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ABC MADRID 28-05-1946 página 9
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ABC MADRID 28-05-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
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EL BACALAO Y EL MINISTRO DE HACIENDA M ABÍA caído el partido liberal en crisis fulnitiiáníe y el conservador, al formar- Gobierno, nombró ministro de Hacienda a don Augusto González Besada, uno de los pocos españoles que se han negado a ser presidente del Consejo. La modestia de Besada resistió la presión regia, por creer que él líaposeía condiciones para tan alto cargo. Por entonces, los cambios de Gobierno significaban una remoción le importantes destinos burocráticos y, por ello, la crisis hizo temblar al delegado de Hacienda de Santander, uno de, los granadinos más jacarandosos qUe han salido de la ciudad de la Alhambra. Se llamaba don Enrique Sierra. Antes deí galdosiano señor Villaamil, y después; la. cesantía era una realidad llena de misterios ea. su origen, y la de cesante, triste profesión, en la que el mártir sufría, como el San Bartolomé dé Ribera, que unos tunantes de gentiles le descue- nalmente la severa levita. En la puerta puso una cara tan de circunstancias, q u e el g e s t pK áiás que trágico, rio lt compondría en tan alto punto el actor más afamado. De pie, ante la lujosa mesa, esp e r ó su sentencia. Besada, en el ir y venir de su prisa, comenzó a hablarle. -Señor Sierra, le he llamado a Madrid; -Vuecencia ordena, señor ministro. -Porque nuestros queridos y comunes amigos M a r i a n o Benlliure y Natalio Rivas me han asegurado que no hay cocinero que s e p a dar al b a c a l a o el punto que usted le otorga. Afirman que es usted magnifico en ese aspecto. En el estudio de Mariano prepararemos el almuerzo. Entiéndase usted; c n 1. Si e r r a Recibió el impacto con digna gravedad, sus Ojillos brillaron alegres y expresivos, la boca se rasgó en franca -I i Ti DonAugusto González Besada tara de la Santa Unción. Pacientemente, manso cordero, con la bimba en la diestra y los guantes en la siniestra, sentóse a esperar el momento en el que se dignaran recibirle. Entraba y. salía el secretario en el despacho, atosigado por papeles y- cartas, y, cuando volvía a su mesa, fijaba la vista en la pobre víctima, repitiéndole siempre idénticas palabras- -Espere usted un momentito, señor delegado, ahora mismo pasará... Y él balbuceaba con tierna jonrisa: ¡Si no tengo prisa! Y llevaba dos horas de angustia En una de las entradas al despacho, el secretario vio que don Augusto recogía unos papeles, disponiéndose a salir, y se atrevió a decirle: -Ahí está todavía el delegado de Hacienda de Santander, que ha- sido llamado para recibir órdenes. El bondadoso Besada contestó: ¿Por quién? Será el subsecretario quien le llama. -El telegrama- está firmado por usted. Al recordar, Besada dijo rápido: -Sí, hombre, si... ¡Qué cabeza la mía! Dile que pase. Solemne momento aquel en el que Enrique Sierra penetró en el despacho delsefíor ministro con los pelos de seda de la chistera erizados y ajustándose maqui- Don Natalio Rivas, ministro de I n s t r u c c i ó n Public en 1919. rarari cada seis meses y ciertas seráficas criaturas, con nimbo liberal o conservador, le corcusieran la piel, no como al Santo, sino como al bueno del don Ramón antes aludido, al que la gentuza mal llamaba ¡Miau! Por eso la crisis puso acíbar en el alma del amigo Sierra. Agazapado en su Delegación, ajeno en absoluto a la política, quizá pasó. por sq mente pudiera el señor ministro olvidarle, cuando recibió un telegrama, que, abierto con mano temblorosa, fue leído entre sudores y palideces. Sírvase vuestra excelencia presentarsenen mi despacho para recibir órdenes. Nada más que eso decía el parte firmado por el ministro de Hacienda. -Ya está aquí él puntillaso ¡Vamos por la cesantía 1 Y el delegado tomó el expresó para llegar muy de mañana a Madrid y entrar en el ministerio, al filo de las doce, con más pena que alegría. De levita y chistera, como para uri entierro, Enrique Sierra se presentó al secretario particular de su excelencia para recibir las consabidas órdenes, que él esperaba como si se tra- Msrlano Benlliure en 1912. sonrisa y con mesura contestó a su jefe: -Yo aseguró a vuecencia que tal será el guisado, que se chupará los dedos, y espero un día volvérselo a ofrecer en la provincia donde soy delegado de Hacienda. Comprendió Besada el mal rato que había dado a su subordinado y 16 contestó con no menos serio empaque: -Cuando la próxima crisis me otorgue descanso, le prometo ir a almorzar a l a Delegación de Hacienda de Santander. Luis DE ARMIÑAN 1

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