial caudillo militar, Juan. Churchill, duque de Marlborough. el Mambrú de la canción. Podrían ser de cualquier otro inglés, de uno de sus soldados, Y que n se crea que el joven Churchill escribió la carta de amor a una novia elegida por sus padres, a una señorita a quien se dirigiera por deber por motivos de orden material. Por el contrario; la destinataria era aquella famosa Sara Jenningí, que entró en la: Historia como Sara Churchill. En la Historia, decimos, porque fue la amiga más íntima, de la Reina Ana- -a quien los ingleses se refieren todavía cuando quieren evocar los felices tiempos- de antaño- -e influyó en los negocio? públicos. Juan estaba locamente enamorado de Sara, en contra de la voluntad de ios padres de ambos, jóvenes y pobres Los dos liiubierati podida concertar: íroatrimo- nirl te conveniencia, pero su amor y u temperamento volcánico vencieroh todos los obstáculos, y fueron, efectivamente, muy felices. Además, llegaron a ser riquísimos y alcanzaron el título de duques, lo que en la (Jran Bretaña significa muchísimo más que en otro países. El caso de Sara y Juan demuestra que no siempre es- perjudicial escuchar la voz del corazón y anteponerla a la ÍVÍH razón. Juan Churchill. el futuro Mawbrú. adoraba H n Sarita: era un genio y- u- sentimientos eran seguramente diterente le los loJuan Churchill. duque de Marlborough (1650- 1732) otros imples mortales, pero cuando se encontraba frente al papel y la pluma, la pobreza de todos los idiomas hizo- que sus cartas de amor fueran convencionales. Te quiero tanto que no puedo vivir porque tú eres mi vida. mi alma, mi todo, todo cuanto me es caro en este mundo. Sarita- -la llamo así porque a la sazón no tenía diecisiete primaveras como doña Inés del Tenorio- -habrá, leído embelesada estas simples palabras, pero nosotros no las. consideramos en armonía con uno de los mayores cau dillos militares del mundo entero. Admiraba a u novio y esposo, et pottr cause, pero hoy tenemos que reconocer; que en el terreno de las cartas de amor era muy superior a Mambrú. ¡Qué diferencia entre las palabras banales de él y esta carta apasionada y emocionante que ella le dirigió cuando tstaba encerrado en la Torre de Londres: Dondequiera que estés, mientras yo tenga vida; mi alma te acompañará, mi siempre amado lord Mari, y dondequiera que esté yo, sólo podré matar el tiempo anhelando la noche para dormir y c? pe? rar et día siguiente para tener noticias de ti. Y ya anciana, viuda de sesenta y tantos año? cuando el duque de Somerset la pretendía. le dirigió estas frases, modelo de carta; -de amor, casi increíble en una mujer de su edad: Si yo fuese joven y bella como he ido, en vez de ser vieja y marchita cual, soy, y si usted pusiese a mis pies todo el imperio del mundo, jamás compartiría el corazón y la mano que algún día pertenecía a Juan, duque de Marlborough. Qué me decís de estas frases? Creo que ningún monumento hubiera causado tanta alegría al viejo Mambrú en el otro mundo que el amor nunca extinguido de su Sara. Eni general, las mujeres poseen mayor talento que nosotros para escribir cartas, y cartas de amor en particular. Conozco algunas, de muchacha como tantas otras, que son superiores a todo cuanto en este género han producido verdadero genios de! a milicia, las Artes y la Letra No me extraña, pues, el que en la correspondencia- amorosa, el primero de los militares británicos quede venleido por tuia mujer, a suya: Sara Churchill. ANDRÉS T Sara Jennings, conocida n la Historia ñor Sara ChurchiH. REVÉS 7,

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