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ABC MADRID 24-05-1946 página 9
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ABC MADRID 24-05-1946 página 9

  • EdiciónABC, MADRID
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Don Agustín del Cañizo A los discípulos de su última lección La Comisión de discípulos del ilustre catedrático de Patología médica, doctor Cañizo, nos entrega las cuartillas que, en su elogio, leyó el miércoles doti Gregorio Marañan, én el homenaje que aquéllos le- rindieron. Dar a la publicidad esas cuartillas es el mejor tributo ala vida y a la ciencia del maestro jubilado. Ahora ya, cuando me vuelvo atrás, veo un panorama extenso, el de mi- vida, colmada de anhelos y de cosas reales, ale- E d o c t o r D AgU stin del Cañizo, catedrático de Pa tología médica, da su ñlttma lección a los alumnos gres 0 tristes, ün ese panoraFacultad de Medicina. Versó sobre el tema Consejos a ios futuros médicos (Foto S. Bermejo. ma, ya Jo creo, aparece don 4 Agustín del Cañizo; y voy a deánjbular, ya en altos breves, el perfil endecirostantos sucesos, entre tantos hombres, cómo le veo, entre tanta Historia. bna de las mayores fue la jovial, sencilla hiesto de Unamunó, vestido y tocado con unientre TT y los hayan leidcxlos Cañizo. que los que Conocí a este gran maestro, maestro vues- no perfecta ayuda de capítulos Leandedicó en forme sencillez, la ¡barba blanca sobre el coese Tratado, a la Patología del corazón. lor arrebatado de la carne y con su genio en tro y de todos, cuando yo era estudiante, y Aun hoy pueden servir de texto y de con- ignición, en el que, (comp su rostro, lá paél, jefe clínico de uno de los grandes profesión estaba, siempre al rojo vivo, y, templánsulta, por su sólida base de observación y, por sores dé esta Facultad, don Manuel Alonso esa cualidad, en él innata, ¡a suprema y la dola, la nieve de su sabiduría y de su incomSañudo. Este solía, hablarnos- con aquella más rara cualidad del maestro: 1 á claridad parable bondad. bondad suya, seria y digna, a veces ligera y Más tarde, la figura de Cañizo, ya madura, Después, Cañizo vino a Madrid e ilustró la noblemente engolada, de los méritos de su irradiando eficacia y magisterio, se me apa- cátedra de Patologría Médica, la de su m a joven auxiliar, al que auguraba un extraordirece en Salamanca, en sú casa- castellana, tro. El pronóstico de don Manuel Alonso (nario porvenir académico y profesional. Se llena de libros- y de hijos; y llena, sobre todo, ¿sañudo se había cumplido, y a nadie nos enrá- -nos dijo- una vez- -profesor de San Carde la presencia. ecuánime de una mujer, a la trañó verle sentarse en ese sillón que alhorá ios. No solía equivocarse aquel hombre agudeja vacante y donde no se le olvidará. do y melancólico, y esta vez también acertó. que yo y todos enviamos desde- aquí un re cuerdo lleno de respetuoso fervor. Cañizo, Fue Cañizo a Alemania, donde otros conHa sido aquí, como en Salamanca, Cañizo engalanó con un prestigio nuevo las glorias un- gran- profesor. Dejadme que. vuelva sotaran sus vicisitudes. Hizo sus oposiciones. viejas de la Universidad salmantina. Por los bre la distinción que me es tan grata énír. e Las ganó, como era natural. Y a poco, oíamos hablar de sus éxitos en la cátedra y en claustros insignes resonó su lección diana, profesor y maestro. Cañizo ha sido el maesla clientela de toda la región de Salamanca. de seriedad, de buena información y de qji- tro. El profesor sabe y enseña. El maestro servación rigurosa del libro de la vida; y, efe sabe, enseña y ama. Y sabe que el amor Ya era un maestro indiscutido cuando Hernando y yo iniciamos, la preparación y pu- vez en cuando, una tle aquellas risas suyas, está por encima del saber y que- sólo se aprenblicación del Manual de Medicina Interna, vibrantes y claras, como la nota de un clade de verdad lo que se enseña. con amor. que fue el primer intento, en gran parte lorín, salidas del fondo de su bondad humanjs, Acaso don Miguel de Unamuno, si viviera grado, de una obra de colaboración entre ta; una risa como debiera ser la de nuestro o, mejor dicho, si pudiera hablarnos, porque médieo. s españoles; colaboración sin reserarcipreste, que era también una lección y qjie vivir, sigue viviendo entre nosotros, me obvas, de la, que sus inipulsorfes nos enorgulia (legado viva a través del dolor de una jetaría) como en su vida mortal lo hizo mji $ll ecemos y no porque, desde el punto de visexistencia larga hasta estas horas graves de de una, vez, que éste matiz diferencial entre ta científico, estuviera mejor o peor, sino su jubileo. profesor y maestro no tiene razón lingüístipor otra cosa: porque quisimos que en ella ca. Y yo le contestaría lo que entonces le Así, enseñando con su ciencia y con su jocualquiera que fuese su actitud en la profecunda bondad, pobló aquella región magní- repliqué: que el contenido. de las palabras se tos médicos tenían entonces un prestigio, fica, y después, toda la Península, de docenas le dantos nosotros, los que las usamos, y no cualquiera que fuese su actitud en la profelos que las inventaron- y docenas de médicos excelentes. sión, en la Universidad o en ese casillero Cuando cualquiera de vosotros, desde la Y no es posible recordar los años aquéllos odioso de la política, sobre la que nosotros, sin evocar, al lado de la figura de Cañizo, la cima de vuestra vida. recuerde ¿us años de que después hemos sido tachados de partiestudia, pensará que para cada asignatura de su rector, la de don Miguel de Ünamuno, distas, jamás, jamás nos quisimos detener. que tanto quiso al maestro que estamo s ho ij- tuvo su profesor; pero cuando ge hable de Ahí está el Manual para probarlo; para, serrando ahora. Si cerramos los ojo? y mira- maestros, entonces nombrará, ent e todos, vir de lección, no de Medicina, sino de amor a España, porque por España entendíamos mos hacia allí. aparece don Agustín andan- los profesores, a uno sólo, a dos: al que, adedo, con su morral al hombro, por la carrete- más de enseñarle las cosas, la asignatura, todo lo que fuera español. ra, con don Miguel al lado, y quizá con Mau- que, a la larga, es siempre lo menos. imricio fcegendre, camino de la Peña de Fran- portante, le dio la lección suprema del modo Nunca- Olvidaremos (ahora hablo también de amar a la verdad, y la lección del ges o, cia. O bien, al atardecer, en la plaza Mayor en nombre de Hernando) él entusiasmo y la lleno de generosidad, ante la vida. prodigiosa, bajo los arcos que tanto saben de eficacia con que Cañizo nos ayudó en aquella empresa, que ahora sería difícil de repe- la historia profunda de España. Allí surge, El tamaño del corazón, IQS ruidos del code nuevo, la silueta animada, y breve de Catir y entonces parecía imposible. Hubimos razón, que Cañizo os ha enseñado insuperade trabajar como titanes. Pero allí se ríos ñizo, con su chalina flotante, la misma que blemente, al fin y al cabo, los hubierais aprenllevaba n las clases de San Carlos, y su cham- dido en cualquier parte. Lo que en verdad os formó e! gusto áspero de, hacer lo que se bergo, que parecía haber caído sobre su debe- -d deber inventado- -contra viento y ha enseñado él, el ínaestro Cañizo, como namarea, Pero tuvimos también profundas ale- cabeza desde cualquier balcón: y junto- a él, die lo hí 3 bÍra hecho, es a manejar con digen docto y chispeante diálogo, ya en lento nidad humana vuestro propio corazón.

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