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ABC MADRID 15-06-1946 página 3
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ABC MADRID 15-06-1946 página 3

  • EdiciónABC, MADRID
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MADftID DÍA 15 DE J U N I O DE 1 9 4 6 NUMERO SUELTO 40 G E N T S UN OLIVO EN LA RÁBIDA AB D IAR I O IL U s. T RAD O D E I N F O R M Ak C 1 O N G EN 1 ER AL han abrumado de literatura y le han conducido casi a los deslindes del ridiculo. Por eso. se dan gentes, livianas de sentido, qus se avergüenzan de. tener corazón. Es un atraso. Los psicoanalistas, por lo. general tan miopes como suficientes, le han disecado bajo sus pinzas implacables. ¡Cuánta crueldad! Hasta las mujeres- -aunque no conviene generalizar demasiado- -han desertado del coraz ón, qué era su baluarte, defensivo mejor artillado, sobre todo las niñas prima. verales, que, se asoman a la vida con deportiva despreocupación y tietten prisa por demostrar que nó se asustan de nada. El corazón es un estorbo. Ni la lírica ni? 1 sentimiento sirven gran cosa, Es preferible la sangre fría. Bécquer. para ellas, no ítté más que un reumático sentimental. ¿Qué ha sucedido? El corazón tiene una memoranda y gloriosa historia. La Iglesia brotó del corazón de Cristo. San Agustín, el gran lírico de la verdad, después de muchas peregrinaciones, halló a Dios dentro de su propio corazón viajero. San Francisco de Asís, el enamorado, les descubrió a las cosas eil lenguaje inefable del corazón. San Juan de la Cruz rompía el muro de la noche oscura, sin otra luz ni guía, sino la que en el corazón ardía Y San Vicente de Paúl y la santa vizcondesa de Jorbalán. con el corazón acercaron la lámpara de su calidad- a los desvalimientos y cánceres de todos los llagados. El corazón es la fuente de la vida. Y del pensamiento también; no seamos cobardas en afirmarlo. Santa Catalina sentía el corazón como un ascua que la iluminaba. El padre Lacordaire decía que, si hubiera de adorar algo humano, adoraría, no el polvo, del cerebro del genio, sino el polvo del corazón. Pero despojémonos de todo énfasis. Lo cierto es que todos andamos necesitados de corazón. Y. en grado mayor, los descorazo- nados. Las palabras. se ungen y arden cuando se han acendrado en el corazón. No se concibe una lírica sin corazón, a no se r esa lírica fría, mineralógica, que parece elaborada para seres astrales. La misma verdad no nos llega bien sino cuando viene del cuadrante del corazón. Toda la Edad Media es. una edad cordial. Sentía el goce ontológico de creer. -Él corazón era el motor de todas las empresas, las de la milicia y las tíel amor. La mística española, armónica y equidistante del intelectualismo agudizado y del. voluntarismo prag- mático, acoge beneficiosamente las influencias del corazón. Prevalece la interpretación amorosa de la Sagrada Escritura. El romanticismo se embriagó de corazón, y lo hizo languidecer a. fuerza de lágrimas, de ruinas y de incosolablcs tristuras. Y el corazón. enfermó. Los románticos le cones. ti i e ixii tal prc valencia, que impuso su monarquía sobre tocias las demás facultades. El corazón, robusto y carnal, del Arcipreste de Hita, por ejemplo, no rompió su alianza con el entendimiento. A veces le manumitía, pero no le invalidaba. En cambio, el corazón naufragó en ese declive histórico de la época sensoria! y positiva. Más tarde, con la filosofía de la angustia- -y es ya demasiada angustia, dema- ON ocasión de un magnífico trabajo sobre El problema internacional en la meulc del Papa, Fernando M. Casüella ha cordado aquellas palabras exactas d K embajador español López de Haro, en carta al Emperador Carlos V La Paz se ha de buscar, porque la guerra ella se viene. Si dada la hallare, tomálla, y si no, coiri- pralla, que nunca será cara: Haee pocos días, con ocasión de una vi sita de gran parte del Cuerpo diplomático americano al monasterio de La Rábida, surgía la idea emocionada de traer tierra de todas las Repúblicas hispanas de América aj centro de un patizuclo que ahora se está reconstruyendo, y plantar allí un otivo. Porgue cía del embajador López de Haro y esa dé la poética iniciativa de La Rábida es la fórmula católica e hispánica de la Paz. La Paz hay que plantarla como un olivo. Hay que quererla y cultivarla. La Paz es una virtud interior antes 1 de ser tina exterior cor. s rucción. No se encuentra uno la Paz tn una esquina cualquiera: sc. es pacífico, y luego, del alma, se saca uno la Paz para llevarla afuera... Decir esto, incansablemente, coreando al Papa, es la misión hispánica de csia hora. Parece mentira que nosotros, los pueblos idealistas, aventureros y manirrotos, seamos In, que tengamos que enseñar a los pueblos mercantiles y financieros este elemental con- cepto de la Paz como buen negocio e; ta sencilla contarriña de que siempre la, Paz resulta más barata que la guerra. ¿No lo están viendo? Qué comparen honradamente los problemas que están plantéanos sobre la mesa de la Paz y se darán cuenta de que cualquiera, de ellos es más caro y más neurálgico que los que motivaren 3 a guerra. La salida de Rusia al Mediterráneo. el problema, de Grecia; el del mundo musulmán; cualquiera de éstos, ¿no es mucho más casus belli que los que se alegaron al comenzar la contienda? Y ésto no es un caso insólito: es una ley constante. Las Conferencias de la Paz han de resolver siempre mucha más cantidad de fricciones que las que la deq aración de guerra pretendió resolver. Así es de cara la guerra con respecto a sus- resultados materiales. Pues, ¿y con rés p: cto a sus resultados ideológicos? El mundo, en cuatro años de disciplina y campamento, se acostumbra mucho a la capitanía: y cada mañana busca, en su diario, con alegre conformismo, el retrato insigne y directivo p el- telegrama de Ja decisión de los tres o de los cuatro. Sus hábitos de docilidad no se desdeñan ni de deslizarse por líneas colaterales y afines. Pero aun es peor cuando, efectivamente, quieren, ser fieles a la bandera por que lucharon. ¿De qué le s irvc al vencedor su victoria si para lograrla ha tenido que re- contar a la luz del sol la enorme suma de lo que tiene. enfrente, dolo que entorpecerá su paso? Venza el marido o venza la mujer, lcMnalo de un divorcio es el divorcio mismo. Cuando se acude a ese terrible dilema de un sí contra, un no, es porque se sabe, de antemano, que el país está partido, en dos. Y cuando un país está así, lo peor es sacar esto al público. C Esta es la liquidación de una guerra, en los hechos y en los principios: problemas mayores que los que la motivaron; principios distintos que los que se defendieron. Y conste que razono sobre estas liquidaciones porqtíe ellas lian sido las de los vencedores. De haber vencido la otra parte, la liquidación no hubiera sido más lucida: entronización de una paganía estatal, acorralamiento. del espíritu y de la dignidad humana. No hablo, pues, de éstos ni aquéllos hab o, con nuestro viejo López de Haro, de cualquier guerra, siempre cara; de cualquier paz, siempre barata. Ya sé que el decir esto y el plantar un v ivo puede estar siempre recelado de pacifismo blando; Por eso sólo puede decirse cuando previamente se ha comprado el derecho a decirlo con una. larga historia de entereza insobornable: con mucha Numancia, y mucha Zaragoza, y mucho Alcázar... Hemos plantado por el mundo tantas tercas banderas indomables, que bien podemos ahora permitimos el lujo de plantar, en. La Rábida, un olivo, como quien da un buen coi: scjo. Esa es toda nuestra peligrosidad. JOSÉ M. PEMAN de la Real Academia Española, LA. DECADENCIA DEL CORAZÓN so dicen: que el corazón está en decadencia. Parece ser que se trata de licenciarle como inservible y en desuso. ¡Pobre corazón! Se le ha sometido a presiones difíciles de soportar y a experiencias demasiado crueles. Es posible que le hayamos fatigado con exceso, o que hayamos apelado a él con íncontinencia. Y le ha sobrevenido el descrédito. De hecho hav síntomas que denuncian que el corazón está en crisis; en la literatura y en la vida. Y, como consecuencia, cabe señalar un déficit considerable en las reservas del amor. El amor ha degenerado en negó, ció, y la vida, en cálculo. Se peca más que con el corazón, con e! cerebro. Por eso es más ardua y problemática la regeneración. Claro es que no hay que dar demasiado crédito a los que nos aseguran con cierta impavidez que no echan de menos, para vivir, esa viscera misteriosa, ayer depositaría nada menos que del amor y del senti- miento, y, hoy, apenas servible para una ironía o un gesto despectivo. ¡Ah! ¿Pero aun anda usted con eso del corazón? ¡Qué cursilería y qué anacronismo! Porque, en realidad, y, a pesar de todo, todos esos desentendidos, del corazón terminan por andar limosneando un poco de cordialidad, y por exclamar con el poeta dolorido: E ¡Aguda espina dorada! ¡Quién te pudiera sentir, en el corazón clavada! Cierto es que se ha abusado del corazón; se le ha complicado en todos los menesteres y. se le han adjudicado todas las. grandezas y todos los desatinos. Los enamorados, los poetas, los sentimentales y los elegiacos le

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